El día que nos conocimos (2° prt)

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Camelia regresó a su cabaña con restos de tierra en el rostro y ramas en el cabello, además de unas ojeras terribles. Había estado buscando su faltriquera en el bosque por horas, si bien podía hacer aparecer otra esa era especial porque era lo único que se había traído con ella del Reino de las hadas cuando decidió ser hada madrina. Por demás de todo eso había sido un día estresante, había planeado algo para que el padre de una de sus ahijadas aceptara por fin a su novio pero como las pócimas, plantas y todo lo demás que necesitaba estaba en su faltriquera debió de pensar en el momento cómo hacer que el enamorado de la princesa no muriera en las pruebas que le impuso el rey. Estaba terriblemente cansada y exasperada.

Con pesadez tomó un cuenco con agua y mojó una toalla en esta, se la pasó por el rostro quitándose los restos de tierra, las gotas de agua se resbalaron por sus mejillas y cuello mientras lo hacía.

Al terminar se hecho en su cama y miró el techo. Se había autoimpuesto un límite de cuatro ahijados, aunque hasta hace poco su límite era de tres, solía dejarse un día a la semana libre sin visitarlos a ninguno para dedicarse a pensar en la situación de cada uno y planear formas distintas de resolver sus problemas, pero considerando que todo iba de maravilla pensó en concentrarse únicamente en descansar aquel día.

A la mañana siguiente se despertó con los rayos de sol entrando por la ventana y pegándole en el rostro. Ella miró la ventana con reproche y se insultó a si misma por no acordarse de cerrar las cortinas, con muy poca necesidad de magia las mismas fueron cerradas y logró volver a conciliar el sueño por unas horas más, ya se había olvidado de cuándo fue la última vez que había dormido hasta las nueve de la mañana.

Se tomó el tiempo para desperezarse en la cama y levantarse sin apuro, lavarse, peinarse y hacer el desayuno con calma. Estaba sentada en uno de sus sillones individuales leyendo un libro cuando escucho que alguien tocaba la puerta.

Se le hizo muy raro ya que Orquídea solo se aparecía con demasiada extravagancia en medio de la sala y ninguna de las otras hadas la solía visitar, y si no era una de sus compañeras entonces no tenía idea de quien pudiese ser. Fue sacada de sus pensamientos cuando volvieron a tocar la puerta por lo que dejó el libro sobre la mesa ratona y se dirigió a abrir, al hacerlo se sorprendió horriblemente por quien tenía delante de ella.

-Deberías de empezar a preguntar quién es antes de abrir. Es una costumbre muy sana por cusas de seguridad, te lo recomiendo amablemente.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó ella saliendo de su estupor.

-¿Sabías que tu cara de sorpresa es tan linda como tu cara de ira? Y si no te importa pasare porque es de mala educación dejar a las visitas afuera.- Ren la pasó a un lado a Camelia y entró a la cabaña.

-¿Qué haces?

-Este lugar es más pequeño de lo que parece. No esperaba una mansión pero si algo más allá de un monoambiente. Aunque esto confirma mi teoría.

-¿Teoría? ¿qué teoría? ¿de qué hablas?

-No eres ostentosa, eso me agrada.

Camelia intentó ordenar sus pensamientos y respiró hondo mientras el ancestral inspeccionaba su hogar. –Te volveré a preguntar y espero que me respondas. –Habló con calma. -¿Qué haces aquí?

-Te conozco. ¿Sabías que una casa dice mucho sobre sus ocupantes?

-De acuerdo, voy a reformular mi pregunta. ¿Realmente para qué viniste?

-Ya te lo dije. Para conocerte.

-¿Y tú solo acostumbras a ir por las casas a conocer a cada persona que te cruzas de casualidad por el bosque?

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora