"Falling"

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No me habló. Ni siquiera cuando hice las maletas. Salió del hotel en algún momento, quizás cuando me metí a ducharme. No me tocó. No me miró. No me besó. Ignoró completamente mi existencia, como si su vida dependiera de ello. Esperaba con fuerzas que lo hiciera también con Paul, porque no necesité sólo mi voluntad para traicionar sus sentimientos de la forma que él quisiera entenderlo.

Stella volvió a llamarme, esperaba que en ese momento pudiera darme al menos una buena noticia. Algo que opacara mi traición.


—Sharon —habló rápidamente cuando atendí el teléfono—, ¿por qué le dijiste eso? Lo oí en la madrugada. Iba a decirle la verdad.

—Porque también era cierto, Stella —confesé con la voz apagada—. No quería que supiera lo de Anna, no podía verlo atormentado otra vez.

—¿Está enojado?

—Me ignora. Volveré a New York, pronto —le expliqué—. Dejó claro que no espera que esté a su lado de nuevo.

—Y lo de Paul, ¿es real? No puedo creerlo —por primera vez, Stella no se oía inquisitiva, no quería empujarme al borde, sólo estaba hablando conmigo.

—Hay muchas cosas que no podrías creer —reflexioné para mí misma—. No importa ahora. Ya está hecho. Espero que valga la pena, ¿vas a decirle lo de Anna?

—No —me dijo con seguridad—. No voy a meterlo en ese pozo de nuevo, Sharon. Deberé agradecerte por siempre lo que hiciste por mi hermano.

—No hay nada que agradecer —no pude añadir que lo hice porque lo quería, porque él hubiese hecho lo mismo por mí—. Necesito un favor.

—Un vuelo de regreso —adivinó instantáneamente. Pude imaginármela sonriendo victoriosa—. Te enviaré el código en unos minutos, despreocúpate. Intenta hablar con Henry.

—Lo haré.


Para mí fortuna, o desgracia, el vuelo que Stella pudo conseguir salía a la noche de París. Aún tenía todo un día para ser ignorada completamente por mi daddy sugar, casi novio. Abrí la heladera del mini bar y me serví un whisky, al menos iba a sobrellevar las próximas horas estando ebria.

Henry volvió cuando terminaba mi segundo vaso de whisky. Creí que iba a ignorarme, pero esta vez al menos me dirigió la mirada. No supe si decir algo o seguir callando, francamente, había asumido la culpa, no tenía más por decir. Al menos, no tenía nada más que pudiera decirle.


—Me voy a New York —le expliqué sin poder contener mi lengua. El alcohol.

—Estás ebria —dedujo. No respondí—. Hablé con Paul, lo negó todo, Sharon. Quiso protegerte.

—No iba a seguir guardando el secreto, Henry. No si íbamos en serio. Te dije que no iba a alejarme de ti al regresar de este viaje, no podía seguir guardándolo —en cierta parte, aquello sonaba razonable. Aunque no era del todo cierto.

—¿Sabes qué significa que Paul quiera protegerte? —cuestionó mientras se sentaba en una de las banquetas frente a mí. Se veía tan lindo— Que le interesas, que me mentiría a mí para que tú no salieras lastimada de esto.

—Yo no lo puse en ese lugar, Henry —le informé rápidamente—. Paul fue a declararse al departamento una de las noches que tú no estabas.

—Y decidiste follártelo —dedujo sonriéndome con cinismo—. Suena como algo que Sharon Williams haría.

—La Sharon de New York, sí —acepté sin regodeos—. Tienes razón en pensarlo de esa forma. Fue real. Pero la Sharon que descubriste en París no lo haría, Henry. Esta Sharon, que es tuya, no podría mirar a nadie más de esa manera.


El alcohol me daba la valentía que sobria no tenía. Lo que acababa de decir era lo más parecido a una declaración de amor que había dicho en años. Estaba casi segura de que aún seguía sin ser suficiente.


—Pero no estaremos por siempre aquí. Regresaremos a New York, voy a cruzar a Paul y cada vez que estés conmigo y eso suceda pensaré que ambos están imaginándose en la cama, juntos —su voz tranquila, ya no lo era. Hablaba apretando los dientes, con furia.

—No voy a pedirte nada, Henry. Ni rogar que no me dejes. Voy a dejarte yo, porque sé que no vas a perdonármelo. No puedo jugar con mis sentimientos, soy frágil. Pero sí debo decirte que Paul es tu mejor amigo y te traicionó, porque siempre supo lo mucho que yo te afectaba. No lo obligué a meterse a mi cama, él se metió solo —no tenía nada más para decirle. Si él quería dejarlo allí, ese era el punto final.


Aquella misma noche partí hacia New York. Sola otra vez. Al parecer era mi destino, terminar abandonada o abandonando, era demasiado posible que nadie jamás quisiera quedarse en mi vida y en gran parte era porque la vida al lado mío siempre terminaba convirtiéndose en mierda.

Anna, ese era el nombre de la mierda en la vida de Henry Taylor. Era una lástima que siguiera atormentándolo, aun cuando Stella pusiera todo de sí por alejarla. No dejaba de repetirme a mí misma que ojalá todo aquello valiera la pena, porque por primera vez no estaba segura de querer arrojarme a la oscuridad nuevamente. 

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