"Jungle"

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El automóvil de Henry estacionó frente a la cafetería en el momento en que abría la puerta de la calle para salir de mi turno. No necesité oír que debía subirme, me dirigí al coche y subí en el lugar del copiloto. Los ojos celestes a mi lado me miraron en todo el trayecto, esperando que hablara, que me quejara o quizás que me negara a subirme. Sin embargo, armada de paciencia abroché el cinturón de seguridad y le dirigí la mirada.


—Hola —saludé. 

—Hola —respondió, su voz siempre era tan sensual—. Pensé que ibas a negarte. 

—¿A dónde quieres llevarme? —pregunté sin regodeos. 

—Estás enojada —dedujo frunciendo el ceño. 

—Esa no es una respuesta, Henry —musité frustrada—. No estoy enojada. 

—Te fuiste sin despedirte ayer y no supe nada de ti —insistió sin responder a dónde me llevaría.

—En primer lugar, ni siquiera me querías allí —le recordé. Suspiré y dirigí mi mirada al frente, acomodando mi espalda contra el asiento del carro. No quería hablar de eso ahora.

—Shar, te metiste en la cama conmigo, te pedí que durmieras conmigo —me recordó como si lo pudiera olvidar—. Esperé encontrarte conmigo al despertarme. 

—Paul estaba allí —murmuré—, él podía consolarte. 

—No estoy hablando de eso.

—Creí que lo nuestro había acabado —exclamé cansada de hablar del tema—. Dime a dónde iremos o me bajaré antes de que arranques el maldito coche.

—Vale, iremos a donde tengo que llevarte, pero luego hablaremos, ¿vale? —aquello no era una propuesta.


Ante mi silencio, él encendió el automóvil y comenzó a conducir. Estaba cansada, me dolía la cabeza y francamente prefería no tener ningún tipo de charla sentimental. Sólo esperaba ir a mi cama a deprimirme en soledad. Mi teléfono sonó, era Lucy. Vi a Henry ojear de reojo mientras abría mi bolso. 

"Tengo cosas que hacer, si no estoy cuando regreses no te preocupes. Te quiero!".

No respondí. Me concentré en abstraerme de Henry, su sola presencia me afectaba y no estaba de humor para lidiar con lo que sea que íbamos a hacer. Después de un rato, aparcó en el estacionamiento de una clínica. Las piezas del rompecabezas encajaron rápidamente. Lo miré, ofuscada, pero él parecía no inmutarse.


—No entraré —sentencié con firmeza—. No iré a verla. Si me obligas gritaré, diré que me estás secuestrando.

—No lo harás, Sharon —me aseguró pacientemente—. Entrarás conmigo de manera civilizada. Puede que sea la última vez en tu vida que vayas a ver a tu madre. Concédele al menos ese deseo. 

—¿Hablaste con ella? —cuestioné indignada, ni siquiera quería mirarlo.

—Sí —respondió en el mismo plan—. Paul me dijo que ella quería verte, la llamé. Le prometí que vendrías. 

—¡Hiciste mal! —exclamé furiosa— No quiero verla, Henry. No tengo ganas. 

—Es tu madre... 

—¡Me importa una mierda! —insistí alzando la voz— Tú no has vivido con ella, ni siquiera movió un dedo cuando ese asqueroso tipo me golpeó. A ella no le interesó que me fuera, ni dónde mierda pasé los últimos años. Ahora porque está muriendo quiere quedar en paz conmigo y siento que no tengo ganas de tragarme esa hipocresía. 

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