Impaciencia

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Muchas gracias a todas las hermosas personas que me desearon un feliz cumpleaños. Ustedes son lo mejor de lo mejor. 

Aquí va otro capí. Espero que lo disfruten. Estaré actualizando en breve.


Ren volvió a tocar la campana por quinta vez en tres minutos.

-¡Para ya!- lo retó Camelia.

-¡No nos atienden!- justificó él.

-Ha de estar ocupado.

-Pues que se desocupe.- Ren volvió a llevar su mano a la campana sobre el mostrador pero Camelia lo detuvo.

-¡No!

-Déjame.

Ella puso sus manos sobre la campana y el pelirrojo intentó quitársela.

En ese momento un enano entró a la habitación por una puerta detrás del mostrador. -¿Quién más podría estar haciendo tanto alboroto?

Ren sonrió para si mismo, orgulloso de la reputación que se hizo.

El otro hombre subió la pequeña escalera y se quedó brevemente congelado cuando vio a la chica que acompañaba al ancestral.

Ren sonrió socarrón y la rodeó con un brazo. Camelia sonrió, hermosa y cálida como era ella.

-¿En qué los puedo ayudar?

-Vinimos por los libros que tenga listos.- Dijo Ren.

-Y trajimos esto.

Camelia puso sobre el mostrador un portafolio de cuero con las hojas sueltas de los libros dentro.

El enano observó el portafolio y luego a la muchacha. Era demasiado hermosa y parecía muy culta para estar con alguien como el zorro. El hombre tomó el portafolio. -Por supuesto. Por favor adelante. - Dijo señalando con una mano la puerta por la que había salido. -Solo tengo que hacerle una cosa a los libros antes de entregarlos. No me llevará mucho pero tardaré un poco.

Camelia pasó por la puerta hacia el taller del enano. Ren se detuvo un momento antes de cruzar. -A mi nunca me dejaste pasar.- Reprochó en un susurro. El enano se encogió de hombros pero no lo negó.

Adentro había una gran cantidad de antigüedades de todo tipo, desde relojes hasta estatuas.

-Las oscuridad aquí es porque...- Sugirió Ren.

-Demasiada luz daña las antigüedades.

-¿Y cuál es la excusa para el olor?

-¡Ren!- Retó Camelia, enojada. El nombrado se limitó a no responder, mientras que el enano solo lo miró con el ceño fruncido y abrió una ventana por la que permitió el ingreso de luz y aire.

Camelia observaba con mucho cuidado las antigüedades en los estantes o las que estaban sobre el suelo.

-¿Qué es esto?- preguntó el pelirrojo levantando una estatuilla de la mesa de trabajo del enano.

-¡Ren ten cuidado!

El ancestral la ignoró y observó al enano con expresión interrogante. -Solo es una estatua.

Ren no exigió más detalles y la dejó sobre el mostrador. Camelia seguía observando con cuidado a la distancia, la fascinación escrita en sus ojos.

-Sí vale la pena. -Susurró el enano mientras tomaba uno de los libros y le pasaba suavemente un trapo de seda mojado con un líquido raro.

-Sí, verdad. No me tenías tanta fe ¿cierto?

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora