Tenía miedo.
Me temblaban las piernas y ya había caminado lo suficiente. Estaba sola y destrozada.
Lindsay. Mi Lindsay, estaba muerta.
Miré el cielo sobre mi cabeza, me sentía tan diminuta que nuevamente me largué a llorar como un crío con hambre.
¿Qué iba a hacer ahora?
No podía regresar a mi casa. Mi madre jamás me perdonaría el millar de angustias que le hice pasar. No quería verlos. Eran tan insufribles como el resto de las personas que intentan aparentar una incansable felicidad.
Estaba sola. Oficialmente sola.
—No puedes quedarte aquí —sentenció una mujer mirándome desde el interior de la puerta en la cuál me había reposado.
—Sólo espero que pare de llover —le expliqué. Sus ojos negros me miraron con recelo.
—Quita tu bolso de ahí, pordiosera —insistió sin apiadarse. Suspiré frustrada.
Tomé el pequeño bolso con mis pocas pertenencias y divisé una tienda cerrada en la vereda de enfrente que contaba con un techo en su escaparate. Esperaría allí, hacía frío para mojarse.
Mientras el viento gélido helaba mis huesos atravesandome la ropa, corrí sobre la acera y me resguardé en la parte seca.
Pasé gran parte de la noche mirando el bar que estaba enfrente. Los hombres entraban y salían, dentro podía divisar el puñado de mujeres contoneandose entre las mesas. Era fácil descubrir qué sucedía allí dentro.
Volví a cruzar en la madrugada, aún bajo la tupida lluvia fría. Entré en el bar, esperando que al menos me dieran la oportunidad de hablar.
—No hay caridad aquí —me informó una de las muchachas acercándose.
—Busco a la madama —los ojos cafés de la joven me miraron atentamente. Sonrió.
—Quédate aquí.
Sin explicar nada más, se marchó. El lugar estaba mal iluminado, pero al menos no olía a humedad. Estaba casi vacío, a excepción de una mesa y el empleado de la barra.
Me sujeté a la manija de mi bolso cuando vi a la mujer que antes me echó caminar hacia mí.
—¿Qué buscas? —siseó de manera brusca. Me sobresaltó su tono.
—Quiero quedarme —anuncié. Su semblante no cambió.
—No buscamos meseras.
—Voy a prostituirme. Acabo de perder mi casa y mi familia. Estoy sola y desempleada —ella suspiró cansada.
—Puedo hacer que te quedes hoy. Mañana hablaremos de esto, no creo que sepas de qué hablas. Dime tu nombre —ordenó con la voz firme.
—Sharon Williams.
—Soy Sarah. Estoy a cargo de las chicas —me explicó—. Verónica te recibirá, mañana veremos qué hacer contigo.
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Pago por Amarte
RomanceSharon, una mujer que decide huir de su vida y prostituirse, se encuentra con un hombre decidido a sacarla de allí. Envuelta en un crimen y con un pasado que no deja de lastimarla, Sharon Williams decide aceptar el dinero de su nuevo amante, porque...