Rey y Reina (3° parte)

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-Bueno podrias prohibir el área del patio frente a la cocina como territorio de trote. A veces en su entrenamiento los soldados pasan por ahí cuando nosotras lavamos sábanas y nos gritan cosas, a veces también nos pegan.- Amalia le indico con un dedo el área de la cocina en los planos del castillo, Simon sonrió, estaban en su oficina perfeccionando el proyecto.

-Por supuesto. Hablaré con el Coronel está tarde y en unos días sitaré a otras autoridades del ejército de Vestur pero necesitaré más bases si no quiero que me cuestionen.

-¿De qué hablas?

Simón la miró. -La incomodidad y seguridad de las empleadas no es considerada por muchos una prioridad.

-¿Ni siquiera si esas empleadas están en riesgo de abuso?- Preguntó ella indignada.

-No para algunos.

Ella suspiró enfadada. -Bueno, ¿y qué planeas?

-No tengo ideas.

Amalia se detuvo a pensar un instante. -Puedes decir que la situación afecta el rendimiento.

-¿De qué hablas?

-Ya sabes es como... Hubo una vez en la que nuestros padres debieron trabajar juntos para matar a unos lobos que rondaban nuestras granjas y atacaban a las vacas, o zorros que se comían las gallinas, los animales estaban tan estresados que no producían huevos y leche. Tantos hombres con malas intenciones rondando la cocina provocan fallas en el personal, platos rotos, errores al cocinar, más o menos sal, quizás agregar una sustancia a la comida que le caería mal a su magestad.

-Dejame ver si entiendo. ¿Intentas decirme que debo transformar una situación de acoso al personal femenino del castillo en un asunto de vida o muerte para la realeza?

-Básicamente.

-Tengo empleadas que prueban la comida por mi antes de ingerirla por si está envenenada.

-Una acción totalmente inútil.

-¿Por qué lo dices?

-Si alguien fuera a envenenar tu comida ese veneno podría tardar en hacer efecto a la empleada, ella podría morir 5 horas después de haber ingerido la comida y tu solo morirás cinco minutos después. Yo no envenenaría tu plato para matarte.

-¿Ah no? ¿Y cómo lo harías?

Amalia sonrió. -Colocaría algo que solo te cayera mal a ti. Ya ves que hay gente que si toma leche se enferma, podría matarte poniendo algo en tu comida a lo que solo tu seas alérgico y no a la chica que lo prueba antes. El veneno en el plato por otro lado, no sirve, yo no lo pondría en tu comida.

-¿En dónde entonces?

Ella se inclinó sobre la silla del rey. -Sobre tus cubiertos.

-¿Debería asustarme? Suenas como si lo hubieras pensado desde hace mucho.

Ella rió. -No tengo motivos para matarte mientras obtenga dinero de ti.

-Bueno, eso es tranquilizador.- Ironizó él. Ella revoleó los ojos y se dio la vuelta, Simón se puso de pie, la rodeó por detrás y empezó a besarla en el cuello. Amalia inclinó la cabeza hacia un costado, el rey no era muy sutil, siempre la hacía entender cuando quería algo de ella. Y de hecho la pelinegra no podría quejarse, debía admitir que ella disfrutaba sus encuentros más de lo que le gustaría admitir.

Mientras el rey y la sirvienta pasaban tiempo dentro de la oficina, en la biblioteca del castillo Asteria estaba enojada. La reina permanecía sentada observando el fuego crepitante de la chimenea, pensando.

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora