"I wanna get lost with you"

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Con tiempo libre y lejos del mundo que te conoce, un desconocido pasa a ser lo más preciado que tienes. Henry era agradable, interesante. Me sentía tonta e inmadura a su lado para hablar de cultura o cuestiones de negocios, pero podía darle buenas clases sobre rock y arte. 

Una semana en París nos volvió dos tácitos novios que recorrían museos tomados de la mano y por las noches cenaban en la cama viendo alguna serie en Netflix. De repente, todo lo que juré odiar era lo que tenía y me encantaba. Intercambiamos libros, oíamos The Ramones y Arctic Monkeys mientras fumábamos cigarrillos en medio de la noche desde el balcón de la suite del Ritz. En pocos días ambos volvimos a ser dos adolescentes soñadores y felices. 

Teníamos sexo, mucho. Buen sexo. Con Henry estar caliente no era un problema, ardía a toda hora del día. Cuando se despertaba, cuando se vestía para ir a una junta, cuando comíamos arroz en la cama, cuando caminábamos bajo el sol del medio día. Había química. 

Pero donde quieras que vayas, adonde se te ocurra huir, allí llega tu vida: la que está repleta de problemas.

Mientras desayunábamos en el pequeño comedor de la suite, mi teléfono sonó. Respondí. 


—¿Hola? 

—Sharon, soy yo —reconocería ese tono de voz donde fuera que lo oyera.

—Creí que fui clara cuando dije que no quería nada de ti, ni siquiera saber que sigues viva —sentencié entre dientes.

—Necesito verte, Shary —dado a juzgar por su voz, ella estaba llorando.

—No quiero verte, Tessa.

—Puedo ir a verte, donde sea que me digas. Por favor. 

—No estoy en la ciudad, no me interesa lo que quieras. Hablo en serio, mamá —mascullé con autoridad—. Lo que sea que necesites, no puedo dártelo.

—Estoy muriéndome, Sharon. Tengo cáncer —me informó sin preámbulos. No supe qué decir en principio.

—Ni siquiera sé de dónde has sacado mi número de teléfono. Quiero que sepas que lo que dices me importa tan poco como a ti te importó mi vida en los últimos años. No vuelvas a llamarme, Tessa. No quiero oír nada sobre ti. Está acabado, desde hace tanto tiempo. 


Henry y su estúpida mirada atenta, cuando corté la llamada él estaba mirándome con curiosidad. Atento a cada uno de mis gestos, de mis movimientos. Como si pudiera leerme la mente. 


—No importa lo que quieras decir —le advertí antes de que dijera algo—. No quiero oír nada con respecto a ella. 

—No planeaba decir nada —mintió. Asentí estando de acuerdo con sus palabras.

—Genial. 

—Sólo que sería interesante conocer a quien trajo al mundo a semejante mujer —flirteó para sonreírme de lado luego. 

—Realmente lo intentas, eh —bromeé antes de llevarme un bocado de huevos revueltos a la boca.

—Tengo un evento hoy, quizás quieras venir conmigo. Es algo parecido a una feria, sólo que antes hay un pequeño almuerzo, es algo casual. Tranquilo. Podrías divertirte y no te quedarías sola aquí hasta que yo regrese —me ofreció. 

—¿Puedes llevar a tu baby sugar a una reunión de negocios, Henry? —bromeé con una sensual sonrisa en los labios. Él rió alto. 

—Pensé que habíamos avanzado un poco en ello. Pero digamos que sí, puedo permitírmelo —me respondió divertido.

—Bien, si es lo que desea, señor, iré.


No quedarme sola era la mejor opción, así no pensaría en Tessa y su aparición. Detestaba con cada célula de mi ser que ella quisiera meterse en mi vida ahora, siendo que me dejó irme de la suya con una simplicidad inconcebible para una madre. Tal vez era la muerte, la conciencia debe ser traicionera cuando sientes que tienes el tiempo contado y no puedes arreglar lo que rompiste con tu hija. Pero la calle me había hecho una persona dura, no iba a ceder. No la quería cerca, nunca más. 


El evento se realizaba en el lobby de un precioso edificio de arquitectura clásica, los grandes ventanales daban a la calle y me obsesionaban aquellas farolas tan pintorescas. Dentro había una cantidad considerable de personas, saludaban alegremente a Henry y luego se dirigían a mí. El brazo de mi acompañante rodeando mi cintura me daba una seguridad que pocas veces antes había sentido en un lugar tan ajeno a mí. 


—No es la primera vez que estoy aquí —me explicó Henry. 

—Lo sé, ellos parecen conocerte. 

—Probablemente nos inviten a un evento privado esta noche —me aseguró acercándose a mi oído—. La última vez que vine fui a fiestas de intercambio. Podemos ir, si quieres. Y si no, pues haremos planes nosotros solos —añadió. 

—Te acompañaré si deseas ir.

—¿Tú quieres ir? —insistió— Si no vas a disfrutar de ello, no podemos hacerlo, Sharon.

—Podemos intentarlo —ofrecí—. Nunca fui a una fiesta de intercambio que no fuera por trabajo, Henry. 

—Bien, podemos ir y decidir si quieres participar o no —aseguró y besó fugazmente mi mejilla.


Lo cierto era que no estaba segura de cuanto podría calentarme o no ver a Henry en manos de alguien más. Y no es que fuera especialmente conservadora o tradicional con el tema del sexo, pero la situación no me ponía cómoda al pensarla.


—¡Bonjour, Henry! —saludó una elegante mujer de cabello rubio acercándose a nosotros— No sabía que te vería hoy —añadió con un afectado acento francés.

—Lawrence, hola —respondió Taylor con su característica tranquilidad—, es un gusto verte.

—Hola —dijo ella mirándome simpáticamente—, mi nombre es Lawrence Riot, soy agente inmobiliaria.

—Sharon Williams —murmuré sin saber qué añadir luego. 

—Sharon es mi compañía en este viaje —le explicó él en voz baja. La mujer sonrió dirigiéndose a mí.

—Afortunada.

—Probablemente nos veamos hoy en la noche —Lawrence asintió ante el comentario de Henry. Claramente ella estaba en eso del intercambio.

—Son buenas noticias. Estaré encantada de probar a Sharon —añadió en voz baja. La miré divertida, desde Lindsay ninguna mujer había sido tan abiertamente seductora conmigo—. Pero es momento de negocios, Henry Taylor.

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