Desde el principio de los tiempos, Chang Kyun nunca fue un chico normal. A sus diecisiete años era más listo que nadie de su edad, el más excéntrico, responsable y bajito de una clase en la que era el único asiático de ascendencia coreana. El mundo se presentaba siempre complicado y complejo para un Chang Kyun que mayormente vivía más en el mundo de los adultos que en el de los adolescentes.
Chang Kyun nunca fue normal, y nunca le molestó no ser normal. Un católico practicante que iba a misa todos los domingos con gusto, que llevaba un anillo de castidad y que no bebía, ni fumaba, ni se drogaba como casi todos los chicos de su edad sí hacían.
El mundo era complicado y mayormente Chang Kyun no lo entendía, pero a veces no entendiendo las cosas era cómo las cosas más extraordinarias le sucedían.
Debía ser una noche de finales de marzo o tal vez principios de abril cuando, en el lugar más insospechado, Chang Kyun se encontró por primera vez de bruces con lo que durante las siguientes semanas consideraría una hermosa epifanía.
Era la medianoche de un viernes y salía de una fiesta cuando se encontró con un ángel que durante muchos, muchos años, se negó a abandonar su cabeza.
Todo empezó con el repetitivo tono de llamada de un teléfono, y terminó con Chang Kyun en el suelo y el labio partido por el puñetazo que le había dado un idiota mientras él trataba de defender a un crío de unos quince años que iba muy borracho, y al que ese idiota en cuestión pretendía robarle ese teléfono que desde hacía muchos minutos no dejaba de sonar sin que su dueño quisiera dignarse a descolgar.
¿Por qué pensó que él, con su cuerpo escuálido y su metro setenta y cinco podría defender a alguien? Chang Kyun no tenía idea de por qué había hecho semejante estupidez, solo supo que no podía mirar hacia otro lado cuando pasaba algo injusto ante sus ojos.
Pero había acabado herido en el suelo y al chico acababan de arrebatarle el teléfono de las manos de todas formas.
Entonces la vio por primera vez. A su ángel, a la chica que él supo que con solo un parpadeo iba a convertirse en su primer amor. Más alta que él, de pelo castaño ondulado casi hasta la cintura, con unos ojos grandes, unos pómulos prominentes y unos gruesos labios que combinados en esa carita, la hacían lucir como la chica más guapa que él hubiera visto jamás.
Un ángel con un bate de beisbol en las manos y ningún reparo en usarlo contra la persona que le había robado el teléfono a ese chico y que le había golpeado a él en la cara.
-¡Que te vuelva a ver yo intentando ponerle un dedo encima a alguien y haré algo más que darte un golpecito en la entrepierna, imbécil! –le gritó al ladrón mientras éste huía como podía, y Chang Kyun supo en ese mismo instante que esa chica iba romperle el corazón en mil pedazos y sin siquiera tener que usar ese bate de metal que sujetaba con unas manos y que, con sus nudillos heridos, mostraba que esa no era el primer lío en el que esa chica se metía.
Era todo lo que ninguna mujer, real o ficticia, que conociera era. Ni emocional, ni sensible ni delicada, solo un ángel de la destrucción que le había robado el corazón.
Cuando ella le tendió una mano, Chang Kyun estaba tan perdido en sus pensamientos que durante segundos muy largos se quedó inmóvil mirando los dedos de ella. ¿Podía tocarla? Siquiera estaba seguro de que ella fuera real, que no estuviese soñando y esa chica fuese simplemente producto de su imaginación.
La confundió. Supo con solo mirarla un segundo que su duda sobre aceptar aquella mano había confundido a esa chica tan alta. Ella aguantó varios segundos más con la mano extendida, pero al final se cansó de esperar y la retiró.
Fue justo en ese instante que él se apresuró a sujetarla, como si perder la oportunidad de cerciorarse de que ella era real, perder la oportunidad de juntar sus dedos con los de ella fuese a ser algo de lo que se arrepentiría durante el resto de su vida.
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Not all Girls are from Venus » Dodo x I.M. MONSTA X
RomantikDodo era como una bala perdida, como la rosa con más espinas. Quizá podría romper el corazón a cualquiera con un parpadeo y las costillas de un puntapié pero, para Chang Kyun, ese ángel de la destrucción era lo más bello que hubiera visto jamás. Él...