"I got you"

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Cuando Henry golpeó la puerta del departamento hacía ya varios minutos esperaba su aparición. Sabía que vendría, como todas las noches. Abrí la puerta y me topé con su presencia, tenía el cabello un poco desordenado y sonreía mirándome, pero algo en su semblante lo hacía lucir perturbado. Estaba segura de que aquello que lo preocupaba respondía al nombre de Anna.


—Estabas esperándome —dedujo.

—Eres egocéntrico —murmuré haciéndome a un lado.

—Traje un vino —comentó mientras se adentraba—. Iba a invitarte a salir, pero hace frío. Tal vez podríamos quedarnos aquí.

—Es un genial idea —aseguré mientras cerraba la puerta con seguridad—. Cociné yo misma.

—Bien, dime, ¿cuál es la mala noticia? —preguntó quitándose el saco. Ante mi silencio, sonrió— Estás demasiado amable, Sharon.

—Tuve un día algo especial —me sinceré.


La propuesta de Stella era pretenciosa. Me hacía lucir como lo que era, una dama de compañía, una puta, una interesada. Yo no era quien para salvar a Henry Taylor, ni siquiera estaba segura de poder aceptar el raro vínculo que él había creado entre nosotros. Era absurdo que velara por mi seguridad, que me cuidara y además se profesara enamorado. No podía ser real, ni siquiera nos conocíamos.

Cuando nos sentamos a cenar, sólo tenía un objetivo en mente: descubrir quién era Anna.


—Stella estuvo aquí —solté sin preámbulos. Él alzó la mirada mientras masticaba el primer bocado de lasaña que tenía en la boca.

—Mi hermana —rectificó. Yo asentí suavemente.

—¿Quién es Anna?


Su rictus cambió. Abrió la boca para hablar, pero luego guardó silencio y decidió beber un sorbo de su vino. Alzó sus celestes ojos y me miró, lucía herido y confundido. Era lógico, ¿qué puedes contarle de tu vida amorosa a una prostituta depresiva? Sonreí de lado y me concentré en la comida de mi plato. No insistiría. Estaba equivocada, yo no podía hacer nada por él.


—Anna Simons fue mi novia durante tres años, íbamos a casarnos. Peor descubrí que mantenía una relación paralela con una prostituta —su voz estrangulada se apagó en la última palabra.


Alcé la vista incrédula. Creí haber oído mal, pero su rostro me confirmaba lo contrario. Henry hablaba en serio y lucía consternado. No supe qué decir, ¿qué respondes ante semejante traición? Aquella información explicaba muchas cosas, demasiadas como para asimilarlas en ese segundo. Era la respuesta a la obsesiva preocupación de Henry por alejarme de la prostitución. Era personal.


—No esperaba eso —me sinceré.

—Sé que viste que fue ella quien me llamó hoy —me aseguró livianamente—. Y si Stella vino hacia aquí fue para advertirte. Anna se volvió loca después de que rompiera el compromiso. Intentó suicidarse, amenazó a mi hermana e incluso intentó prender fuego mi departamento. Desapareció por un tiempo y sé que está en la ciudad otra vez.

—Stella me dijo que corres peligro.

—Estoy bien, Sharon. Despreocúpate —no sonó para nada creíble.

—No luces despreocupado, Henry. Lamento lo que ella hizo, ahora entiendo tu fascinación conmigo —sonreí cínicamente. Él no se inmutó.

—Fui al prostíbulo esperando encontrarme con mujeres vulgares y estrafalarias —confesó—. Pero cuando te vi me quedé mudo, si hay algo que es fácil de los burdeles es que si alguna mujer te gusta y tienes dinero, no hay nada que te impida tenerla.

—Suena tan horrible, pero es tan real a la vez.

—Anna y yo éramos swingers, creí que su aventura era con Paul —oír aquello me dejó muda—. Algunas veces fuimos a sus fiestas e intercambiamos parejas. Pero no estaba en lo cierto. Ella se había liado con una prostituta que buscaba salir del burdel. Su marido la había vendido.

—Creo que es suficiente, Henry. Veo que no te agrada hablar de ello —él sonrió amargamente.

—Fue un poco duro todo lo que viví entonces —dijo con cierta melancolía.

—Me encontré a mi madre hoy —mencioné cambiando drásticamente de tema.

—¿A tu madre? —cuestionó confundido— Creí que...

—Yo abandoné mi familia —le expliqué interrumpiéndolo—. Mi madre no me detuvo, me fui porque mi padre era violento. No supe nada de ella hasta hoy. Entró al restaurante luego de que te fueras. Se acercó a mí, ahora va a casarse con un tipo millonario —sonreí asqueada—. Ahora sí puede cuidarme.

—Deberíamos huir, Sharon —mencionó divertido—. Paul me dijo lo del restaurante. Debió ser duro.

—Fue raro.

—Huyamos —insistió.


Sonreí divertida, parecía ser que Stella conocía a su hermano demasiado, o bien él era muy predecible. Huir sonaba atrapante y misterioso para cualquier muchacha a la que Henry Taylor pudiera ofrecerle lo mismo. Después de todo él era apuesto, sensual y millonario, nada sería muy difícil yendo a donde sea que quisiera ir.

Pero para una prostituta depresiva, huir no era sencillo, porque fuera donde fuera los recuerdos no se quedan en casa. Van en tu mochila.


—Tengo que hacer negocios en París —explicó—. Podrías ir conmigo, Sharon. Nos tomamos unas pequeñas vacaciones.

—Henry...

—Lo sé —me interrumpió rápidamente—. No eres mi novia, no soy tu marido, ni tu padre, ni tu salvador. Lo sé. Pero a ambos nos hará bien alejarnos de nuestras vidas un poco, ¿no crees? 

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