El día que nos conocimos (1° parte)

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Ren se dio la vuelta en la cama mirando el techo, era de noche y no podía dormir. Su vista recorrió las sabanas blancas, el ropero a su derecha y miró por la ventana a su izquierda, afuera el bosque estaba tranquilo, ni siquiera los animales nocturnos hacían algún ruido.

Suspiró y miró a su izquierda a Camelia durmiendo plácidamente, dándole la espalda y abrazada a una almohada. El ancestral frunció el seño con leve enojo, se acostó de costado y rodeó a la muchacha por la cintura, alejándola de la comodidad de la almohada y girándola para que lo abrazara a él.

-¿Qué haces?- Le preguntó con reproche y medio dormida.

-¿Qué tiene la almohada que no tenga yo?

-La almohada es suave.-Se quejó Camelia acomodándose junto a Ren, volviendo a encontrar la comodidad abrazándolo y enterrando el rostro en su pecho.

Pese a que aquella oración fue dicha con todo el cansancio y la inocencia del mundo las palabras encendieron un interruptor en la mente del zorro. Ren abrió grandes los ojos y una sonrisa ladina le cruzo los labios. – ¿Estás diciendo que yo estoy duro?- sugirió, recorriendo con una mano sus piernas desnudas y aventurándose bajo su camisón.

-Alto ahí.- Lo detuvo ella aun con una parte de su mente dormida pero lo suficientemente lucida. –Mañana...

-Ahora es mejor...

Ella negó. –Mañana...

Ren suspiró resignado y se acomodó para que Camelia se acurrucara cómodamente en su pecho, lo cual ella hizo, empezó a quedarse dormida otra vez mientras él le acariciaba el cabello con suavidad. La chica estaba a punto de ingresar al mundo de los sueños en su totalidad cuando...

-¿Recuerdas cuando nos conocimos?

La ancestral suspiró hastiada y un sollozo de impaciencia y queja salió de sus labios. Levantó la vista mirando los ojos marrones de su novio. –No me vas a dejar dormir ¿verdad?

-Es que no me puedo dormir.

Ella suspiró y se separó de él, acostándose completamente sobre la cama con la cabeza en una almohada en lugar de su pecho, ahora totalmente despierta. –Sí, me acuerdo.

-Fue hace como doscientos treinta años.

-Te falta casi una década para alcanzar el mínimo.- Ella se giró y se acostó de costado, él hizo lo mismo y sus ojos se conectaron.

-¿doscientos cuarenta?

Ella asintió.- Mínimo.

-Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

Camelia soltó una pequeña risa y acaricio el rostro del muchacho, pasando su pulgar por el pómulo derecho. –Sí, yo también.

Él se rió. –También recuerdo perfectamente cómo se sintió, al fin y al cabo me dolió mucho conocerte.

-Te lo merecías.

-No tanto...- Ella frunció el seño.- Quizás un poquito. – Ren le dio un pequeño y rápido beso. –Aun así... el mejor día de mi vida.

-¿Estás seguro?

-Totalmente. No te cambiaría por nada.- La abrazó y le beso tiernamente la frente, Camelia se volvió a acurrucar en su pecho.

240 AÑOS ANTES (aproximadamente)

La fila delante de ella era interminable, Camelia no pensó que tantos quisiesen comprar semillas pero desgraciadamente se equivoco. Estaba en El paso de los enanos, una ciudad puramente hecha para el comercio entre seres mágicos, los enanos eran los seres con los mejores productos y restaurantes, además de contar con atracciones divertidas, por lo que si querías una tarde gastando todo tu dinero pero asegurándote un buen día, El paso de los enanos era el lugar perfecto. Pero ella solo quería algunas malditas semillas mágicas por lo que no lograba comprender la tardanza. Golpeó un pie con impaciencia sobre la baldosa de piedra de la vereda, tenía cosas que hacer, no se había levantado tan temprano y además no había desayunado para nada. A este ritmo su visita anual a cada uno de sus ahijados se retrasaría.

Todas las Hadas del Reino: Vida ancestral  (Serie de one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora