Cedreric

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Este capítulo se establece seis meses después del final del libro.

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Rodaron juntos colina abajo, cada uno termino tendido en una parte de la tierra. Ren fue el primero en levantarse y salir corriendo, seguido de Camelia persiguiéndolo.

El zorro se detuvo, dándose la vuelta y se abalanzó sobre su compañera. Ambos rodaron por el suelo. Habían estado jugando por bastante tiempo ya.

Siguieron girando, con leves mordiscos y algunos golpes con las patas o la cabeza.

Al final ambos terminaron tendidos en el suelo jadeando pesadamente y con sonrisas en el rostro.

-No recuerdo la última vez que me divertí así.-Dijo el zorro. Ambos volvieron a reír y una pequeña jugarreta comenzó de nuevo. Camelia termino sobre el lomo de su amigo mordiéndole la oreja, al final Ren acabó recostado panza arriba con su amiga sobre él.

-Se está haciendo tarde- Dijo ella, lamiéndole el rostro. –En un rato habrá que regresar.

-Lo sé...- suspiro él. De pronto sus orejas se tensaron y el zorro cambio su posición de un giro, recostándose contra su estomago; Camelia parada a su lado. -¿Escuchas eso?

Ren sonrío, ella conocía bien esa sonrisa.

-Aun tengo que enseñarte otros métodos de caza- Se paró y lamio su mejilla. –Vuelvo en un minuto. Voy por la cena.

Sin más el zorro desapareció entre la maleza. Camelia observó con una sonrisa divertida a su compañero.

La chica no sabía qué traería su amigo pero se estaba tardando. Las nubes se acoplaron en el cielo y lo tiñeron puramente de gris. Levanto la mirada preocupada, los truenos y relámpagos estaban empezando a hacer acto de presencia y no había ni rastro de Ren, de seguir así debería de regresar a su nido. En todo caso esperaría hasta que la tormenta comenzara para regresar, se encontraría con el zorro en el árbol.

Camelia se tensó al escuchar un ruido. Entre la espesura de los árboles, los arbustos comenzaron a moverse. Era como una secuencia, cuando unos dejaban de sacudirse los que tenia al lado empezaban a vibrar. Camelia siguió la secuencia con la mirada, la estaban rodeando, se dio cuenta. Un fuerte viento comenzó a soplar llevando consigo hojas y tierra. Los demás arbustos comenzaron a ser sacudidos y se le hizo difícil seguir el rumbo del invasor.

Ren no llegaría pronto, debería irse cuanto antes.

Un trueno y un rayo aparecieron en el cielo alarmándola, Camelia se dio la vuelta bruscamente con un pequeño grito de miedo, pero entonces se encontró con un enorme tigre saliendo desde los arbustos, este se acercaba a paso lento hacia ella.

Esto era malo, muy malo. Podía verlo en el rostro de su oponente, no estaba allí en buenos términos. Tal vez lo más alarmante de todo era la lentitud con la que caminaba, o el hecho que aun no le había dicho ni una palabra, no sabía que hacia allí o si debía retroceder o salir corriendo.

La fiera estaba cada vez más cerca de ella, no quería demostrar miedo ante nada pero le estaba costando. El animal cambio su rumbo y comenzó a rodearla, estaba acorándola. Su situación era peor a cada segundo, no estaba segura de si podría ganar una carrera corriendo hasta llegar a su casa. Y una pelea estaba definitivamente fuera de discusión. Ren mismo lo había dicho; tardaría unos diez o veinte años en desarrollar sus poderes.

Sabía que entre los ancestrales lo importante no era el tamaño, independientemente de si eras un tigre, un león o incluso un gato; en una pelea para un ancestral importaba la astucia, la agilidad y el poder. La primera la poseía, la segunda la estaba practicando y la tercera era prácticamente nula en ella.

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora