Capítulo 31

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Alicia

Aún recuerdo las sensaciones en mi cuerpo de aquella tarde. Estaba en mi trabajo, tranquila. Era un viernes, debía terminar unos proyectos y luego podría ir a mi casa y descasar. Mi compañera estaba en la oficina de Richard. Yo estaba en mi escritorio, cuando un mail me llega y mis ojos van directo a la pantalla. 

No podía creer lo que estaba leyendo, era un mail de él. De mi Juan, mariposas comenzaron a volar desde mis pies, hasta mi cerebro. Aún no le había agradecido por su obsequio. No encontraba la forma, era demasiado orgullosa para hacerlo. 

Eso es algo que estoy trabajando en terapia, si señores. Hace tres semanas que empece a ir a terapia. Necesita hablar con alguien como me siento. Necesitaba sacar de mi alma todas las palabras y sensaciones que estaba ocultado. 

Es una señora muy amorosa, voy una vez a la semana y con ella saco todo. Pero volviendo al asunto, leo atentamente el mail. Tarde más de dos horas en responder, pero no sabía que contestarle. Solo quería mandarle un mail y ponerle te amo, soy una idiota por separarme de ti. 

Pero nunca escribí eso, le agradecí por su regalo. Me parecía lindo que nos comuniquemos por mail. No hay día que no pregunte si hice bien en tomar esta distancia. Una parte de mi quiere creer que si, pero la otra sufre horrores. 

Podríamos estar muy bien, hablando todos los días como el me prometió. Podría tomarse un avión y venir conmigo, también me lo prometió. Pero me encargue de poner la maldita distancia, pensando que era lo mejor. Y cada día que pasa, me arrepiento más de aquella decisión. 

El tiempo pasa, la facultad me consume literalmente. Las practicas son maravillosas, debo decir que Richard es un excelente jefe y tiene proyectos increíbles. Su secretaria es un amor conmigo, me tuvo toda la paciencia del mundo para explicarme todo, ahora ya trabajamos a la par. 

Almorzamos siempre juntas y ella me cuenta como es que llego a aquí, me habla un poco de su familia y que se está viendo con un hombre mayor. Mucho mayor que ella, pero a ella no le molesta en lo absoluto y al hombre parece que tampoco. 

Una tarde estaba haciendo unas copias en el tercer piso, mientras cantaba una canción de Stevie Wonder. Apareció Tom, un muchacho muy amable y se quedo conmigo haciendome compañía. Él pretende algo de mi que yo no le puedo dar, algunas veces me invito a salir, pero siempre le dije que no. Él a pesar de mis rechazos sigue insistiendo, creo que ya es un juego. 

Cuando regreso a mi piso, me encuentro a mi padre sentado en mi escritorio con una sonrisa que ocupa toda su maldita cara. No lo dudo ni dos segundos y me tiro encima de él con todas mis copias. 

-Papá -susurro y me fundo en su abrazo, sus brazos me sujetan fuertemente. Extrañaba esto. 

-Princesa -mis ojos se llenan de lagrimas. Apenas hablamos en este último tiempo, todas las noches me envía un mensaje. 

-Como los extraño -aún seguimos abrazos, hasta que recuerdo dónde estoy y me separo de él. Aún sus manos siguen en mis hombros y besa mi frente. 

-No te das una idea cuanto te extrañamos todos. 

-¿Qué haces aquí? -pregunto con una sonrisa en mi rostro. 

-Esta mañana tuve un reunión con una de las empresas de la asociación y no iba a irme de aquí sin almorzar contigo y darte un abrazo. 

-¿Hoy te vas?

-Esta noche. Richard te dio la tarde libre, así que cariño nos vamos tu yo, como en los viejos tiempos a almorzar -mi padre y yo somos bastantes parecidos, dicen que mi sonrisa es igual a la suya. Le sonrió de oreja a oreja. Mi compañera se encuentra desaparecida y resulta que mi jefe también. Sin demorarme más, dejo las copias en su escrito y tomo mi cartera. 

PERDURARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora