Capítulo 34

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Segundo capítulo del día

POV AMAIA

Alex me había mandado al baño para refrescarme y que Alfred no me viera en ese estado cuando lo llevaran a su habitación. Debía estar al cien por cien para él. Cuando entro en los aseos, y veo mi rostro reflejado en el espejo que tenía frente a mí, me asuste. Esa no era yo. Nunca me derrumbe de ese modo. Tenía los ojos hinchados y rojos de llorar. Mi cara a pesar de estar algo tostada por el sol, lucía unas feas bolsas bajo mis ojos y cuando me refresqué y moje un poco mi pelo, entonces sí que ya no pude aguantar más la sensación de asco. Agache la cabeza y saque el café que había tomado. Solo me faltaba eso, ponerme enferma yo. Volví a lavarme y después de colocar un poco mi pelo y secarme la cara, me lavo los dientes y decido que ya no tenía tan mal aspecto, por lo que vuelvo sobre mis pasos para reencontrarme con Alex, en la cafetería. La veo hablando con Martí... no sabía que se conocían.

- Hola Amaia.

- Hola, ¿Cómo está Alfred?

- Su doctor ya ha llegado, a partir de ahora, será él quien se encargará de todo.

¿Porque me decía eso y no como estaba Alfred? Había pasado algo, seguro. Necesitaba saberlo, o preferiría no saberlo. Sí, prefería vivir en una mentira donde todo siguiera tan bien como antes, como ayer. Pero sabía que había vivido durante todo este tiempo en un sueño y había despertado volviendo a la realidad tras el duro golpe de encontrar a Alfred inconsciente.

- ¿Cómo está? - vuelvo a preguntar esperando respuesta esta vez – y no me digas que el doctor esta con él, ¿Le has visto? ¿ya despertó?

- Le han hecho unas pruebas. Su doctor le hará algunas más, pero esta despierto y pregunta por ti.

No necesito escuchar más para salir corriendo a su lado, Alex me seguía de cerca, pero al llegar a la puerta paro en seco, necesitaba coger aire, contener mis lágrimas y mis miedos y sacar todo lo bueno de mi para él. Estaba concentrándome en todo eso cuando llega Alex a mi lado y apretando fuertemente mis manos, recibo su sonrisa y me deja sola ante el peligro.

Cuando abro la puerta encuentro al doctor escribiendo una serie de notas, hablando con Alfred, y si, Alfred estaba despierto y tenía ganas de hablar, había vuelto.

Me acerco rápidamente a su cama y me abrazo a él casi sin dejarlo respirar, pero en esto momento necesitaba tanto abrazarlo, hacerle sentir que lo necesitaba tanto como él a mí.

- ¡Ey! ¿Me has echado de menos?

- Alfred... - digo riñéndole.

- Es pronto para bromas, bien, vale, lo comprendo - dice sonriéndome.

- Os dejo solos - dice el doctor - que no se levante, tiene que descansar. Cuando sepa algo de los resultados os aviso.

- Gracias doc. - dice sonriéndole, pero veía tristeza a la vez que cansancio en su mirada.

- Lo siento – digo mirándole fijamente.

- ¿Por qué titi? – me responde sin entender muy bien a que se debían mis disculpas.

- Sé que no querías venir hasta el Prat tan pronto, pero... - iba a explicarle, pero no hizo falta, el solo se respondió... era demasiado listo para ir con tonterías.

- Sabía que tarde o temprano pasaría, ojalá solo hubiera podido disfrutar, un poco más – dice haciendo la señal con los dedos señalándonos a los dos, dejando claro que quería estar conmigo a solas un poco más, a pesar de todo, solo pedía un poco más de mi compañía. ¿Cómo no iba a quererle? Si es que era lo mejor que me había pasado en la vida.

- ¿Desde cuándo te estabas sintiendo mal? – le pregunto muy seria.

- No, estaba bien – pero no me mira a los ojos mientras lo dice, claramente me estaba mintiendo.

- Alfred... - digo enojada.

- Vale, un par de días. Tres como mucho.

- ¿Y por qué no me lo dijiste? – le reprendo.

- Solo sabía que en cuanto te lo contara estaría aquí en menos que canta un gallo. Quería disfrutar más de lo nuestro, de este sueño.

- Alfred, yo... te necesito... no sabes cuánto y no puedo... verte mal... no puedo mirar hacia otro lado-digo soltando las lágrimas que había prometido esconder, pero no podía aguantarlas más, pugnaban por salir y mostrarle que estaba rota por dentro.

- ¡Ey! tranquila Amaia. Ven - dice tirando de mi mano hasta que quedo medio tumbada en la cama del hospital justo a su lado - lo sé. Has hecho lo correcto y nunca me enfadaría contigo por cuidar de mí. Te quiero Amaia y que te preocupes es lo más bonito que podías hacer por mí, eso quiere decir que no está todo perdido... - dice evitando un golpe que le di en su vientre.

- Ojalá no tuviera que hacerlo.

- Ojalá - dice besándome suavemente en la cabeza.

- Tienes que descansar - digo intentando levantarme, pero él me lo impide.

- Tú también necesitas hacerlo, ven preciosa - dice dejándome sitio en un lado de la cama para que yo pudiera entrar. Me tumbo apoyando mi cabeza sobre su pecho, y envuelta entre sus brazos escuchando su constante latido, me relajo y consigo quedarme completamente dormida.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora