"Grind me down"

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Un Uber nos dejó en la dirección que Lawrence le había dado a Henry al terminar el evento en la tarde. Jamás había asistido a una fiesta de intercambio por placer, la situación no me ponía exactamente cómoda pero una pizca de curiosidad corría por mi cuerpo.
El lobby de aquella casa tenía una barra de tragos y algunos sillones, había unas cuantas personas charlando cobijadas en el ambiente de la música sonando. Henry me dirigió por la entrada guiándome con su mano en la espalda, me había repetido hasta el cansancio que veníamos a tomar algo y a conocer gente, si no quería liarme con nadie, simplemente nos iríamos al hotel o a otro lado.

—¿Estuviste aquí antes? No lo entiendo. Es como una política de trabajo —deduje bromeando. Henry rió mientras llamaba al barman.
—Dos whiskys, por favor —le indicó—. Vine en mi último viaje a París, aunque vine solo. Y no es una política empresarial, por favor. Lawrence es quien me trajo.
—Salieron —asumí en voz alta.
—No, sólo fue algo casual.

El ambiente no parecía una orgía. Hubiese imaginado gente follando en los sillones y paseándose desnuda por el lugar. Sin embargo, la mayoría bebía y charlaba como en una reunión de amigos completamente normal. Divisé a Lawrence, hablaba con otra mujer. A su lado, un hombre un poco mayor que Henry me dirigió la mirada, y la experiencia no me fallaba.
Las prostitutas adquiríamos un don, conectado con el bolsillo. Si no captas a quien te mira y lo atrapas con la mirada, te mueres de hambre. Así que aprendes a detectar quien te mira con ganas de follar. Aquel tipo, lo hacía.

—Estás tensa.
—Es la primera vez que vengo a un lugar así —confesé encogiéndome de hombros. Henry rió mirándome con picardía.
—Ahí viene Lawrence —me advirtió.

Efectivamente, a los segundos ella estaba a nuestro lado. Vestía un sencillo vestido negro, apretado. Era una mujer un poco mayor que yo, de cabello rubio y rasgos afilados, sus ojos marrones parecían juzgarte todo el tiempo. Apostaba a que ella era dominante, sin duda alguna.

—Hola, chicos —saludó con su raro acento—. Déjenme presentarlos. Él es Jeannot, me acompaña hoy. Ellos son Henry y Sharon.
—Es un gusto —mencionó el hombre que me miraba de lejos hacia unos segundos.
—Pueden elegir y moverse cuando gusten, tú sabes como funciona, Henry. Si van a separarse, te llevaré conmigo, cariño —me explico divertida.
—No vamos a separarnos —afirmó Henry rápidamente—. Aún estamos entrando en clima.
—¿Son de Estados Unidos? —preguntó Jeannot.
—Así es —respondió Henry. Lawrence recorría el lugar con la mirada, parecía no querer quedarse a hablar.
—Son novios.
—No —respondí yo esta vez—. Bueno, algo así.
—Sharon aún no quiere casarse conmigo —bromeó mi compañero. Lawrence sonrió devolviéndonos la mirada.
—Volvemos enseguida —nos informó mientras retiraba a Jeannot con ella. Él volvió a sonreírme abiertamente.

Henry apoyó su mano sobre mi cadera, justo encima de mi trasero y me acercó suavemente a él. Lo miré divertida, sus ojos celestes y vivaces estaban prendidos a mí.

—¿Quieres jugar? Le gustas.
—Eres tú quien deberá soportar que me toque —le recordé acercándome a su cuello. Suavemente deposité un beso allí.
—Tal vez podríamos poner reglas —ofreció.
—Es tu juego, yo te sigo.
—Bien, seamos equitativos. Lawrence también debería venir —sonreí divertida y asentí.
—Trato.

Jeannot y Lawrence nos acompañaron a una de las habitaciones. Al entrar me recordó a las habitaciones del prostíbulo, limpias y ordenadas. Una enorme cama con sábanas blancas, paredes oscuras color borgoña, luces tenues, piso de madera, había un juego de sillones de terciopelo rojo y una puerta que supuse llevaba al baño. Lo que más me interesó, es que en medio de la habitación había un caño aferrado al suelo y al techo, supe que no iba a arrepentirme de jugar.

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