"Losing grip"

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Levanté el rostro desconcertada, me costó un momento entender que me había quedado dormida con la cabeza apoyada sobre el pequeño escritorio de la oficina donde me habían dejado. La puerta se abrió en el momento que mi visión se volvió nítida, me sorprendió ver al amigo de Henry entrar vestido de traje y con un maletín en mano.


—Hola, Sharon —saludó mientras cerraba la puerta—. Henry me envió para oficiar de abogado contigo.

—Hola —respondí. Cuando pedí que contactaran a Henry pensé que él mismo vendría a ayudarme.

—Seré de más ayuda que mi amigo —me explicó sonriéndome divertido. Con total confianza, abrió la silla del otro lado del escritorio y se sentó—. Cuéntame, ¿por qué estás aquí?

—Encontraron a Eric Wilson asesinado cerca del burdel, había estado conmigo momentos antes —le expliqué brevemente, sus ojos me observaban con atención.

—¿Sólo eso?

—El fiscal me informó que no tenían a otro sospechoso y por ello debían demorarme. Pero juro que no tengo nada que ver, Paul —él asintió pensativo.

—Sabes que no debes mentirme a mí, ¿verdad, Sharon? Soy el único que puede ayudarte ahora.

—No estoy mintiendo —insistí—. Eric Wilson era un cliente mío desde hace tiempo, no tenía por qué matarlo. Además, sacando cuentas en el momento en que le dispararon, yo aún estaba en la habitación. No fui yo.

—¿Wilson iba seguido? —preguntó mirándome fijo con sus ojos negros.

—Sí, una vez por semana quizás —me encogí de hombros—. No era su amante, sólo soy una prostituta. Si vas al burdel y pagas por mí, me acuesto contigo, no es tan difícil de entender —el amigo de Henry me sonrió de lado, era apuesto.

—Hablaré con el fiscal —me aseguró—. Veré qué puedo hacer para sacarte.

—Vale —carraspeé mientras decidía si decir lo que seguía o no. Finalmente me decidí—. Agradécele a Henry de mi parte.

—No te preocupes por Henry, Sharon —respondió resueltamente con una sonrisa en el rostro—. Cuando te saque de aquí tengo órdenes expresas de devolverte a su penhouse —aquello me sorprendió.

—Pero...

—Arréglalo con él —dijo interrumpiéndome, su rostro denotaba diversión—. No enfadaré a mi mejor amigo.

—Está bien —al menos podría darle las gracias en persona.

—Volveré cuanto antes con noticias —anunció encaminándose hacia la puerta.

—Te veré pronto entonces —mencioné sonriéndole a penas. Él me devolvió el gesto.


Volví a quedarme sola en la oficina. Al parecer, las horas serían interminables allí, sin poder decidir o saber qué me depararía el destino. Esperaba que Paul Miller pudiera sacarme rápido de allí. Era inocente, nada tenía que ver con el crimen que me atribuían, al menos si hubiese sido una maldita asesina no me molestaría tanto por perder mi libertad, pero la injusticia era algo que no podía tolerar.

Hacía un buen rato me encontraba harta de mirar los cuadros en la pared de la pequeña habitación, creí que iban a dejarme allí por siempre, pero en el fondo sabía que las cosas de ahora en más solo podían empeorar. Con el paso firme, uno de los oficiales que me buscó del burdel, se adentró hacia mí. Tal vez rondara los 40 años, tenía una incipiente barba sobre el rostro, unos ojos cafés un poco enchinados y el uniforme no le hacía la justicia necesaria, de cualquier manera no era alguien desagradable.

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