CAPÍTULO 41

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Loquillo- Cadillac solitario

CORREGIDO.


Voy detrás de Daemon, detrás de mi Bruce y a nuestro lado, formando entre todos dos paralelas, van Alice y Cam. No decimos nada ninguno mientras seguimos a Bruce, uno de los cinco chicos a quienes encontramos en el bosque. Va seguro de si mismo y no duda en que dirección coger.

La ciudad es enorme, y aunque hay mucha, gente, mercados, niños, casas... no hay vida ninguna. Nadie sonríe y ese brillo especial que solemos llevar en los ojos, nadie lo tiene. Los niños no juegan, solo trabajan o están sentados mirando a la nada. Sus padres no les riñen, aunque a lo mejor ni si quieran están allí. Da escalofríos estar allí, todo a perdido la viveza, son marionetas, carcasas sin vida.

Mantengo mi cara fría, e intento no mostrar ninguna expresión cuando los miro. Ninguno hacemos movimientos bruscos y todos llevamos el mismo ritmo y posición, como son ellos. Actuamos igual que los controlados, aunque si alguien escuchase los latidos acelerados de mi corazón, encogido totalmente tras la visión que recibo, dejarían de creer que estoy controlada. 

Pasamos entre calles estrechas y otras más anchas, algunas son color vainilla, otras grises. Todo el pueblo es de colores amarronados, amarillentos y grisáceos. No hay ningún color vivo  o alguna cosa que destaque.

Después de algo más de una hora caminando en silencio Bruce gira bruscamente en una esquina, a lo lejos, distingo la figura de Victor en otro grupo, tan pronto como lo veo gira y se mete en una calle y yo lo pierdo de vista. No le doy importancia, no podemos hacer movimientos raros ni interactuar entre nosotros.

Seguimos a Bruce hasta llegar al sitio más ruidoso de la ciudad, en la ciudad no hay ruidos fuertes, se oyen pisadas lejanas, ruidos de traste moviéndose, de personas escarbando en tierra y de plásticos romperse, pero no mucho más.

-¿Que es esto? ¿Dónde estamos? -le susurra Daemon a Bruce, aunque todos podemos escucharlo.

-Lo llaman el circo. Aquí entrenan todos los días las personas mayores de 18 años. Creo que podemos mirar como entrenar y ver como trabajan. Él cristal es visible para nosotros, podemos ver a través de él, pero desde dentro no nos pueden ver. Creo que lo hicieron así para que los que entrenasen no se distrajesen. -Le responde en tono bajo.

-Vale, es buena idea. -Die Alice.

Como si fuéramos guardias, y nos indica Bruce, nos colocamos para observar sin ser llamativos.

Veo como entrenan y da miedo, son feroces, ágiles y fuertes, pero sobretodo lo más inquietantes es que parecen robots. Un humano -u hombre lobo- pelea desde sus entrañas, se deja la piel allí y entrenar hasta que se sienten satisfechos de como lo hacen -la mayoría al menos-, una persona piensa -o hace lo que le dice el instinto- antes de actuar. Ellos no pelean así. Son robots, están controlados, están programados. Es muy inquietante mirar sus rostros, sin expresión ni sentimientos.

Observo algo distinto en los jefes, en los que miran como ellos entrenan, porque ellos si los tienen, y me doy cuenta de que no todo el mundo esta controlado, y los que no están controlados son nuestros enemigos en realidad.

Me fijo en mis compañeros y veo que ellos también se han dado cuenta. 

Uno de los jefes pega un grito, que no se escucha desde donde estamos, lo se por su movimiento de boca, y todos paran inmediatamente de entrenar. Todos se ponen derechos y sueltan las armas que estaban utilizando ateriormente. Miran directamente al frente. Con sus manos colocadas detrás de la espalda parecen verdaderos militares, y puede que lo sean en realidad ya.

VALIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora