"Just like heaven"

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París era una realidad. Henry era un tipo que jamás aceptaba un no por respuesta. Anna sólo nos había empujado a un lugar donde hubiese preferido no estar, Stella apoyaba aquella decisión con fervor, casi que se sentía más feliz que Henry de que yo aceptara irme con él lejos. 

Negocios, esa era la excusa de Henry. Un mes de negocios en París, con su linda protegida desnuda en la cama del Ritz tomando champagne y fumando mientras espera su regreso para volver a follar.

Se oía prometedor. Y deprimente a la vez. 


Una habitación en el Ritz. Me corrijo, una suite en el Ritz. Y debo admitir que por momentos el lujo se opacaba en comparación de la mirada de Henry. La primera noche pedimos comida en la habitación y champagne. Nos sentamos en la cama, sin ropa elegante, sin maquillaje, sin peinarnos demasiado, con la televisión hablando en el fondo de la escena y nos reímos. Nos reímos mucho. 


—Sé lo difícil que es, Shar —mencionó en un momento de calma. Aún estábamos sentados frente a frente.

—¿Qué cosa? 

—Conectar, dejar que alguien entre —soltó a la ligera—. Después de mi episodio con Anna me volví controlador y frívolo. Tal vez por eso me aislé tanto. Stella y Paul lucharon demasiado para que saliera de ello, y a veces todavía no lo logro. 

—Estabas enamorado —deduje. Él bajó la mirada analizando las burbujas del líquido en la copa. 

—No estoy precisamente seguro de a qué le llamamos enamorarse —reflexionó en voz baja—. Anna era como una droga para mí, podía hacer cualquier cosa que ella quisiera y me sentía extasiado al verla feliz. Pero... —por unos segundos pensó cómo continuar—, pero ella lo sabía demasiado bien, que podía tenerme y manipularme a su antojo. Lo hacía, de hecho.

—Sientes que repites patrones —murmuré y sonreí apenas.

—No —aseguró volviendo a mirarme—. Anna y yo no estábamos enamorados, Sharon. Estábamos enfermos. 

—Creí que Lindsay sería mi gran amor —confesé después de mucho tiempo evitando hablar de ella—. Aún no puedo poner en palabras todo lo que siento al respecto. 


Sus ojos celestes me miraban atentos, brillaban de alguna manera achispada. Tal vez era el champagne o el cansancio después de un largo vuelo. De eso quería convencerme. Sin embargo, en mi interior sabía que no era eso, era el vínculo. Comenzaba a ver a otro Henry, uno sincero, parecido a un fiel amigo, el cual jamás tuve. 


—Me gusta que esto sea fácil —me informó después de unos minutos en silencio—. Sólo estás ahí, con una camisa mía, con el cabello revuelto y haces que quiera quedarme atascado aquí por un buen rato, Sharon. 

—Creo que nos encontramos a destiempo, que fue raro como empezamos —me sinceré. Probablemente me arrepentiría pronto por ello—. Pero quizás éste sea un nuevo comienzo. 

—En este nuevo comienzo me muero por hacerte el amor —confesó sin dejar de mirarme. 


Sonreí sintiendo como mis sentidos se agudizaban con sólo oír su voz cargada de deseo. Apoyé la copa sobre la mesa de noche y no dudé en abalanzarme hacia sus brazos. Nuestros cuerpos conocidos, nuestras pieles tibias se fusionaban a la perfección. Me recorría con devoción, jamás nadie había logrado estremecerme tanto. 

Con Henry era distinto, cada uno de mis sentidos se centraba en lo que él haría con mi cuerpo. Por primera vez no era trabajo, era goce. Aquello que tanto se me había negado, ahora él me lo regalaba con cada centímetro de su piel, con cada beso, con cada mirada y me costaría hasta el final de mis días aceptarlo, pero él me tenía. 


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