"Play with fire"

597 47 6
                                    


Stella y Paul ya no se encontraban en la sala de Henry cuando regresamos a su casa. El lugar parecía más cálido que antes, ¿tal vez era la iluminación? O la calefacción. Esta vez sí estaba agotada, había mojado mi pantalón con whisky y el aroma de la cárcel aún ensuciaba mi piel.

Henry se quitó la chaqueta y la dejó sobre una de las sillas del comedor. Era la primera vez que lo veía vestir una chamarra de cuero y no un saco, se veía más caliente incluso que el resto de los días. Me miró, como si pudiera leer mis pensamientos.


—¿Tienes hambre? —preguntó. Asentí en silencio— Con palabras, Sharon —me exigió mirándome fijo.

—Sí —respondí.

—Bien, ve a bañarte —me indicó—. Prepararé algo caliente para ti —sonreí apretando los labios cuando lo oí. Él mantuvo su semblante imperturbable—. Sin escándalos ahora, por favor.


Sin renegar me dirigí a su habitación, si algo me quedaba claro era que con Henry Taylor era mejor jugar en silencio que retarlo con la boca.

El baño de la habitación era enorme, tenía pulcros azulejos grises en las paredes y negros en los pisos. Detrás de una mampara se hallaba una brillante regadera y a su lado una enorme bañera, donde probablemente entraban hasta tres personas cómodamente, era demasiado grande. Me quedé de pie frente al espejo del lavabo, mi rostro denotaba el día difícil que había tenido. Aún así, me quedaban energías como para demostrarle a Henry quién mandaba.

Me metí en la ducha y me tallé con su esponja como si fuera a sacarme brillo. Decidí que lavarme los dientes con su cepillo era ir muy lejos, así que puse pasta dental en mi dedo índice e hice el trabajo lo mejor que pude, luego perfeccioné el aseo con un hilo dental. Peiné mi cabello mojado y me sequé la piel con una de sus toallas.

«¡Qué comience el juego!», pensé mirándome por última vez al espejo. Sin importarme la presencia de alguien más en el penhouse, salí de la habitación en completa desnudez. Henry se encontraba en la cocina, al percibir el aroma a comida que llegaba hacia mí, el estómago me gruñó. Me acerqué sigilosa hacia él, sólo pude divisar su espalda mientras su cuerpo se movía grácil entre las hornallas de la cocina y la encimadera.


—Siéntate —me indicó sin voltear a verme—. Termino en unos pocos minutos.

—No debías esmerarte tanto —murmuré obedeciendo su orden—, ¿estamos solos?

—Stella se fue con unas amigas —me explicó a modo de respuesta—. Estamos solos —concluyó unos segundos después.


Esperé sin decir nada más. Unos minutos después él apagó el fuego de la cocina y volteó a verme con un plato cargado de pasta y salsa encima. Sonrió como si la imagen que veía frente a él fuera una broma, sin embargo yo mantuve mi expresión serena, del modo que lo haría si estuviera vestida.


—Espero que lo disfrutes —dijo mirándome con sus ojos celestes centellantes. Sonreí.

—No debió molestarse, señor Taylor —hablé clavando mi vista en el plato que dejó frente a mí. Se veía delicioso.

—¿Puedo preguntar por qué estás desnuda, Sharon? —inquirió sentándose en la silla frente a mí.

—No bajaste mi bolso del maletero —recordé con naturalidad. Él asintió divertido.

Pago por AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora