-Me recuerda a la casita de Blancanieves -comentó Joe cuando los faros de su coche iluminaron la pequeña casa blanca con una pesada puerta de madera. Demi adoraba la casita que había alquilado, a un precio muy razonable, a las pocas horas de llegar a Thortonburg. En el pasado debió ser la casa de un jardinero. Estaba en un barrio maravilloso de mansiones regias y antiguas, jardines amplios y árboles enormes. Joe tenía razón, parecía la casita donde se había refugiado Blancanieves. Pero la sorprendió que un hombre que parecía tan pragmático, tan masculino, hiciera un comentario tan singular. La sorprendió y la agradó. Bryan, el padre de Carly, posiblemente habría pensado que Blancanieves era la marca de un detergente o, peor aún, de una droga ilegal. Demi fue a abrir la puerta, pero Joe la detuvo poniéndole la mano en el brazo. A continuación salió, rodeó el coche y se la abrió él mismo. El gesto debió hacer que ella se sintiera como una reina, pero no fue así. La hizo sentirse como si no estuviera a su altura. Demi subió el camino de piedras delante de él y buscó el llavero en el bolso. Pero con suavidad, él se lo quitó y metió la llave en la puerta. De nuevo, la cortesía no fue algo a lo que ella estuviera acostumbrada. Demi recordó cuando salía con Bryan. Él ni siquiera había ido a la puerta a buscarla. Siempre la había esperado sentado en su moto brillante, acelerando el motor y tocando el claxon hasta que ella salía. -Puedo sacar la llave del coche del llavero -sugirió Joe-. De ese modo haré que enseguida te traigan el coche. -No es necesario. Yo volveré mañana a buscarlo. -Nada de eso. Yo te convencí de que lo dejaras allí y me ocuparé de que te sea devuelto. -Gracias. Es el escarabajo rojo que está aparcado justo enfrente de donde estaba el tuyo. Joe dio un suave empujón a la puerta y el sonido de la risa de Carly se oyó con fuerza. Ese sonido siempre hacía feliz a Demi. Estaba decidida a que, a pesar de que hubiera nacido de forma ilegítima y su padre la hubiera abandonado, su hija tuviera una infancia mejor que la suya, llena de risas, calor y amor. No la clase de infancia que tuvo Dem, que la hizo terminar con alguien como Bryan al estar buscando algo que nunca había tenido y que había creído con su alma y su corazón que existía. Pero cometió el antiguo error de confundir la pasión del impostor con el amor. ¿Seguía creyendo en el romanticismo? ¿Deseaba el amor que parecía tan genuino en otras parejas? No lo sabía. Además, no tenía tiempo ni energía emocional. Carly se merecía algo mejor que tener candidatos a papas entrando y saliendo de su vida. Demi hizo un gesto a Joe para que entrara a su pequeño vestíbulo, pero él no la siguió inmediatamente. - ¿Tienes un bebé? -preguntó con cautela. Unas cuantas veces desde que Carly había nacido, le había sucedido eso. Un hombre se interesaba por ella, pero el interés solo duraba hasta que descubría que tenía una niña. Eso le había hecho perder el interés por los hombres. -Una niña. Tiene veinte meses. De todos modos, Demi se recordó que el interés del príncipe Joe de Roxbury era bastante diferente. Como había dicho él, se trataba de rescatar a una dama en apuros. Sería una tonta si pensaba que había algo más. Sus mundos eran distintos. Demi no era una princesa dormida a punto de ser besada. Era una madre soltera intentando hacer lo mejor para su hija. Y entonces, apareció Carly, bajando los peldaños sentada, con los rizos rubios alrededor de unas mejillas sonrosadas por el ejercicio y la alegría. Demi se puso de rodillas y abrió los brazos. -¡Mami! Carly corrió hacia su madre con los brazos abiertos y poco equilibrio. Resbaló sobre la alfombra, empezó a inclinarse y entonces cayó sobre los brazos de Demi con tanta fuerza que casi la tiró. Riendo y olvidándose de su visitante, ella se dejó llevar por el efusivo recibimiento de su hija. Demi abrazó a Carly, enterró la nariz en su pelo sedoso, se levantó e hizo girar a la niña hasta que esta gritó encantada. Pero se detuvo en medio de una vuelta. Él estaba demasiado quieto. Demi sujetó a su hija con fuerza y lo miró. Joe estaba pálido. -¿Qué te ocurre? -pregunto Demi. Él sacudió la cabeza, como saliendo de un sueño. Carly se inclinó hacia él, con los brazos abiertos y casi tirándose de los brazos de su madre. Fue una invitación para tomarla en brazos que solo podría rechazar un corazón de hielo. Joe vaciló y luego sonrió, aunque pareció costarle. -Eres uno de los enanitos, ¿verdad? -Preguntó, y aunque no la tomó en brazos, le acarició la mejilla-. Hola. ¿Cuál de ellos eres? Seguro que no eres Gruñón, y tampoco Dormilón. Debes de ser Feliz.
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Una Boda Real- Jemi "Terminada"
RomancePrologo Demi Lovato necesitaba un caballero de brillante armadura... y el príncipe Joe Jonas precisaba una esposa. En otra época, este lo había tenido todo, pero aprendió que los príncipes no estaban por encima del dolor... ni a salvo de perder a lo...