Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral (Serie de one-shots)

Amargura

Este capitulo tiene lugar en simultaneo con el final del anterior.

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Los relámpagos iluminaron la habitación seguido de un fuerte trueno que retumbo en la noche.

Asteria se despertó inmediatamente, sentándose en la cama y jadeando pesadamente. Sus manos sujetaban con fuerza las sabanas apretándolas contra su pecho y su frente derramaba gotas de sudor.

Había sido una pesadilla, la tercera en el mes.

No podría explicarlo si se lo pedían, había sido raro. Era cierto que en general los sueños lo eran, pero de este no recordaba mucho, nada prácticamente. Habían sido muchas imágenes que pasaron rápido por su mente. Sin embargo la única que podía recordar era a Felicia en su vestido de novia, en el altar junto a Cornelio.

Entre flashes rápidos de su mente, su hija se dio la vuelta y la siguiente imagen fue la bruja sonriéndole con ternura a la pelinegra, después todo cambio, su mirada se corrió hasta mirarla a ella y la imagen se torno gris. El rostro de la hechicera era cerio pero parecía nostálgico y con un dolor inexplicable, su piel pálida, los ojos apagados y un aura melancólica, todo era dirigido a ella.

El trueno la despertó dejando esa última imagen en su memoria.

Asteria suspiro, no sabía lo que le pasaba. Sentía que algo tomaba su corazón y lo apretaba con fuerza, un aire de tristeza y nostalgia estaba sobre ella, rodeándola.

Esto sucedía desde hacía un mes. Cornelio le había pedido matrimonio a Felicia. Había sido un momento hermoso en el que todos festejaron, el reino incluido. Sin embargo, desde ese momento no pudo evitar sentir que había algo mal. Algo mal en ella.

La pesadumbre que la comía era infernal, su mente no dejaba de divagar en torno a la bruja pero no sabía porqué.

Las gotas de lluvia pegaron duro contra el techo del palacio y las ventanas del cuarto, horribles relámpagos iluminaron el cielo dándole un aspecto maléfico a la habitación, tiñéndola de gris y tonos azules como en su sueño estaba la imagen de la bruja.

Los truenos y rayos sonaron y colapsaron contra el reino. Asteria trago saliva y volvió a acostarse, pegando su cuerpo contra el de su marido. Con suerte lograría volver a dormir.

Esta definitivamente sería una tormenta que jamás olvidaría.