Capítulo 36

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POV AMAIA

Desde que llamó a su madre hace unas horas se le veía mucho más apagado, sabía lo importante que para él era su madre y lo poco que le gustaba verla mal. Le notaba triste, a la par que agotado.

Sabía de sus intenciones, quería ser egoísta y solo pensar en él lo que le quedara de vida, pero... era tan bueno, tan leal, que por mucho que quisiera, siempre pensaba en la gente a la que quería, antes que en él.

Le vi desvanecerse de nuevo, le llame un par de veces, pero no hacía caso, así que llame a la enfermera, ella me pidió que me tranquilizara y me dijo que estaba dormido, pero que, de todos modos, llamaría al médico. Así lo hizo y su doctor me confirmo que simplemente el agotamiento le gano, estaba profundamente dormido, que, si a la noche no despertaba, ya verían, pero que ahora le dejara reposar. Así lo hice y le dejé un rato solo. Me senté en el pasillo, justo delante de su puerta para intentar yo también recomponerme después del susto.

Llevaba un rato sentada, mirando hacia el infinito, intentando no pensar, no sentir, pero era tan complicado... Ahora que me importaba tanto, se iba a ir de mi vida, puf no estaba preparada ni para pensar en ello. Estoy tan metida en mis pensamientos que no escucho unos pasos que se acercaban a mí.

- Amaia - levanto la mirada hacia la dirección de la voz y me encuentro con Aitana mirándome.

Me levanto y la abrazo como si fuera un salvavidas en medio de una tormenta en el mar. La había echado mucho de menos, la necesité tanto en mis momentos de duda, en mis malos momentos, esos en que el miedo me vencía y el pánico aparecía.

- ¡Dios Aiti! te he echado tanto de menos - digo apretándola aún más.

- Yo también amiga - dice separándose para mirarme, las lágrimas volvían a correr por mis mejillas, quizá lo estaba haciendo demasiado, en las últimas horas - ¡Dios mío! mírate Amaia, estas más delgada y tus ojos...

- Yo... - no puedo hablar, era intentarlo y volver a llorar aun con más vehemencia.

- ¡Ey! tranquilízate, vamos a sentarnos, ven - dice ayudándome a sentarme, sin dejar de agarrarme de la mano.

- Estamos esperando pruebas. Pero... no pinta bien - digo llorando de nuevo.

- Ya Amaia, está bien. Él es fuerte, es muy fuerte no te puedes rendir, todavía no.

- Yo... todo iba tan bien... no puedo perderlo. Ahora menos que nunca, le quiero Aiti...

- Lo sé – dice mi amiga mirándome fijamente, como sabiendo lo que iba a decirle.

-No, estoy enamorada de él. Le quiero como no he querido a nadie en mi vida, no puedo vivir sin él. No sabría vivir sin él. Me ha enseñado tantas cosas... me he acostumbrado a él, a estar a su lado, siempre, en cualquier momento de mi vida, él siempre ha estado ahí... si me alejo cinco minutos ya noto un vacío, lo echo de menos. ¿Cómo voy vivir sin tenerle cerca?

- Pues si Amaia, estás enamorada - dice haciendo que ambas sonriéramos - hubiera sido increíble en otras circunstancias. Pero aun así me alegro. Porque no hay cosa más hermosa en esta vida que encontrar el amor de tu vida y poder disfrutarlo, sea el tiempo que sea Amaia. Eso que has vivido, no será en vano, te lo llevas para siempre aquí - dice colocando su mano sobre mi pecho – siempre lo habéis sido, o simplemente tú no te dabas cuenta, pero cuando estáis juntos, sois muy especiales, yo siempre lo vi.

- Él lo es. Sin duda nunca hubiera pensado decir esto - digo riéndome - pero sin duda, estamos hecho el uno para el otro. Somos tan iguales y a la vez tan diferentes... pero conectamos de una forma tan especial... estos días han sido los más importantes y más bonitos de mi vida... y no quiero que se acabe, no es justo...

Me quedo un rato fuera con Aitana intentado ponernos al día. Estaba feliz de volver a tenerla cerca. No paraba de reír por sus cosas hasta que levanto la mirada y veo como el doctor de Alfred se acercaba hacia su habitación.

- Doctor, ¿se sabe algo? – pregunto ansiosa.

- Tengo los resultados. Venia para hablar con Alfred - dice muy serio, lo que me da a entender que la cosa no iba bien.

- Doctor... - quiero seguir preguntándole, pero estaba claro que primero hablaría con Alfred.

- Mejor entremos, si no ha despertado, veremos qué hacer para que recupere la conciencia– dice muy serio.

- Bien - digo tragando saliva. Y entonces siento como Aitana me agarra de la mano parándome.

- Te espero aquí ¿Sí?, estaré esperando por si me necesitas.

- Gracias – digo intentando sonreírle, pero estaba muy nerviosa.

En realidad, sabía que en esa carpeta que llevaba el médico no iba a poner nada bueno, solo rezaba porque no fuera tan malo, porque no sabía si podría superarlo.

Entro y veo a Alfred despierto, pero aun recostado. Al menos verlo así me sacó una pequeña sonrisa, había despertado por sí solo, eso ya era algo. Me acerco y le aprieto la mano, quería que sintiera mi apoyo.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora