Alguien golpeaba la puerta con demasiada insistencia, enterré mi cabeza en la almohada conteniendo la ira, quería quedarme en la cama por más horas. Me sentía cansada y odiaba despertar temprano.
—Te buscan, Sharon. Necesito que salgas —era la voz, poco amistosa, de Sarah.
—Salgo enseguida —respondí elevando la voz.
Me quedé algunos minutos más en la cama, hasta que decidí ponerme mi ropa y salir a ver qué demonios me esperaba fuera de mí recamara.
El olor a nicotina impregnado en el empapelado de las paredes del bar, a este punto, ya me resultaba familiar y reconfortante. Era mi lugar conocido. Al entrar divisé a dos oficiales de policía cerca de la puerta, estaban sentados alrededor de una mesa y los acompañaba Sarah, quien fumaba relajadamente de la boquilla de su cigarro.
—Buenos días —saludé acercándome.
—Aquí está —anunció la madame, mirándome con una cínica sonrisa—. Sharon Ivonne Williams.
—Buenos días, señorita Williams —saludó uno de los oficiales—. Necesitamos hacerle un par de preguntas.
—Ustedes dirán —sugerí sentándome en la única silla vacía.
—¿Conocía usted al señor Eric Wilson? —preguntó el otro oficial, se veía un poco mayor a su compañero. Su gesto era asqueado, de seguro no se tragaba el cuento de Sarah, de que nosotras sus chicas sólo éramos inocentes bailarinas de pool.
—Sí —respondí secamente.
—Díganos, ¿qué sabía sobre él? —cuestionó insistiendo.
—No mucho —me sinceré—. Tenía una esposa, aunque estaban separados y ella vivía un amorío con su amante —me encogí de hombros—. El señor Wilson siempre lo mencionaba.
—¿Qué relación tenía con Eric, señorita William? —soltó rápidamente el primer oficial.
—Ninguna —dije rápidamente—. Venía a veces, siempre quería charlar conmigo —evité decir que lo hacía después de pagar por sexo—. Pero no teníamos una relación.
—Usted lo vio antes de que lo mataran, ¿no es así? —asentí sin poder detallar aquella situación.
—¿Le dijo algo? —preguntó el policía mayor ante mi silencio.
—No —me sinceré—. Sólo me preguntó por qué seguía aquí, si podía tener a alguien que cuidara de mí. Luego se marchó.
—Yo lo vi salir del bar, al igual que todo el mundo —insistió Sarah.
—Quedará a nuestra disposición, señorita Williams —me advirtió el oficial mayor.
—Estamos investigando el crimen —especificó el otro policía—. Gracias por su disposición.
—No hay de qué.
No supe qué más añadir. La situación me sobrepasaba. Ya había transitado interrogatorios de ese estilo cuando Lindsay decidió suicidarse, sólo que eran mucho más exhaustivos, dado que yo era su última pareja estable. La policía me producía rechazo, supongo que eso le genera a cualquier prostituta. No importa cuanta libertad dispongamos de nuestros cuerpos, trabajar con ellos siempre será un problema. El uniforme les quitaba la empatía, pero cuando necesitaban acallar sus deseos siempre recurrían a algún burdel. No me caían nada bien.
—No es contra ti —me aseguró Sarah cuando estuvimos solas—. No tienen ni las ganas de incriminarte, Sharon.
—Lo sé —murmuré—. Pero de cualquier forma sólo soy una sucia prostituta para ellos.
—Lo somos para todo mundo, cariño —me consoló divertida—. Sólo hasta que necesitan follar.
No quería quedarme allí, hablando. Sarah no me caía bien desde que se quedaba con una comisión del 40% de mis trabajos, era demasiado para sólo pactar el encuentro. El problema era que no podía abandonar su salón, ya que prostituirme en la calle era peligroso, y la vida se volvía cara si debía alquilar un departamento. Prefería callarme y quedar allí, después de todo, mis clientes eran generosos y pagaban sumas considerables por unas pocas horas conmigo.
Entré en mi habitación, quizás podría acostarme y volver a dormir. Pero Lucy esperaba sentada en la silla de mi pequeño tocador. Sonrió al verme, yo sólo quise romperle el cuello. Pero respiré hondo mientras cerraba la puerta.
—Vine a desayunar —me informó amablemente—. Supe que Sarah te despertó antes.
—Sí, vinieron a interrogarme —comenté mientras me subía en mi cama.
—¿Creen que tú fuiste? —preguntó. La miré detenidamente, ella era tan crédula.
—No —respondí—. Sarah vio salir a Eric vivo.
—Es cierto —repensó—. Entonces no hay de qué preocuparnos, ¿verdad?
—Creo que no.
—¿Quién te sacó anoche de aquí, Sharon? —preguntó Lucy con su tono juguetón.
La mayoría del tiempo sólo creía que ella era una tonta puta incrédula, pero cuando se animaba a hacer esas preguntas algo en mí me decía que no era casualidad, que Lucy podía encontrarse atrás de un gran plan macabro. Luego ella sonreía divertida y admiraba en silencio cuán arregladas estaban sus uñas. Sus grandes ojos marrones me miraban expectantes.
—Era un cliente joven —admití—. Pero no me tocó ni un pelo —mentí, él sí me había tocado con su lengua al menos.
—¿Qué dices? —cuestionó divertida— ¿Tampoco pagó? —añadió ofreciéndome una taza de café. La tomé.
—No, sí pagó. Solo no quiso tener sexo —expliqué brevemente antes de beber un sorbo.
—Un total rarito —asentí en silencio—, ¿pero para qué te llevó de aquí entonces? Fuiste su dama de compañía.
—Me llevó a su casa, porque dice que lo he vuelto loco cuando me vio —me encogí de hombros indiferente—. Ya sabes que no todo mundo es normal.
—Es cierto —asumió unos segundos después—. Fue como un paseo.
—Fue raro.
Porque el tipo era un caliente de primera y quizás era el primer hombre que me calentaba de verdad en años. Pero... él sólo decidió que no iba a tener sexo conmigo porque yo no le parecía una prostituta.
Los hombres han de ser los seres más extraños del planeta.
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Pago por Amarte
RomantizmSharon, una mujer que decide huir de su vida y prostituirse, se encuentra con un hombre decidido a sacarla de allí. Envuelta en un crimen y con un pasado que no deja de lastimarla, Sharon Williams decide aceptar el dinero de su nuevo amante, porque...