Capítulo 25

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POV ALFRED

Puedo notar el mar en el ambiente, pero el dolor en el pecho se está empezando a hacer insoportable. Intento tomar aire, lo intento, pero apenas consigo mantenerme de pie.

-Alfred, Alfred...

-Agua, necesito agua-digo sacando mis pastillas y ella sale corriendo y llega enseguida con un vaso de agua. Me tomo la pastilla mientras intento recuperar el ritmo normal de mi corazón, pero aún me cuesta mucho.

- ¿Qué puedo hacer? Alfred, Alfred túmbate ¿sí?-dice mirándome con miedo en los ojos y eso hace que sienta que tengo que tranquilizarme, el sentir que tengo que estar bien por ella hace que empiece a entrar de nuevo aire en mis pulmones.

Me siento en la silla más cercana y ella se sienta a mi lado me agarra de la mano y no deja de acariciarme. No sabe qué hacer, pero lo que no sabe es que ahora mismo está haciendo todo lo que tiene que hacer, estar ahí conmigo a mi lado, eso está haciendo que todo vuelva a la normalidad, aunque el dolor en el pecho seguirá un poco más...

-Gracias.

- ¿Gracias? ¿Por qué? No he hecho nada.

-Que si-digo con una sonrisa y la veo sonreír, y eso me tranquiliza aún más.

-Necesitas algo...

-No, solo un poquito más y luego podemos salir a dar un paseo, eso puede venirme bien, la playa siempre me sienta bien.

-Perfecto, lo que quieras.

-No Amaia, lo que quiera no, si no quieres algo...

- ¿Pasear por la playa? Claro que quiero no digas tonterías-dice con una sonrisa y yo sonrió mientras cierro los ojos intentando calmar ese dolor en el pecho, intentando poder calmarme lo suficiente para poder disfrutar de todo esto porque si no, nada tenía ningún sentido.

Disfrutamos de un paseo entre bromas y risas, y por supuesto con música ambientando nuestro camino. Era increíble todo lo que sabía de música, me podía tirar horas y horas hablando con ella de ello y ni si quiera me daría cuenta.

Cuando miro a nuestro alrededor veo a varias parejas paseando como nosotros, bueno como nosotros no, Amaia no estaba enamorada de mí, eso hace que sienta una punzada en el corazón, estábamos recién casados, pero no, para nada esto es una luna de miel.

La miro y la veo sonreír y de repente siento unas ganas de llorar increíble, daría mi vida porque ella sintiera lo mismo que yo, ojalá poder tener algo más de tiempo, quizás entonces, quizás si pudiera enamorarla.

-Tierra llamando Alfred.

- ¿Perdona?

-Estabas en Marte. ¿Qué pasa por esa cabecita tuya?

-Solo tu-digo con una sonrisa y la veo reírse mientras sigue hacia adelante y yo sonrió mientras la sigo, aunque me seguía matando esa sensación de no poder vivir esto de verdad. Pero no me da tiempo a pensar en ello cuando escucho una voz conocida llamarme.

- ¿Alf?

Cuando me giro allí está Marta con una sonrisa, entonces veo como se separa de David que está justo a su lado y sale disparada para abrazarme.

-Cuanto tiempo Marta-digo abrazándola con fuerza.

-Joder sí que hace tiempo-dice David dándome otro abrazo.

Miro a Amaia que está allí a un lado sin saber muy bien que hacer o decir.

-Amaia ellos son Marta y David, son mis amigos de la infancia, siempre que venía de vacaciones estábamos juntos.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora