capítulo 5

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Ella fue delante. Al pasar junto al hombre que seguía sentado en la silla, Joe extendió una mano y apretó su hombro durante un instante. El hombre se enderezó y sonrió. Entonces Joe le puso a ella una mano en el hombro. La tela de su chaqueta era fina y pudo sentir el calor y la fuerza de aquella mano. Él la guió bajando los escalones hasta su Jaguar negro aparcado fuera, justo frente a la comisaría. Había una nota blanca en el cristal. -Creo que nuestro amigo no ha perdido el tiempo saliendo y poniendo esto aquí -dijo, metiéndosela en el bolsillo sin mirarla. Ella miró preocupada al otro lado de la calle hacia su pequeño Volkswagen rojo. ¿Serían muy caras las multas? Pero no ser veía ninguna nota en su parabrisas. -Debería ir a echar dinero en el parquímetro... -Yo me ocuparé de eso -la interrumpió Joe. Demi se enorgullecía mucho de su independencia. De hecho, no había pedido ayuda a nadie desde que nació Carly. ¿Por qué se sentía tan bien oyendo hablar así a alguien? Por una vez se tragaría su tonto orgullo. Esa noche se permitiría creer en los cuentos de hadas. -Gracias -dijo, por tercera vez. Se preguntó cómo sería haber nacido en una familia con más dinero del que podían gastar. Mientras él le abría la puerta y ella entraba, se preguntó cómo sería no preocuparse nunca por el dinero, poder comprarse un coche o la casa de campo que ella soñaba para vivir con Carly. Había estado ahorrando una pequeña cantidad desde que nació su hija con ese fin, aunque en el fondo sabía que nunca reuniría lo suficiente. El coche arrancó y avanzó suavemente. La mujer sentada a su lado era preciosa. Su pelo, hasta los hombros, estaba cortado perfectamente para enmarcar su bonito rostro y tenía una mezcla de colores que no eran simplemente rojizos. Sus ojos eran espectaculares, del color del jade. La nariz, pequeña y bonita, y la boca, dulce y vulnerable. Y se notaba cierta testarudez en su barbilla. No llevaba maquillaje y su olor era limpio y puro, a jabón en vez de a perfume. Su ropa, una chaqueta azul marino y una falda blanca, era sencilla pero elegante. Tenía el pelo retirado detrás de las orejas y llevaba dos pequeños pendientes blancos a juego con la camisa... unas orejas que desearía mordisquear... El pensamiento lo sobresaltó. El sargento Crenshaw no había sido delicado, pero había estado en lo cierto. Desde la muerte de su esposa, hacía más de un año ya, había estado sufriendo y convencido de no curarse jamás. Por supuesto, no era solo por la pérdida de su mujer. Sharon había muerto embarazada de su primer hijo, un varón. El pequeño, perfectamente formado y una réplica en diminuto de Sharon, también había muerto. Joe sabía que la gente pensaba que él lo tenía todo. Y una vez fue cierto. Pero la tragedia le hizo desear ser un hombre comente. Porque ni el dinero ni la posición ni el prestigio podían sacarlo del pozo oscuro en el que se encontraba. Su posición solo había servido para hacer público su dolor. Y en ese momento, su posición exigía que mejorara, que siguiera con su vida y sus obligaciones. Incluso esa noche, él había llegado en su ferry privado de su casa en la isla de Roxbury a la isla vecina de Thortonburg para ver a una de las bellas mujeres que su bienintencionada madre no dejaba de poner en su camino. Una joven alta y atractiva, bien educada y de buena familia. Y cuando Joe salió de la ópera y encontró la antena rota, sintió alivio y no rabia. Fue la excusa perfecta para meter a la rubia en un taxi con su ayudante, Phillip, y despedirse de ella. No había pasado un rato incómodo escapando de besos que no deseaba y de conversaciones que no le apetecían. Las posiciones sociales de otros hombres no exigían que volvieran a casarse si su corazón no estaba curado. Otros hombres no tenían que soportar la presión y dejar a un lado sus sentimientos para tener un heredero. Un heredero. No, eso no lo creía. Había pasado muchas horas encerrado en una habitación infantil donde no había ningún niño. Una habitación donde estaba Sharon. En el silencio de la habitación de paredes amarillas con visillos de encaje en las ventanas y ositos de peluche por todas partes, podía ver a su esposa, con la cabeza hacia atrás riendo, los ojos brillantes al pensar en su bebé. Pudo haber pedido que pintaran y decoraran otros, pero lo hizo ella sola, con un mono de pintor que se estiraba sobre su abdomen, brocha en mano, con la lengua entre los dientes mientras pintaba motivos infantiles. - ¿Ocurre algo? -preguntó suavemente Demi. Joe regresó al presente. -No -mintió, y entonces se dio cuenta de que había perdido una oportunidad. Su oferta de llevarla a casa no se había debido a un sentido del deber, sino a un deseo de saber más sobre su hermana desaparecida. Hacía poco tiempo que Joe había encontrado al príncipe Roland Thorton en una situación comprometida con su hermana, Lillian. Roland le había contado una historia sobre su propia hermana, hija ilegítima de Víctor, el gran duque de Thortonburg, que había sido secuestrada. Roland había ido a Roxbury a investigar, a ver si los enemigos de los Thorton, los Jonas, estaban detrás del secuestro.

Una Boda Real- Jemi "Terminada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora