capítulo 22

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Demi volvió a salir del probador con su antigua indumentaria. Se sentía como Cenicienta después del baile. La tela vaquera contra su piel no le parecía tan agradable como la seda. Y por supuesto, no tenía el más mínimo aspecto de princesa.

Se detuvo.

Joe estaba dormido en el suelo, con su hija tumbada sobre el pecho, también dormida.

De nuevo pensó en la confianza en sí mismo que tenía Joe. Su posición en la vida lo habría obligado a controlarse en la mayoría de los aspectos, pero en esos preciosos instantes en que no se sentía obligado, era capaz de relajarse. No parecía pensarse dos veces hacer malabarismo con unos vasos o dormirse sobre el suelo de una tienda. ¿Quién le llamaría la atención a un príncipe?

Desde luego, no lo iba a hacer la mujer que se acercaba hacia ella y sonrió a ver al príncipe y a la niña dormidos.

-Oh, pero si ahora empezábamos a divertirnos -susurró, cuando vio a Demi vestida con su ropa-. Por favor, solo unos pocos más. No parece que él tenga prisa por ir a ninguna parte -añadió, mirando a Joe.

Demi suspiró.

-Bueno, de acuerdo -dijo, aceptando la ropa que le daba la vendedora.

-Y tiene que salir para que yo la vea.

-Está bien.

Era divertido. Esa vez le había llevado dos bañadores, uno tan atrevido que no pensaba enseñárselo a nadie. El otro era precioso, blanco y negro con un pareo a juego. ¿Realmente iba a frecuentar las piscinas y las playas a partir de ese momento? Hasta entonces, había carecido de esos placeres. Siempre había mirado con añoranza el buen tiempo por la ventana antes de volver a su ordenador, intentando pensar en algún modo comprensible de escribir sobre tecnicismos.

Su padre siempre había querido que fuera profesora, y Demi empezó a estudiar sin preguntarse lo que ella deseaba realmente. Se encontró embarazada antes de terminar, pero sabía que se le daba muy bien escribir. Un programa sobre escritura técnica le permitió trabajar en ese campo. Pero con la llegada de Carly, empezó a escribir los cuentos que le contaba a su hija antes de dormir. El personaje favorito de Carly, y el suyo propio, era Miss Widget, pero hasta el momento, ningún editor a los que había ofrecido la historia había compartido su entusiasmo.

Aun así, ella siempre había estado trabajando los días soleados, deseando poder irse a la playa.

¡Y siempre había estado lloviendo en sus días libres y en vacaciones!

Y en ese momento, se quedó mirando el bañador y lo que representaba y lo puso encima del conjunto de seda verde que había decidido llevarse.

Se probó pantalones cortos, blusas, pantalones largos y faldas, y se los mostró todos a la entusiasmada vendedora, que al final se presentó como Rosalitta, la dueña de la preciosa boutique Joe seguía dormido, con los labios ligeramente separados y Carly estaba dejando un charco de baba en su jersey.

Rachel nunca había tenido ropa de esa calidad y se maravilló de cómo le sentaba, tan diferente de lo que había llevado siempre.

-Me llevaré estos dos -le dijo finalmente a Rosalitta.

-Solo uno más -le rogó la mujer-. Pruébese este. Lo acabo de descubrir y nunca he visto algo tan hecho a medida para alguien. Por favor, pruébeselo.

Demi miró por encima de su hombro. Carly y Joe seguían igual, así que aceptó la percha que le dio la mujer y cerró la puerta.

El vestido era increíble. De seda color marfil, con un chal de pedrería a juego echado sobre un hombro. Demi quitó el chal, lo colgó y miró el vestido con más detenimiento.

Era exquisito, un vestido para una mujer mucho más sofisticada que ella. Tenía en los hombros tirantes muy estrechos, un delicado escote curvo y a partir de ahí caía recto. Demi no podía mirar el vestido sin preguntarse cómo le sentaría, así que por última vez, se quitó la ropa. Deliberadamente le dio la espalda al espejo y luego, una vez vestida, se giró despacio.

Se quedó boquiabierta.

Se había convertido en Cenicienta.

Había desaparecido la madre con prisas, la hermana preocupada, la hija decepcionante. Con ese vestido, incluso su pelo mal peinado tenía un aspecto salvaje y libre, como si se hubiera arreglado así a propósito.

Sus ojos parecían tan profundos como el océano y su piel se veía color melocotón. El vestido se ceñía en los lugares oportunos. Demi descolgó el chal y se lo echó por los hombros.

Suspiró. El vestido se volvió recatado y virginal, insinuando lo que había debajo. Si ella realmente iba a casarse con Joe, elegiría ese vestido. Era un vestido que podía hacer que cualquier mujer se sintiera como una reina.

Hasta ese momento, Demi había ignorado las joyas que le habían llevado como accesorios de varios trajes, pero en ese momento las miró y encontró una sencilla cadena dorada, un fino brazalete de oro y un par de diminutos pendientes.

El resultado fue espectacular y no podía quitarse el vestido sin compartirlo con Rosalitta. Se puso los zapatos que le había llevado y salió.

Rosalitta no estaba.

Fue de puntillas hasta donde estaba Joe y se quedó mirando su rostro.

Eso era al revés. Se suponía que la que estaba dormida era la princesa.

Demi se arrodilló a su lado.

Él nunca lo sabría. Y como Demi le había pedido que no la besara, nunca volvería a saborear sus labios.

Solo esa última vez, cuando ella parecía realmente una princesa.

Se echó el pelo hacia atrás para no rozarle la mejilla y despertarlo, e inclinó la cabeza. Rozó su mejilla con los labios y, como él no se movió, ella cerró los ojos y le besó los labios, muy suavemente, para no despertarlo.

Y el beso le hizo a Demi lo que siempre hacía a las princesas en los cuentos de hadas.

La despertó.

Algo que llevaba tiempo dormido en su interior, cobró vida. Era la mujer que había en su interior, una mujer adulta, con deseos y necesidades, y sintió ese poder con tanta fuerza, que se apartó de él y se puso de pie.

Sintió los ojos llenos de lágrimas. Miró y vio a Rosalitta de pie en la escalera que iba hacia los probadores, paralizada.

Una Boda Real- Jemi "Terminada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora