25. Agradecido.

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 Maratón 3/4

...

Rose camino junto a Scorpius, comprendiendo aquel largo silencio con todo su corazón.

 El rubio le había preguntado porque eligió aquel lugar para esconderse, tan casualmente acercado a la montaña de su sueño, despues de contárselo. Y ella le respondió que lo había soñado también, y que aquello también había estado relacionado con Al.

 Pero despues de horas de silencio, Rose se vio obligada a preguntarle:

- ¿En que piensas?

 Scorpius salio de su trance- Yo... No entiendo porque él se llevo a Albus y no a mi... Digo, todo esto es mi culpa, ¿no es así?- Hablo lentamente, alargando cada palabra.

 Y Rose se esforzó por no golpear a su ex novio en la cara.

- Si eligió a Albus es porque lo amas, y es porque él sabe que lo amas. Es porque quiere que tu te dirigías solo a la boca del lobo, que es , de hecho ¡Lo que estamos haciendo en justo ahora!- Respondió con ironía.

 Scorpius la miro divertido y confundido a la vez- ¿Porque me acompañaste si esto es tan arriesgado como dices?

 Y como si el Malfoy ya lo supiera, ella lo miro dándole una pequeña sonrisa:

 - Eres la persona más increíble y estúpida que conozco. Y sabia que tu impulso irracional te iba a llevar a una idiotez semejante- Hizo una pausa- Así que creo que soy demasiado leal como para no acompañarte. Después de todo, eres una de las personas que más quiero.

Y él, le sonrió con cariño.

Claro que cuando Rose le devolvio la mirada, ella no tardo en agregar: 

- Pero aun así sigues siendo un zopenco.

  El Malfoy rió.

 Y nunca se sintió tan agradecido con Rose. Ni siquiera cuando ella lo salvo de caerse de la cima de uno de los picos nevados, al resbalarse con un gran trozo de hielo. O cuando lo dejo acabarse la ultima ración de comida que les quedaba en todo el camino. O cuando le hablo sobre los sueños que había tenido con Albus, entendiendo lo difícil que era.

 Ni siquiera cuando entraron a la cueva del sueño y ella recibió una maldición Cruciatus para salvarlo.

  Desmayándose despues de eso. Dejándolo solo, cara a cara con Rodolphus Lestrange, quien lo había estado esperando por mucho tiempo la llegada de aquel día. 

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