Capítulo 35

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POV ALFRED

Me despierto asustado, estaba teniendo una pesadilla, en cuando abro los ojos, ni recuerdo donde me encuentro, hasta que comprendo. Lo que estaba viendo, no era una pesadilla, era una realidad, había vuelto a esta maldita habitación de hospital. Me desarropo para levantarme, estaba cansado de estar aquí, tumbado, pero no me da tiempo a levantarme, se abre la puerta y veo como Amaia viene corriendo hacia mí para intentar impedir que me levante.

- Alfred ¿Qué haces?

- Levantarme - digo enfurruñado.

- Tienes que descansar, tienes que recuperarte.

- Estoy bien, solo necesito salir de aquí – le explico.

- Bien, espera, voy a buscar a un médico para que nos traiga una silla de ruedas.

-¿En serio? – Le pregunto sorprendido – ¿Para qué?... Amaia, tengo leucemia, mis pies están bien – estaba muy enfadado, pero no con ella, al fin y al cabo, ella había hecho lo que teóricamente haría cualquiera, estaba enfadado con mi cuerpo, por no reaccionar a mis órdenes, por no dejarme vivir un poco más de tiempo tranquilo.

- Es de la única manera que saldrás de aquí, así que tú eliges – me dice muy seria.

- Bien - digo al ver su cara, sabía que no podía ganar cuando se ponía en plan mandón.

Sale de la habitación y vuelvo a poner mis posaderas en la cama, completamente resignado y vencido. Sabía que lo hacía porque se preocupaba por mí, pero... a veces sentía que necesitaba hacer esto solo, sin que nadie a mi lado sufriera. Pero yo elegí tenerla a mi lado, fui egoísta y decidí ser feliz junto a ella, a pesar de que ella no me quisiera o no estuviera enamorada de mí. La obligue a vivir "mi infierno" conmigo, ahora no podía hacer nada para alejarla de todo ese dolor.

Quizás tenía que haber pensado mucho antes en todo esto, pero el deseo de tenerla, supero al resto, la necesidad de su compañía supero a la necesidad de alejarla de todo lo malo que iba a pasar. No me arrepentía de nada de lo que habíamos vivido o hecho, que me dijera una vez que era feliz era todo lo que quería llevarme conmigo de este mundo. Pero, de aquí en adelante, sabía que ella misma querría borrar su memoria, o sencillamente, a mí me gustaría que no tuviera que vivirlo conmigo... Lo triste, es que la conocía y ahora más que nunca estará ahí, a mi lado, no voy a poder hacer nada para alejarla, aunque se lo prometí el día de nuestra boda a su madre.

- ¡Ey! - dice entrando de nuevo- te he conseguido la mejor - dice con una sonrisa, mostrándome una silla de ruedas que debió coger de algún lado. Me ayuda a levantarme para poder sentarme allí, y solo ese movimiento, hizo que me sintiera agotado. A lo mejor ella tenía razón y necesitaba descansar.

Salimos hacia el pasillo y damos un par de vueltas, pensé que íbamos sin destino final, pero parecía que Amaia sabía muy bien adonde me llevaba. Fuimos a una especie de patio interior que estaba rodeado de un montón de plantas y había unos pocos bancos para poder sentarse y tomar un poco de aire, aire sin olor a medicinas. Nos sentamos en el banco más alejado, con ayuda de nuevo de ella. Nos sentamos muy juntos como últimamente hacíamos casi todo, sin darnos ni cuenta, era como si nuestros cuerpos se buscaran. Nos mantuvimos ambos en silencio, durante un tiempo, tranquilos y agarrados de la mano hasta que Amaia saca lo que la estaba comiendo por dentro.

- Tengo que decirte algo – toma aire y la noto como si decirlo le costara demasiado - He estado hablando con alguien que me abrió los ojos – media sus palabras, las estudiaba antes de decirlas, como si aquello fuera primordial para ambos - Hay algo que debo contarte y que no puedo, ni quiero, seguir callando. Pensaba que si lo ocultaba...

- Amaia– le digo cogiendo su cara y elevándola para que me mirara, me estaba poniendo muy nervioso y tenía miedo, el mismo que veía en sus ojos, ¿se estaba arrepintiendo de estar conmigo? ¿Iba a dejarme?- ¿Qué pasa?

- Yo Alfred... te quiero - dice mirándome muy seria.

- ¿Qué? - pregunto arrugando el ceño, sin saber, ni comprender que era lo que quería decir.

- Estoy enamorada de ti.

Cuando dice eso me quedo mirándola, sus ojos me decían siempre lo que rondaba por aquella cabecita y hoy más que nunca, gritaban lo que ella me había dicho. Necesitaba saber si decía la verdad o era solo un nuevo regalo que me hacía para que me sintiera mejor. Estos días había cambiado, era ella la que había dado el paso para ir más allá pero nunca me imaginé... esto.

- Alfred... - pero no la deje seguir la beso con fuerza en sus labios sorprendiéndola en un principio hasta que siento como ella me devuelve el beso con pasión y con ¿amor?

- T'estimo - le digo en apenas un susurro cuando nos separamos, quedando nuestras frentes juntas y nuestros ojos cerrados viviendo el momento como si de un sueño se tratara, sin duda el mejor sueño de mi vida.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora