Verdad

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Felicia se quitó de la cabeza la capucha de su capa, hizo un pequeño recorrido periférico con la mirada de la entrada del castillo en el que se crío. La misma entrada en la que jugó innumerables veces con su madrina y dónde la desafío por su libertad.

La mujer suspiró, no sabía si de alivio, pena o cansancio. Realmente no entendía en que había pensado antes de venir ¿acaso esperaba que la mujer estuviera coincidentemente en el hall del castillo y la recibiera? Ese fue un pensamiento estúpido ya que fue la forma en que pensó que se volvería a ver con ella.

No le había dicho a nadie a dónde se dirigía pero por si acaso dejó una nota en el cajón de su recamara, solo por si acaso...

Antes de entrar al castillo había tenido muchos nervios encima, no estaba segura si estaba lista para volver a verse con esa mujer, pero tenía que ser valiente. Con esa misma valentía empezó a caminar a paso moderado apuntando a las escaleras, las subió con calma pero alerta a todo lo que la rodeaba.

El interior del lugar había cambiado desde su última vez alli, estaba muy sucio, polvoriento, descuidado. Las alfombras rojas estaban muy desgastadas, los años hicieron su parte no solo en ellas sino también en las cortinas, puertas y el tapizado de muchas paredes.

Felicia recorrió los pasillos y entró habitación por habitación buscando, no quería llamarla, no quería gritar pero si no la encontraba empezaría a considerarlo.

Si bien tenía algo de tiempo porque nadie la esperaría hasta el día siguiente no estaba con ganas de pasarse su día buscándola.

La reina se detuvo en seco un momento, suspiró frustrada. -Realmente podrías ahorrarme el tiempo y aparecerte ya.- Esperó una respuesta pero no recibió nada, estaba frustrada y sabía que ella podía hacerse invisible o saber cuándo alguien merodeaba por los pasillos. Cuando era niña más de una vez se había levantado de noche y había caminado por el castillo, no pasarían ni cinco minutos que su madrina ya se levantaba y se aparecía justo en el mismo lugar por donde ella andaba.

Felicia se agarró la cabeza con las manos. Pensó un momento intentando adivinar dónde encontrarla.

Sus ojos brillaron sabiendo dónde debía estar. La mujer corrió y pasó por al lado de muchas puertas sin siquiera detenerse a mirar, llegó a la biblioteca y la abrió rápido y sin pensar.

-¡Madrina!- no estaba ahí. Recorrió la habitación con los ojos y no vio nada ni nadie.

Suspiró frustrada llegando a los límites de su paciencia.

-¿Dónde estás?- gritó -no tengo todo el día... necesito que hablemos. Por favor...- Felicia quería llorar. Bajó la cabeza rendida, estaba considerando irse cuando un reflejo luminoso le dio en el rostro. Observó el lugar de donde venia dicho reflejo, vio un objeto tirado en el suelo y caminó hacia él.

La mujer se agachó y tomó entre sus dedos un prendedor metálico con la insignia de Vestur, lo reconoció inmediatamente, todos los soldados de su reino lo llevaban en sus uniformes, era para reconocer a un compañero de un enemigo o para diferenciarse de las tropas aliadas.

Felicia apretó los labios, esto significaba que las tropas de Vestur habían estado en el castillo, al levantar la mirada del suelo la mujer vio el cuarto con otros ojos, no encontró uno solo de los libros de su madrina pero las bibliotecas estaban todas en el piso, la madera añeja, partida. Los sillones no estaban ubicados donde ella los recordaba, estaban dados vuelta, corridos de su lugar original.

Frunció el ceño sin terminar de comprender del todo. Una idea vino a su mente y los ojos le brillaron, había alguien que podía decirle qué pasó en aquel lugar y quizás también darle una pista de donde podría estar su madrina.

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora