Rompecabezas

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¡Hola gente hermosa! Últimamente he recibido una enorme cantidad de votos y comentarios. Agradezco de corazón a todos los que han comentado y votado. Mis queridos lectores los adoro demasiado. 

Aquí va otro capí, espero que lo disfruten. No le hice la corrección de los posibles y muy probables errores, pero en cuanto tenga tiempo lo haré.

¡Muchas gracias! 

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Ren se llevó una mano a la cara y se frotó los ojos, estaba atardeciendo pero se había levantado tan temprano que ya tenía sueño. Aquella noche no había podido dormir, tenía demasiadas cosas en la cabeza. Ahora estaba sentado en una silla en la copa del árbol que funcionaba como patio en la casa que tenía con Camelia en el bosque.

Los pensamientos del ancestral daban vueltas y vueltas a una misma persona todo el tiempo. Él creía conocer muy bien a Camelia, pero a veces ella era un misterio tan grande.

Modestia aparte Ren se consideraba la persona que mejor la conocía y por un lado también quien más se había interesado en conocerla, cuando ella era hada madrina sus ahijados la veían como alguien a su servicio para resolver sus problemas, Camelia sólo mencionó una vez que una muchacha le preguntó su nombre, por otro lado ella no trataba mucho con las demás hadas pero aunque así fuera Ren sabía que ella era muy... variada en personalidad.

Básicamente Camelia solo hay una pero dependiendo de la situación y las personas con las que esté ella puede comportarse de una forma u otra. Así que realmente no se podía culpar a las otras hadas por no conocerla muy bien.

Él la conocía lo suficiente como para detallar cada lado de ella con precisión.

La Camelia que muchos podrían decir conocer era la seria y formal, la que no hacía chistes y se irritaba con facilidad cuando se la provocaba, Ren sabía mucho de ello, él mismo era quien más disfrutaba de provocarla. Sin embargo lo que muchos no sabían era que ella tenía más lados que ese, era sarcástica, eso él lo sabía de primera mano, pero también podía ser terriblemente divertida, correr por la casa y reír hasta que él conseguía atraparla. Era muy sensible en las zonas de las costillas y cualquier mínimo toque le hacía cosquillas, le encantaba jugar con él aunque dieran vuelta la casa en el proceso.

Ella podía parecer hermosa y delicada, físicamente Camelia era algo pequeña, un poco menudita, si bien no era baja o escuálida, pero era muy diferente de las otras mujeres ancestrales. Conservaba la mayor parte de sus características de hada, generalmente los ancestrales tendían a tener una apariencia de diecinueve o veinte años en adelante pero ella era muy facilmente confundible con una muchacha de diecisiete y es que de hecho de todas las criaturas mágicas las hadas eran las más aniñadas, ninguna presentaba una apariencia mayor de dieciocho años, la mayoría parecían de entre quince y dieciséis. De hecho antes de ser ancestral Camelia era de las pocas hadas que más grande parecían ser (exceptuando Gardenia claro), para un hada parecer de diecisiete o dieciocho años era mucho. Pero la chica pasó de ser de las que más años aparentaban tener a la más joven. Por ende ella destacaba, era raro verla entre los demás ancestrales, sus manos pequeñas, sus características delicadas, el cabello largo y brillante, si no fuera por la falta de alas fácilmente podría hacerse pasar por hada en lugar de ancestral.

Pero todo eso era lo que ella aparentaba y es que Ren todavía recordaba el golpe que le dio el día que se conocieron, Camelia sabía cómo dar un golpe, no tenía idea de quien en el país de las hadas podría haberle enseñado a pelear, pero definitivamente había hecho un buen trabajo.

A pesar de eso Ren también conocía a una Camelia sensible, que necesitaba ser abrazada y consolada, como cuando Rosaura fue secuestrada, ella se había dejado consolar por él sin poner oposición, de cierto modo Ren se sentía orgulloso de si mismo porque sabía que ella no se dejaba consolar y abrazar en ese estado por cualquiera.

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora