capítulo 36

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Así que prefirió sentarse en la manta y abrió el sobre que le había dado Roland. Joe llevó a Carly desde la orilla y la puso frente a los pies de Demi con su cubo, y luego él se sentó al lado de ella. Por el rabillo del ojo, Demi vio arena pegada en el vello oscuro de sus brazos y, por alguna razón, le pareció muy sensual. Pero se obligó a concentrarse en la fotocopia de la nota de rescate que le habían enviado. Con alivio, se dio cuenta de que no reconocía la escritura. -No es de mi padre -dijo pasándosela a Joe-. Ni siquiera lo ha redactado él. Él no cometería errores gramaticales ni de ortografía. -Bueno, no creo que nadie haya pensado que la hubiera escrito él. La idea de un cómplice no se le había ocurrido a Demi, y pensó que su alivio quizás fuera precipitado. Joe estudió la nota, pero no comentó nada más. Demi miró a continuación la fotografía de su hermana y pasó los dedos suavemente por sus pómulos, sufriendo por el terror e inseguridad que Victoria debía estar sintiendo. Aunque no se veía ningún terror ni inseguridad en su rostro. De hecho la descripción de Grayson había sido acertada: en lugar de parecer una víctima asustada, se la veía furiosa. Y entonces Demi se fijó en los detalles del fondo, que estaban en sombras. La fotografía debía de haberse hecho con flash, ya que la cara de Selena estaba muy blanca y el fondo muy oscuro. Pero en el sobre, Lance había metido varias fotos donde se veía más iluminado el fondo. Parecía como si su hermana estuviera de pie frente a una pared construida con troncos. -¿Una cabaña? -sugirió Joe mirando por encima de su hombro. En la esquina derecha de la fotografía habían rodeado de rojo un objeto. Demi lo miró y se fijó en la siguiente foto, una ampliación de ese objeto. -Parece un rifle antiguo, ¿verdad? -Espero que funcione -declaró Demi -, y que Selena se apodere del arma y... Se calló. Eso no era una película. Miró las fotografías de nuevo, muy despacio y con atención. Algo en ellas le hacía sentir que debería reconocer ese lugar, pero no era así. Su padre nunca las había llevado de vacaciones. Las únicas excursiones habían sido al museo, el zoo y las tierras del castillo de Thortonburg. -¿Y bien? -le preguntó Joe. -No lo sé -dijo Demi-. Parece que debería saber algo, pero no. Quizás solo quiera ayudar tanto que mi mente me esté diciendo que este lugar me parece vagamente familiar, aunque al mismo tiempo sé que nunca he estado ahí. -¿Y cuando eras muy joven? Demi miró la foto de nuevo. -No -dijo al fin-. Nunca he estado ahí. Supongo que simplemente he deseado haber estado -de mala gana, guardó las fotografías-. Creo que hay que quitar a Carly del sol. Y en seguida llega su hora de su siesta. Se vuelve insoportable si no duerme a sus horas. -Os dejaré un rato. Tengo pendiente algo que no puedo retrasar más. -Oh, Joe, espero que no hayas descuidado tus asuntos por nosotras. Podemos entretenernos solas. -No me habría perdido este día por nada en el mundo. Demi pensó que podía aprovechar el tiempo a solas para mirar las fotos de sus álbumes, buscando pistas sobre su familia que quizás ayudaran en algo a encontrar a Selena. Recogieron a la niña, la manta, los cubos y subieron el camino hacia el castillo. Carly ocupó su lugar sobre los hombros de Joe. -Estoy deseando que sea mayor y pueda montar a caballo -bromeó Joe. Demi se fijó en la imagen que formaba con su hija en los hombros, y sintió como si fuera la escena de un sueño que tuvo de niña, cuando creía en los sueños. -Gracias -le dijo. -¿Por qué? -Por ser mi príncipe. Incluso al decirlo, se asustó. Era adulta y sabía que los cuentos de hadas no eran reales. Había vivido en la misma casa con sus padres el tiempo suficiente para aprender con amargura que las cosas buenas no duraban. Joe se marchó de mala gana, pero tenía trabajo. Estaba ocupándose de unos papeles cuando apareció Phillip. -He revisado todas las facturas de su esposa. Pero una de ellas no era una factura. Me temo que abrí el sobre por error. -No es culpa tuya, Phillip. ¿Qué era? Phillip le dio la carta. Y, al leerla, lo que Joe deseó hacer fue tirarla a la basura. Era la carta de un editor de libros para niños. Querían comprar la historia de Demi y hablar de la posibilidad de hacer una continuación. Phillip lo miraba sonriente. -¿No es estupendo? -Lo es -declaró Joe sin sentirlo. Phillip se marchó, y él se encontró con sentimientos enfrentados. Había rescatado a una mujer que no necesitaba ser rescatada. En realidad, era un insulto para ella. Al casarse, era como haberle dicho que no creía que ella se las pudiera apañar sola. Y, según esa carta, era muy capaz. Su parte egoísta deseó tirar la carta, porque significaba que el momento de dejar marchar a Demi llegaría mucho antes de lo que había pensado. Suspiró y pensó en lo que decía el hermano Raymond sobre el verdadero amor, que consistía en dejar a un lado los propios deseos y darle al otro libertad. Dejó la carta a un lado, sabiendo que tendría que enseñársela a Demi. Quizás también sirviera para distraerla. Y llegaría el momento de decirle que sentía haberla metido en eso, pero que conseguiría la nulidad. Pensó en Demi ese día, con el precioso bañador y el pareo ocultando sus largas piernas. Pensó en Carly caminando con dificultad con el cubo de agua... Muy despacio, salió de su despacho. Demi estaba en su dormitorio y, a través de la puerta, la oyó llorar. Estaba atrapada en una vida que no había elegido libremente y a la que había accedido porque había querido ayudarlo a él y a su hija. Joe pasó de largo y fue hasta la siguiente puerta. La abrió y entró. La habitación infantil parecía vacía y triste, como un espejo de lo que volvería a ser su vida. Se acercó, tocó la cuna y descubrió que en unos pocos días, había pasado de creer que nunca quema un hijo, a desearlo. Durante un momento, algo salvaje despertó en su interior y pensó en ir a seducir a Demi, aceptar su invitación de la noche anterior y convertir ese matrimonio en algo real para que ella no escapara. Aunque eso parecería más bien un secuestro. ¿Pero qué otra cosa había hecho él? La había metido en un mundo donde se analizarían todos sus movimientos y su hija sería fotografiada cada vez que se tomara un helado en público. Había empezado como un trato de negocios, y visto así, no había sido mala idea. Pero algo lo había cambiado todo. El amor. Joe se había enamorado de su bella esposa. Y durante un instante, imaginó cómo sería amarla y vivir de acuerdo a las promesas que se habían hecho en el altar. Tener hijos juntos. Jugar juntos. Trabajar juntos, hacer lo posible para convertir el mundo en un lugar mejor. De pronto envidió a Lilian y a Roland. Procedían del mismo mundo. Y todo funcionaría para ellos. Deseó con todo su corazón que hubiera sido igual para Demi y para él.

Una Boda Real- Jemi "Terminada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora