capítulo 1

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Capítulo Uno —Y creo que ella está… —Disculpe, señorita —el joven oficial de policía de rostro insulso que había detrás del mostrador tomó el auricular de un teléfono que no paraba de sonar —. ¿Una reyerta? ¿Dónde? Disculpe, no oigo bien. Sí, sí… Demi Lovato suspiró. ¿Cómo podía ella hacerle entender que lo suyo era importante y urgente? —¿El pub McAllistar? En la Cuarta, ¿verdad? Demi se retiró detrás de la oreja un mechón de su melena de pelo castaño rojizo y miró por encima de los hombros del policía, fijándose en la oficina. Era un lugar deprimente. Las luces eran demasiado estridentes; las paredes, demasiado blancas; las mesas y sillas, viejas. Montañas de papeles llenaban el mostrador. Un tablón de anuncios detrás de ese mostrador mostraba fotografías de delincuentes buscados y de niños desaparecidos. No era extraño que el policía pareciera tan indiferente a lo que ella le decía. Vivía en un mundo en el que posiblemente no quisiera ni pensar. —¿Él dijo eso? Bueno, entonces no es de extrañar que comenzara la pelea. Demi se dio media vuelta. Con gesto ausente, apretó el cinturón de su americana azul marino, que había elegido junto con una falda blanca, con la intención de parecer respetable. Pero no parecía haber funcionado. La sala frente a ella era tan inhóspita como lo que había detrás del mostrador. Había sillas de plástico verde reparadas con cinta aislante. El suelo de baldosas estaba lleno de rayones y sin brillo. Las paredes necesitaban pintura urgentemente. Sus ojos descansaron en un hombre que llevaba ropa de trabajo gastada y estaba desplomado sobre una silla. Se miraba las manos como si pudiera leer su futuro y lo que viera no fuera bueno. Tenía el aspecto de no estar satisfecho, cualquiera que hubiera sido su queja. Demi sintió pánico y deseó salir de allí. No quería que la relegaran a una de esas sillas. Respiró profundamente y rezó pidiendo paciencia. Debía dar un informe sobre Victoria. El policía colgó el teléfono. Justo cuando ella se giró para mirarlo, el aparato empezó a sonar de nuevo. —Viernes por la noche —explicó el hombre a modo de disculpa, y contestó. Ella tuvo que volver a dar media vuelta y reprimió un grito de angustia. Lo último que quería era parecer histérica. Cerró los ojos y contó hasta diez. Cuando los abrió, un hombre estaba subiendo los escalones de la entrada. Un hombre que no pertenecía a ese lugar. Demi se había vestido para estar respetable, para hacerse oír y, aunque él no había hecho nada de eso, ella supo que a ese hombre le darían lo que fuese a pedir. Total atención, respeto. Había algo en su modo de moverse que infundía respeto y que iba más allá de su elegante abrigo negro, la bufanda blanca y las manos enguantadas. Era algo más, aparte de su altura, la anchura de sus hombros y su impecable pelo castaño que brillaba como la seda. Ese «algo» estaba en el corte de sus facciones. No era atractivo en el sentido tradicional. Sus facciones eran demasiado duras. Sus pómulos eran altos y prominentes; la nariz, recta y la barbilla, saliente. Sus ojos recorrieron el lugar, deteniéndose un instante en el hombre sentado en la silla, y luego se detuvieron en ella. Demi encontró sus ojos de un color sorprendente. Se riñó, eran simplemente color avellana, pero esa palabra no describía todos los matices dorados y verdes de esos ojos. El desconocido sonrió brevemente, una sonrisa que iluminó sus ojos desde dentro, ojos amables. Y esa sonrisa aceleró el corazón de Demi. Ella se dio media vuelta rápidamente recordándose la última vez que había reaccionado así ante un hombre atractivo. Carly, que el día anterior había cumplido veinte meses, estaba en ese momento con la niñera. Esa pequeña era la prueba viviente de su insensatez. Aunque en realidad, Demi no lamentaba en absoluto haber tenido a Carly. El policía colgó el teléfono. Ansiosa por atraer su atención antes de que viera al hombre elegante, Demi empezó a decir atropelladamente sus palabras ensayadas. El uniformado levantó un dedo, haciéndola callar un momento, y entonces maniobró el control de radio frente a él y dijo un código incomprensible frente a un micrófono plateado. —Bueno —dijo al fin—, me estaba diciendo que su hermana ha desaparecido. ¿Cuándo fue la última vez que la vio? —En realidad hace mucho que no la veo. Pero hablamos por teléfono de vez en cuando y nos escribimos. No puedo localizarla. Y tengo la sensación de que ha sucedido algo terrible. — ¡Oh! —Dijo el hombre—. Una «sensación». Demi miró hacia atrás para ver si el hombre bien vestido estaba esperando impaciente su turno en el mostrador. Pero la sorprendió ver que se había sentado junto al de aspecto desolado y le estaba hablando en voz baja. Debía de ser un abogado. Pero sus facciones se habían suavizado con inconfundible compasión y una persona acostumbrada a las tragedias humanas, no reaccionaría así. El policía frente a ella era un claro ejemplo de eso. Pero la compasión en el rostro atractivo de aquel extraño fue como un rayo de luz en ese lugar triste, y eso le dio a Demi el coraje de continuar. Se giró hacia el mostrador cuando el hombre elegante estaba sacando un teléfono móvil de su bolsillo.

Una Boda Real- Jemi "Terminada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora