Capítulo 48

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POV AMAIA

Cuando llega la hora de poder entrar en cuidados intensivos a visitar a Alfred, me llevan a una sala, allí después de contarme todo tipo de reglas, me empiezan a colocar uno de esos trajes que llevaban las enfermeras para entrar allí. Llevaba también un gorro, guantes, patucos sobre mis zapatos y una mascarilla, pero tenía tantas ganas de verlo, de sentirlo respirar, de tocarlo que estaba empezando a inquietarme, pero sabía que era por su bien y haría lo que hiciera falta.

Xus me deja entrar primero, sabía que ella tenía que estar igual que yo de nerviosa, pero... me ofreció el puesto y era algo que tendría que agradecerle siempre porque no hubiera podido esperar más para verlo.

Me dejan pasar y entro en una habitación cuyas paredes eran de cristal, supongo que para tenerlo mejor vigilado. Alfred estaba conectado a un montón de cables y diversas maquinas que hacían ruidos muy extraños. Escuchaba sus latidos suaves, pero estaban ahí de forma constante. Me acerco despacio con temor de molestarle o de hacerle daño, solo con mi cercanía.

Doy un par de pasos más, hasta que quedo justo a su lado, cerca de poder tocarle. Se le veía tan tranquilo... Alargo mi mano para tocar su brazo, pero en el último momento me echo hacia atrás... siento una especie de electricidad que corría por todo mi cuerpo empezando por los dedos de mi mano. Vuelvo a acercarme despacio, dejando una pequeña caricia sobre su brazo solo con las puntas de mis dedos enguantados.

Vuelvo a sentir una presión al verlo así, pero intento yo misma darme ánimos, tenía que pensar en que habíamos ganado una batalla, de que, de momento, estaba vivo, había salido de la operación, tenía que pensar en lo luchador que era y en que nunca... se iba a rendir... nunca nos iba a dejar.

Coloco mi mano cubierta de látex, sobre la suya, entrelazando mis dedos con los de él. Luego subo con cuidado su mano hacia mi boca cubierta y beso despacio cada uno de sus dedos... siento como mis lágrimas mojaban la mascarilla y esta sus dedos. Recuerdo lo que había sucedido en los últimos meses de mi vida... presentarme a aquel casting en contra de mi hermano, pensar que era mi última oportunidad, estar tres meses encerrado en una Academia, salir y que todo se me viniera encima y llego él y todo esto, todo esto que es al final en lo que se ha centrado mi vida. Cuando todo esto acabe dejaré todo de un lado y me centraré en una sola cosa, en ser feliz, con y para mi familia. Me iba a ocupar de nuestro futuro juntos y de nuestro pequeño... pero para nada iba a dejar la música de lado porque era mi vida, pero pondría por una vez, a mi familia en su sitio... no la abandonaría. Ahora iba a tener un motivo para querer volver a casa todos los días... un motivo para luchar por ser feliz, un motivo más para crear música. Nunca antes lo hubiera imaginado, a pesar de haber querido siempre encontrar ese tipo de amor en mi vida... a pesar de todo eso, nunca tuve la fe necesaria. Ahora... tenía fe, en mí, en él y en los dos juntos... nadie ni nada podía separarnos, ni pararnos... esto sin duda era una unión... mágica como él diría.

No hago nada más que contemplarle, no puedo dejar de mirarle. Me sentía tan bien a su lado, feliz, segura, en paz, amada... me hacía sentir como hacía mucho que no me sentía, como antes de...en realidad, nunca antes me había sentido así, nunca antes.

Podía imaginarme con solo cerrar los ojos una vida a su lado, con nuestro pequeño corriendo feliz detrás de él. Me lo imagino con su gran sonrisa presidiendo su cara. No me era difícil imaginarme una vida feliz a su lado porque solo había pasado unas semanas y han sido, sin dudarlo las más felices de mi vida... las semanas en las que había vuelto a ser la pequeña Amaia, pero a la vez había madurado tanto. Él había conseguido que fuera yo por completo, y ahora solo podía soñar con esta nueva Amaia a su lado siempre... con hacerle feliz, tanto como él me hacia mí, con vivir... simplemente eso, vivir a su lado, que no era poco.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora