POV AMAIA
Se abre la puerta de la habitación que me habían adjudicado después de mi desmayo. Ya me encontraba bien, solo precisaba dormir unas horas a pierna suelta y comer algo. Tanto Alex, como Aitana eran unas exageradas y montaron un circo impresionante por un poco de cansancio. Aparece Alfred con una sonrisa que le ilumina el rostro, incluso parecía otro, estaba resplandeciente. Se acerca despacio a mi cama y se tumba a mi lado, me besa suavemente y me dice:
- Lo he conseguido – tenía la misma sonrisa que tendría un gato después de atrapar un ratón.
- ¿Sí?
- Tenemos un par de horas para nosotros, completamente solos. Nadie nos va a molestar -dice justo en mi oído a la vez que me mordisqueaba el lóbulo. Mi sangre se calentaba solo con su contacto.
- ¿Cómo...?
- Eso da igual... lo importante es que lo he conseguido.
- Les has dicho que...
- Creo que no hacía falta - dice riéndose.
- ¡Dios mío! qué vergüenza, creo que no voy a poder mirar a tu madre, ni a Alex a los ojos en lo que me queda de vida... buah que horror, no deberías haberlo hecho... que van a pensar de nosotros –digo y Alfred empieza a reírse de mi - ¡Ey! - digo golpeándole el pecho.
- Me gusta cuando te sonrojas, cuando te avergüenzas, ese color te sienta tan bien en la cara... Pero ¿sabes lo que más me gusta? -dice atacando mi cuello y haciendo que suspirara - me gusta cuando te olvidas de todo, cuando te centras en ti y en mí, juntos. Sin pensar, solo disfrutando el momento.Le beso con fuerza atrayéndolo hacia mí, le necesitaba, necesitaba sentirlo lo más cerca posible. Quería quitarle la ropa, que me hiciera suya... todo mi cuerpo lo pedía a gritos.
- ¡Dios Amaia! quiero besarte mil veces – dice poniéndose manos a la obra. Era algo especial esa sintonía que teníamos. No sé cómo, pero sabía exactamente donde acariciarme, donde poner sus labios para que yo disfrutara y sintiera esa unión.
Siento como bajaba por mi estómago dejando besos por cada zona, sin dejar de mirarme a los ojos, viendo como disfrutaba de las sensaciones que me producían sus caricias. Mientras yo, en esos ojos tan penetrantes, veía todo lo que el sentía al proporcionarme placer. Me sentía tan amada, deseada, segura, viva.
Poco a poco me va quedando sin ropa interior, mientras él seguía con su bata del hospital y los slips. Baja hasta donde más lo necesitaba dejando allí también besos y pequeños mordiscos provocándome suspiros de necesidad. Quiero acelerar un poco para que acabe esa tortura y coloco mi mano sobre su cabeza dirigiéndole hacia donde más lo necesitaba y puedo sentir su sonrisa sobre mis partes más íntimas. Eso me proporciona un roce tan especial que en ese momento pienso que he llegado al clímax, pero solo era el principio. Empieza a mover su boca hasta llegar a mi clítoris haciéndome saltar ante la inesperada intromisión de dos de sus dedos en mi interior y empieza a moverlos tan deprisa mientras no dejaba de usar su boda sobre mi clítoris. Una fuerte sacudida interior empieza a recorrer todo mi cuerpo. Era el mejor orgasmo que había notado en mi vida, tanto, que me fue imposible evitar un quejido de placer a la vez que su nombre caía de mis labios en un suspiro.Lo siento de nuevo subiendo por mi cuerpo, besando cada parte por donde pasaba. Cuando llega a mi pecho le da una ración extra de mimos a cada uno de ellos haciéndome gemir de nuevo. Poco a poco va subiendo hasta llegar a mi cuello y allí se detiene besándome, lamiéndome y dejando pequeños mordiscos justo en mi cuello, seguro que voy a ir marcada unos días, pero no puede darme más igual. Poco a poco arrima su boca a mi oído y solo sentir su cálido aliento hace que me estremezca.
- Te quiero - susurra casi en un suspiro y ya no me puedo resistir más a la tentación. Era mi turno para hacerle saber lo que lo quería, lo que lo deseaba.
De forma salvaje, le quite la bata del hospital y sus slips, dejando al descubierto sus partes, y la timidez se me va de golpe, estoy deseándolo tanto que no quiero esperar más.
Me coloco sobre él, me inclino y puedo notar claramente su alegría por verme. Estaba preparado para mí, así que mi boca lo busca y lo encuentra, y hago todo lo que está en mis manos para hacerle disfrutar tanto o más de lo que él me ha hecho hacerlo a mí. Escuchaba los suspiros y la rápida respiración de Alfred y eso me calentaba también a mí. Notar lo que provocaba en su cuerpo, me excitaba tanto o más que cuando me poseía.
Escuchando sus jadeos, comprendo que aquello no duraría mucho más, así que paro y me coloco a su lado y ambos nos acercamos. Inmediatamente lo tenía pegado a mi espalda y con su erección a punto de entrar en mi interior. Solo sentir el contacto de su cuerpo junto al mío hacía que mi cuerpo temblara. Cuando me penetra, puedo notarlo por completo, como me llena y eso me provoca un placer sublime.
- ¡Oh Dios! -suspiro al sentir como me llenaba por completo. Nos quedamos ambos así parados, solo sintiéndonos durante un momento. Intentando alargar ese momento de pasión, de deseo, de amor. Puedo sentir, como me acaricia el estómago, como besa mi cuello, como un cosquilleo recorre todo mi cuerpo.
Poco a poco va moviéndose despacio. Lo necesitaba tanto, lo quería y lo deseaba tanto que no quería perderme en toda esta pasión que nos estaba consumiendo, pero por un momento vino a mi mente que podía ser la última vez que pudiéramos hacer el amor y sentí como unas lágrimas furtivas caían por mi rostro sin poder pararlas.
- Amaia... ¿te hice daño? – pregunta preocupado.
- No pares... - casi le grito, moviéndome más rápido sacando un fuerte gemido de su boca.
- Amaia, pero...
- No pares... no pares nunca... te quiero – digo girando mi cuello y besándole, porque quería que ese momento fuera eterno, quería que nunca acabara, pero sobre todo quería que fuera especial, quería que fuera completamente mágico.
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Últimos deseos
RomanceAmaia y Alfred se conocieron dentro de la Academia. Pero su relación dentro fue distinta para cada uno. Mientras Alfred se quedo prendado por ella, ella no pudo fijarse en el chico del trombón porque ya se había fijado en otro. La historia empieza c...