capítulo 8

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Carly se rió, tomó su mano y le mordió el dedo. -No se muerde -le riñó Demi-. Joe, esta es mi hija, Carly. Joe hizo una reverencia, lo que le encantó a la niña, por no mencionar a su madre. -Es un placer. Cuando se enderezó, Carly lo miró muy seria un instante, entonces le pasó los dedos regordetes por la cara, le apretó la nariz y asintió, como dando su aprobación. -Abajo -ordenó en voz alta. Demi la dejó en el suelo y Carly se lanzó corriendo, a punto de caerse varias veces, hacia su cesta de los juguetes, cuyos contenidos esparció por el suelo sin ceremonias. Con un suspiro, se dejó caer al suelo junto a su montón de tesoros. -¿Contienes a menudo la respiración? -preguntó Joe. -Creo que a eso se le llama maternidad. Estaré conteniendo la respiración hasta que cumpla dieciocho años -dijo Demi, y entonces pensó en su hermana desaparecida, de veintisiete años-. O quizás más. -Es una niña preciosa -declaró Joe, observando sonriente la energía con la que las posesiones de Carly eran arrojadas de nuevo a la cesta. -Gracias. Joe vaciló. -¿Y el padre? -Lo último que supe es que estaba en Canadá. -Lo siento. -Yo no. Las dos estamos mejor sin él -declaró Demi, desafiante. No quería la compasión de Joe. Él había dejado de mirar a Carly y estaba observando su pequeño salón con interés. Y aunque su rostro era inexpresivo, sin duda él aparcaba su coche en un espacio mayor. La mayoría de los muebles que había en la casa cuando la alquiló, eran humildes, pero Demi adoraba la atmósfera acogedora que había creado con unos cuantos jarrones de flores secas, cuadros alegres, pequeñas cestas de mimbre conteniendo libros y papeles, y la cesta mayor, a la única que llegaba Carly, donde estaban sus juguetes. En una esquina estaba lo único de valor, el ordenador donde escribía Demi. La mujer que había cuidado a Carly, una señora mayor que vivía en la propiedad principal, bajó los escalones. Unos cuantos mechones de pelo gris habían escapado del moño, tenía las gafas torcidas, el jersey deformado en el dobladillo y no parecía tan entera como cuando llegó unas horas antes. -Dios mío -declaró la señora Brumble-, tiene mucha energía. Nunca he visto un bebé de esa edad tan enérgico. -Señora Brumble, ¿se ha portado mal? -preguntó Demi al ver el aspecto desaliñado de su digna casera. -No, no. Ha sido exigente, curiosa por todo -la mujer se detuvo, suspiró y sonrió-. Pero en serio, adoro a los niños y la cuidaré siempre que haga falta. -Muchísimas gracias -dijo Demi de corazón. La vida desde la llegada de Carly se había vuelto más dura. Bryan había dejado claro que no quería tener nada que ver, y luego había muerto su madre. Y en ese momento, su hermana había desaparecido. Pero parecía que cuanto más dura se volvía la vida, más amable era la gente que encontraba en su camino. La señora Brumble miraba a Joe con interés. -¿No es usted ese muchacho Jonas? Joe sonrió. -Sí, soy yo. La señora Brumble le ofreció la mano y él la estrechó con afecto. -Soy Eileen Brumble. He tomado el té con su madre, la princesa Denise, varias veces cuando he ido a Roxbury. Las dos pertenecemos a la Asociación contra el Cáncer. También conocí en una ocasión a su encantadora esposa. Sentí mucho la horrible tragedia. -Le daré recuerdos a mi madre -respondió Joe. Demi se dio cuenta de que su casera se movía en los mismos círculos que él, entre duques y duquesas, marqueses y condes. ¡Y había pedido a alguien de esa categoría que cuidara a su hija! El vestíbulo era demasiado pequeño para todos ellos, así que Joe entró al salón mientras la señora Brumble se preparaba para marcharse y Demi se quitaba la chaqueta. Debajo llevaba un jersey blanco a juego con la falda, algo que decididamente llevaría una vieja bibliotecaria a una reunión de la iglesia. Quizás ella supiera que la vida no era un cuento de hadas, quizás hubiera hecho voto de castidad hasta que Carly fuera mayor, pero también sabía que no había ninguna mujer que pudiera estar con un hombre atractivo y no quisiera tener su mejor aspecto. Cuando la puerta se cerró tras la peculiar niñera, Demi se dio la vuelta y encontró a Joe estudiando un cuadro que, de repente, a ella le pareció barato y hortera, no divertido y alegre.

Una Boda Real- Jemi "Terminada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora