Me replantee varias veces qué demonios pensaba cuando accedí a salir con Henry. Debí haber estado más estúpida que el resto de los días. Me puse mi vestido más recatado, peiné mi cabello dejándolo lacio y enmarqué mis ojos celestes cubriendo de rímel mis pestañas.
Sarah no se mostró reticente cuando le comuniqué que iba a salir, en mis años dentro del burdel, ni una noche había estado fuera sin trabajar. Supongo que me lo merecía y por ello, madame no comentó nada al respecto. Lucy, quien a fuerza de su interminable insistencia se había vuelto mi pseudo mejor amiga, se conformó con saber que saldría con alguien a cenar. Estaba segura de que al día siguiente no pararía de atosigarme con su millar de preguntas.
Salí del bar a las 07:00 p.m., la hora que Henry había ordenado para cumplir nuestro acuerdo. Interiormente celebré que fuera puntual, y exactamente a la hora acordada su automóvil aparcara en la acera para esperarme. Caminé con seguridad, sabiendo lo infartante que podía verme en mi ajustado vestido negro.
Me subí al automóvil, sabiendo que era lo que Henry esperaba. Sonrió mirándome mientras me abrochaba el cinturón.
—Hola, Sharon —me saludó con su pacífica voz—. Te ves realmente linda.
—Hola —respondí girando el rostro para mirarlo. Su sonrisa captó toda mi atención.
—Iremos a cenar, ¿algún lugar en especial? —me preguntó. Sólo pude encogerme de hombros.
—Nada en especial.
—Sólo una cosa —tituló mirándome con esa calidez tan particular que emanaban sus ojos celestes—. Por esta noche eres una mujer que no se prostituye, ¿vale? No salimos a cenar para que cumplas mis deseos sexuales.
—Lo sé, ni siquiera puedo hacerlo cuando pagas por ello —le recordé sonriéndole divertida—. Como si no hubiera pasado, Henry Taylor.
—Fabuloso, Sharon Williams.
El automóvil marchaba velozmente por la autopista, no quería que Henry se diera cuenta, pero por momentos no podía dejar de mirarlo. Llevaba un poco de barba en su rostro y su perfil alumbrado por las amarillentas luces de la carretera lucía fabulosamente agradable. El interior del carro siempre olía a cuero limpio mezclado con la colonia de hombre que usaba su dueño, podía acurrucarme en el asiento y dormir abrazada por aquel acogedor aroma.
De repente aquella situación me resultaba extraña, mi cuerpo y mi alma estaban demasiado sucios como para salir a cenar con cualquier hombre que no sólo me viera como una prostituta. Ese capricho de Henry de querer hacerme sentir como si no fuera una simple puta de burdel era algo estúpido, ¿qué pensaba? Que podría mantener una relación seria con una mujer como yo.
Aquel hombre era tan hermoso como estúpido. Y si no fuera porque sentía una real atracción sexual hacia él le hubiese prohibido pagar por mí desde el primer momento.
—Deberemos caminar casi una cuadra —me informó mientras terminaba de aparcar el carro—. Por esto prefiero tener chofer.
—No me molesta caminar —acostumbraba hacer mayores sacrificios.
—Bien, bajemos entonces.
La noche se cernía sobre nuestras cabezas y el frío del invierno parecía intensificarse cuando pasaban los días. Una fresca brisa me acariciaba la piel y sólo pensé que deseaba estar metida en mi cama. Contuve el impulso, aunque mayormente eran ganas, de prender un cigarro. No quería tener olor a nicotina esa noche.
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Pago por Amarte
RomanceSharon, una mujer que decide huir de su vida y prostituirse, se encuentra con un hombre decidido a sacarla de allí. Envuelta en un crimen y con un pasado que no deja de lastimarla, Sharon Williams decide aceptar el dinero de su nuevo amante, porque...