Capítulo 39

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POV AMAIA

Ahí estaba de nuevo a su lado, después de hacerme los dichosos análisis, volví a su lado porque era donde tenía que estar, donde quería estar. Apenas aguantaba despierto unos minutos, por culpa de los medicamentos. Entendía en parte porque no quería venir aquí, él quería aguantar el máximo tiempo posible fuera de estas cuatro paredes, pero no me arrepentía de haberlo traído. Solo unos días más y quizás ya no hubiera habido ninguna esperanza, aunque hubiera pocas, existían y mientras hubiera vida, habría posibilidades de salir de aquella pesadilla. Aitana después de mi paso por urgencias, donde me atendieron, se había ido a su casa, debía descansar porque al día siguiente le esperaba otro duro día de grabación.

Pasados unos minutos, estaba cansada de estar allí sentada, dando miles de vueltas buscando la forma de colocarme para estar a gusto, pero no había manera, aquel sillón era el más incómodo del mundo. Estaba a punto de quejarme cuando se abre la puerta y me quedo estupefacta al ver quien es, no me lo podía creer.

-Xus.

- Hola querida.

- ¿Esta...?

- Si. Está aquí - dice entrando y dejando pasar a un hombre alto, fuerte, que sin duda tenía que ser el padre de Alfred porque esos ojos... esos ojos sin duda eran los mismos – Amaia, él es Alex, el padre de Alfred, Alex ella es Amaia, la mujer de mi hijo.

- Bueno es mi hijo también - le corrige y yo me quedo sorprendida por su respuesta - encantado de conocerte, aunque me hubiera gustado que fuera en otras circunstancias - dice mientras me da amablemente la mano a forma de saludo. Su mirada destilaba sinceridad, quizás de verdad quisiera a Alfred pero la vida a veces es demasiado complicada y puede con nosotros, nos supera.

- ¿Cómo está? - pregunta Xus acercándose al lado de su hijo.

- Con los efectos del tratamiento, está casi todo el tiempo dormido.

- Pero...

- Se pondrá bien, tiene que ponerse - digo mordiéndome el labio intentando aguantar las lágrimas que esos días salían con tanta facilidad.

- Quiero hacerme las pruebas ya. No quiero perder un minuto más por si tenemos que buscar otro posible donante.

- ¿Otro posible? - pregunto extrañada.

- Ojalá pueda hacerlo yo, pero si no... haré lo posible por encontrar a alguien, tengo un hijo y quizás... cuando se entere de todo esto me odiara, pero... seguro que, si sabe que puede ayudar, lo hará, es buena persona. Incluso tengo dos nietos que... haré lo que haga falta.

- Bien, ya tenemos algo que no teníamos hace unas horas... opciones - digo abrazándola para transmitirle todo mi apoyo, ahora tenía que ser la fuerte porque para mí esto era duro, pero imaginaba que para una madre seria lo peor que te puede pasar en la vida.

- Bien.

-Quédate con él, yo le acompaño al señor.

- Alèx, por favor – dice sonriendo – Perfecto, vamos.

Salimos por la puerta en busca de Alex, nuestra Alex, para que se encargara de hacerle las pruebas de compatibilidad lo más rápido posible al padre de Alfred, teníamos poco tiempo que perder... a Alfred le quedaba muy poco tiempo.

- Entonces... ¿estás casada con mi hijo?

- Si, hace solo tres semanas.

- Oh... me alegro. – dice y le notaba nervioso, sin saber cómo afrontar el tema – ¿Y tú sabes lo que opina tu marido de mí? – dice directo... en eso se parecía su hijo a él, siempre directo al grano, sin preámbulos...

- No le odia, si es eso lo que pregunta, solo necesita que le expliquen algunas cosas, prácticamente acaba de enterarse de que su tiene otro padre...

-Ya lo entiendo, y lo haré, aunque creo que cualquier excusa que le dé no va a ser válida. Solo he sido un idiota, un cobarde que tenía miedo a perder, y ya estaba perdiendo cuando me aleje de él.

-Si lo hizo, Alèx, tiene un hijo increíble.

-Si, eso es lo único que me reconforta. Que lo dejé en buenas manos, ellos supieron hacer lo que yo no tuve valor de hacer.

- Es por aquí... - digo tomando el camino al cuarto donde solía estar Alex. Solo que cuando di la vuelta en una esquina, ahí estaba la enfermera, esa mujer tenía el don de la oportunidad, siempre estaba cerca cuando la necesitabas.

- Alex – le digo al verla – a ti te buscaba.

- Hola Amaia, pues ya somos dos. También andaba en tu busca, tengo tus resultados y...

- Alex eso puede esperar. Te presento a Alèx, el padre de Alfred. Quiere hacerse las pruebas de compatibilidad.

- ¡Dios mío! Un tocayo-dice con una sonrisa.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora