El inicio del avismo. (Parte 1)

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El invierno siguió su curso, acompañado casi siempre de tormentas nevadas, fuertes vientos helados y en los días tranquilos, sua es pero incesantes nevadas...

Ayame prácticamente no había salido de su cueva, solamente en los días en que la nieve caía tranquilamente y siempre acompañada de su protector compañero y amado.
La joven futura madre no renegaba de todo el tiempo que pasaba dentro de su hogar, por el contrario, le había tomado el gusto a su cálida y mullida cama, a las largas conversaciones con Koga y desde luego, a tejer y tejer un sin fin de pequeñas prendas...

Las cosas eran sumamente tranquilas... Koga ni siquiera dejaba a Ayame mucho tiempo ahora, incluso había delegado más responsabilidades a sus más confiables subordinados para poder pasar más tiempo en casa; y ciertamente, le encantaba.
El lobo había tomado gusto por la compañía de su compañera; realmente adoraba estar con ella. Lo hacía sentir tranquilo y en paz; le encantaba verla y escucharla reír. Amaba descubrir algo nuevo sobre ella cada día y ciertamente para ese punto, podía decir con certeza que la conocía mejor que al mismo bosque.
Claro que, no todo era color de rosa todos los días; el temperamento de Ayame variaba no de un día a otro, sino de un segundo a otro. Todas las matronas habían asegurado que se trataba de algo normal dado su condición, pero la verdad era que el joven lobo en verdad tenía que morder fuerte su lengua para no acabar perdiendo la cabeza. Habían días difíciles, pero sí de algo se habían dado cuenta ambos, era de que ya no podían estar separados nunca más... Se amaban. Se amaban inmensamente.
Se miraban con respeto y compasión, se trataban con dulzura y afecto y se hablaban con consideración... Nadie que los hubiese visto cinco meses atrás habría creído que se trataba de la misma pareja, pero así era...eran ellos dos...

Aquella era una madrugada particularmente fría.
El viento soplaba fuertemente, trayendo consigo una considerable cantidad de nieve que se arremolinaba en el aire dificultando la visibilidad e incluso la propia respiración.

Por fortuna aquel debía de ser un día bastante tranquilo en cuanto a la manada de lobos que habitaban ahí. Todos estaban en sus casas, descansando tranquilamente y eso incluía a su joven líder y su compañera.

La joven de cabellera cobriza dormía profunda y evidentemente plácidamente sobre su lado izquierdo, cubierta por sus mantas y pieles mientras su amado permanecía pegado a ella, rodeándola (parcialmente) con su brazo mientras depositaba su respiración sobre su cuello y la proveía de más calor...

De repente, y bastante en contraste con el pesado sueño que parecía tener, Koga abrió los ojos de repente.

Se encontró invadido por una sensación extraña, un instinto que lo llamaba como una especie de alarma en su interior y, aunque imprecisa, sumamente clara.
Pese a que ese algo lo llamaba a espabilarse y levantarse para hacer algo que no sabía con certeza que era, se quedó ahí, completamente quieto y en sílencio.
Mantuvo el ritmo de su respiración y trató de concentrar todos sus sentidos para averiguar lo que sucedía pero no tuvo suerte, solo podía escuchar el fuerte sonido de la tormenta y olfatear el olor de la nieve... Nada más.
Suspiro de manera ligera, intentando no despertar a su durmiente compañera, la cual mantenía abrazada todavía.
La calidez que irradiaba su cuerpo lo incitaban a no moverse, a quedarse ahí, a ignorar sus instintos; ciertamente no quería ir a ninguna parte.
Movió ligera y a penas perceptiblemente los dedos de su mano que descansaba justamente sobre el prominente vientre de la joven mujer; su cachorro dormía también.

Volvió a suspirar intentando dispersarse de aquella sensación agobiante cuando entonces su atención fue llamada por la suave y adormilada voz de su amada...

------Koga...

------Te he despertado?-----Preguntó en susurro.

-----No...-----Respondió ella-----Sientes eso?

Te veo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora