No tan difícil de entender

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Camelia caminaba por el pequeño espacio de la cocina-comedor en el departamento. Iba de un lado a otro en la pequeña habitación, estaba confundida ¿cómo que no entendía?, se suponía que se entendía perfectamente bien.

La chica tenía los labios apretados, a mitad de su recorrido por la sala se detenía, justo en frente de Ren, quien miraba el suelo sin expresión alguna en su rostro, no era frío, solo indiferente. Ella recorría cada aspecto de su rostro intentando percibir algo, encontrar una respuesta pero no había nada, entonces se volvía a frustrar y seguía caminando. Repitió este proceso varias veces.

-¿Cómo- cómo no entiendes?- Ella tomó la prueba de embarazo arriba de la mesa y se la mostró, se la puso en frente del rostro, él la vio un momento y luego corrió la vista. -Se entiende perfectamente. ¿Qué dice aquí?- Señaló la tarjeta con el dibujo del bebé. Lo obligó a verla, de nuevo Ren la observó y luego corrió la vista. -Dice "Felicidades papá" ¡Felicidades papá!- Camelia se agacho en el suelo y quedó casi a la altura de él. -Eso quiere decir que estoy embarazada, que seré mamá y tú serás papá. No-no hay mucho más que comprender.

Por primera vez en lo que iba de la noche desde que ella le presentó la prueba de embarazo, Ren demostró emociones en su rostro. El ancestral suspiró y se agarró el puente de la nariz con dos dedos.

-Solo- Dijo cerrando los ojos con fuerza y levantando una mano a Camelia en signo apaciguador para que no arrancará con una perorata de sermones. -Dame... necesito... es que tu no...-El ancestral volvió a suspirar.

-Necesitas ordenar tus pensamientos.

-Exacto.

-Bien... llevo entre quince y veinte minutos esperando a que los órdenes. ¿Qué tanto más puedes demorar?

-Es solo que... ¡No entiendo!

-¿¡Qué no entiendes!? Estoy embarazada. Seremos padres. Es todo lo que tienes que entender. ¿No es acaso lo que querías?

-Es que ese es el punto.- Respondió, mostrando su frustración, liberándola por primera vez en lo que iba de su conversación. -Eso era lo que YO quería,- se señaló a si mismo -no lo que tu querías. Yo soy quien quería tener un hijo, el que estaba dispuesto a cambiar pañales, soportar llantos y rabietas, jugar, bañar, vestir, estaba dispuesto a todo eso. ¡Pero era solo yo, no tú! Así que me resigne, me resigne a la idea de tener hijos porque parecía imposible que a ti te gustara ese plan o cambiaras de parecer. Tú, la que no soporta a los niños, la que odia sus gritos, la que me rechazó tantas veces la propuesta de tener un hijo. Perdón si hoy no entiendo que tú estés embarazada y me lo digas... así.

Camelia se desinfló. -¿Así?- Preguntó herida. -¿Qué tiene de malo la forma en la que te lo dije? Pensé que estaba bien, creí que te gustaría.- Ella quería llorar. -¿No te gustó? Quería hacerlo lindo, pero no sabía cómo decírtelo con palabras. Creí que te alegraría.

-¡Es que me confundes Camelia!- Ren se levantó de su silla y se alejó de ella. -Tu no quieres hijos.

-¿Quien te dijo eso?- Ella también se puso de pie.

Ren pareció realmente sorprendido. -Pues tú. Tú me lo dijiste las más de quince veces que te pregunté cuándo podríamos tener hijos y todas esas veces me rechazaste o esquivaste.

-Pues entendiste mal. Porque sí quiero tener hijos y esta es la prueba. -Le enseñó el test de embarazo.

Ren suspiró.-Yo me resigne Cam.- Le explicó.- Me resigne hace mucho, hace más de un siglo. Y me acostumbre a vivir así. Solo tú y yo. Me acostumbre a la idea de pensar que así sería por el resto de nuestras vidas. Y de repente me sales con esto. Yo- yo necesito tiempo para pensar, yo- El ancestral tomó una campera de un perchero y se dirigió a la puerta.

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora