Capítulo 30

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Juan

Cinco malditos meses han pasado. Cinco meses sin escuchar su voz, sin sus caricias, sin sus quejas, sin sus pequeños celos, sin ella. 

Es una mierda, esto de darle espacio me está matando. Malditamente me está consumiendo y cada vez me cuesta más. Como siempre mis informantes me indican que está bien, que recibió mi pequeño obsequio, que trabaja, que estudia, que en la facultad le está yendo fenomenal. 

Pero me encantaría que todas estas cosas me las cuente ella y no enterarme por mi colega Richard o mi espía. Recuerda a mi pasante, está haciendo un gran trabajo y quiere quedarse allí. Lo menos que puedo hacer por él, es concederle ese deseo. 

Mi hermana como siempre me visita día por media a mi casa y chequea que este bien. Me obligo a mi mismo a trabajar día y noche, para mantener mi mente ocupada. Pero a quien puedo engañar, por más trabajo, por más reuniones, por más empresas, pienso en ella. 

Cada día, a cada hora del maldito día. Antes los días me parecían demasiado cortos, para estar con ella. Ahora son un infierno de largos y no veo la hora de que terminen. Franco intenta distraerme, me invita a comer con ella y Florencia. Pero creo que eso no me ayuda, porque la extraño más y recuerdo nuestras salidas. 

Destruí dos teléfonos más, no estoy orgulloso de mi acto violento. Pero moría por llamarla, moría por escuchar su voz. Se que ella está angustiada, Richard me dice que su semblante es triste, que a veces va a la oficina con los ojos rojos. 

Pero hay algo que no entiendo, ella quiere que sea feliz y que forme mi familia. No se da cuenta que solo veo mi futuro con ella, pero a pesar de ello, Alicia llora y se que lamenta nuestra separación. Se que está perdida, que no entiende nada. La distancia no nos ayuda y malditamente el espacio que me pidió menos. 

A mi favor, tengo el día de la boda de Mandy y Esteban. Ella será su dama de honor y malditamente yo soy el padrino. Ese día no se me va a escapar, pienso hacerla entrar en razón y explicarle las veces que sea necesario que la amo a ella. Y me importa un comino la diferencia de edad, lo que pienses los demás. 

-Amigo, deja de ir al gimnasio que ya no vas a entrar por la puerta -Franco como siempre me recibe por sus comentarios. 

-Ya quisieras estar así -se le escapa una carcajada. 

-Voy contigo cabrón, estoy igual o mejor que tu -lo observo y ahora soy yo quién ríe. 

Desde que ella se fue, paso mucho tiempo en el gimnasio y corriendo. Todas las noches, sigo manteniendo nuestra rutina, el mismo recorrido que hacia con ella. Pero ahora también le sume más horas en el gimnasio, necesito descargar mi furia. Siempre fui una persona que tiene muchos sentimientos guardo y hacer boxeo me ayudo a descargar muchísimo. 

También tuve un pequeño cambio de look, mi barba desapareció. Decidí sacármelo, durante muchos años la use y ya es tiempo de dejar mi cara al descubierto. Mi pelo también fue cortado y luzco un poco más grande y según Franco y mi hermana, parezco un "Badboy".

A lo cual respondo con un solo gesto, pongo mis ojos en blanco y ellos ríen. Deje de usar mis jeans y camisas leñadoras, para ir a la empresa y reuniones. Ahora uso trajes, camisas, pantalones de vestir. 

Mi vida está cambiando y cada vez tengo más responsabilidades que antes. Las empresas están triunfando gracias a Dios y me estoy expandiendo a otros países. Estoy vendiendo más acciones y sumándome a distintas sociedades. Por lo general todas son con Bustamante, Germán y otros socios. 

Siempre que me observo al espejo, antes de salir pienso "¿A ella le gustará mi cambio?". REcuerdo que amaba acariciarme mi rostro peludo, amaba mi look desalineado. Pero ahora soy un hombre con un nombre y debo mantener una imagen. Sigo siendo el mismo, pero luzco un poco diferente. 

PERDURARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora