Capítulo 24

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De todos los hombres a los que había invitado a entrar en su casa. Ruggero era el más peligroso. Desde luego no era uno de esos tipos desenfadados que sólo querían pasar un buen rato. Pero no podía culparle por ello. Al fin y al cabo ella también quería algo más.

Le hubiera gustado poder decir que se debía a la química que surgía de modo natural entre ellos, pero sabía que eso era para los chicos de usar Y tirar. Lo que le hacía desear tener algo más con Ruggero. Sabía que había más en aquel hombre de lo que parecía a simple vista, y su subconsciente le empujaba a descubrirlo.

Lo invitó a pasar a su piso, de un tamaño respetable para tratarse de Nueva York,  pero ni de lejos tan glamuroso ni tan grande como el de Valentina. Dejó las llaves en la consola del pasillo y cerró la puerta.

-Bienvenido a mi casa - le dijo-. Ya he bebido bastante esta noche, así que te ofrezco un refresco o un café.

-Café me parece perfecto

-El salón está ahí - le dijo, señalando una puerta que partía del vestíbulo-. Ponte cómodo mientras lo hago. ¿Con leche, o con azúcar?

-Las dos cosas.

Entró a la cocina sin mirar atrás. Tenía que recuperar la perspectiva, recordarsé que quería saber más de él, y no contarle hasta el último detalle de su propia vida. Pero sabía qué, sin hablarle de su pasado le ayudaba a relajarse y quizás a confiar en ella, estaba dispuesta a desnudar su alma.

Demonios... Plantearse en serio acceder a ser su amante por tener acceso a su historia. Y puede que hubiera sido más fácil acostarse con el que revelarle detalles de sí misma que prefería mantener ocultos.

Tenía una de esas cafeteras monodosis de la que estaba perdidamente enamorada, dada sus costumbres de hacer café a cualquier hora del día o de la noche y la posibilidad de cambiar de tipo de café sin tener que tirar todo una cafetera ya hecha. Willow le había dicho en una ocasión que su keurig era su camello, y ella le había corroborado entre risas que, efectivamente, el café era la droga de su elección.

Lo sirvió en las dos tasas con el logo I love NY que compró cuando se fue a vivir a la ciudad para estudiar, las puse en una bandeja que había sido de su abuela, colocó los terrones y la jarrita de la leche, cucharillas y servilletas, y se dirigió al salón.

Esperaba encontrarse a Ruggero sentado en el sofá o en la chaise longue, pero se había quedado de pie viendo las fotos. Está delante de una en la que aparecieron sus padres y ella el día de su graduación.

No dijo nada, pero estaba convencida de que estaba pensando en lo que le había contado antes en el coche.

-Viendola así, resulta difícil imaginarse que tenga problemas.

-Ya lo creo - contestó él-. Parece feliz y orgullosa de ti. Los dos.

-Ya te he contado que soy hija única, así que siempre he sido todo su mundo.

-Eso está bien. Así puedo dejar de pensar en ti como la pequeña cerillera.

-Pues menos mal. No quiero que pienses de mí así. Anda, van a tomar el café.

Dejó la bandeja en la mesita y se sentó en la chaise-longue para no verse obligada a sentarse a su lado. Ruggero la miró enarcando las cejas. La había pillado.

Añadió leche y azúcar a su taza mientras ella limpiaba el café que se le había caído de la taza y había ido a parar a la bandeja.

-¿Es verdad? - le preguntó él, alzando la taza.

-¿Eh?

-Que te gusta Nueva York.

-Ah, si. Mucho. Cuando llegué me atemorizaba, pero esa sensación duró poco. ¿Y a ti?

-No es que me guste especialmente. Más bien, la tolero.

Tomo un sorbo de café y cruzó las piernas, recostandose en el sofá.

Viéndole acomodarse allí, en su casa, karol supo que lo último que quería era que se fuera. Quería acurrucarse a su lado un rato y después hacerle el amor en su cama. Pero el único modo de conseguirlo era siendo capaz de lograr la historia que perseguía y a su hombre.

Pensó en la noche y la velada que habían compartido. No le había importado hablar de su pasado porque únicamente Valentina, Palmer y Ruggero estaban presentes, pero, si pensaba en que alguno de ellos podía verter esa información de la red, la cosa cambiaba.

-Creo qué Comprendo lo que me dijiste sobre cómo Me sentiría si todo el mundo pudiera enterarse de los detalles de mi vida personal.

-¿Ah, sí? Teniendo en cuenta tu pasado, es lógico que quieras mantenerlo en privado.

-A eso me refiero. Pero la mayoría de la gente que me conoce puede imaginarse que hay algo en mi pasado que me impide tener una relación que implique compromiso.

-¿Y eso es pertinente en este caso?

-Espera un momento, que estoy intentando resolver el problema que tenemos los dos. Si pudiera encontrar el modo de escribir tu historia sin hacerte preguntas directas sobre tu pasado, ¿ te parecería bien?

Ruggero se inclino hacia delante y apoyo los codos en las rodillas.

-Creia que la llave de oro se conseguía si yo te hablaba de mi pasado.

-Y así es. Pero eh comprendido que no vas a hacerlo y, sinceramente, ya no sé si quiero escribir esa historia. Estoy pensando que casi sería mejor entrevistarte acerca del programa de televisión y luego limitarme a observar como interactuas con tu familia. No les haré ninguna pregunta, y cualquier cosa que puedan decirme será confidencial, pero con mis observaciones personales podría resultar un artículo interesante.

Ruggero se levantó y se acercó a ella.

-Vamos a ver si me aclaro. ¿Quieres observar como me comporto con mi familia, pero sólo me harás preguntas respecto al programa?

-Sí - respondió ella, alzando la cara para mirarlo a los ojos.

-¿A cambio de ser mi amante?

-¿A cambio de ser mi amante?

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