El regreso de Kagome. (Parte 2)

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La joven iba y venía de un lado a otro por la cueva, sentándose de nuevo de vez en cuando y volviendo a levantarse.

Esperaba que Koga volviera con las raíces que le prometió, pero al cabo de varios minutos que desembocaron en una hora entera, aún no había rastro de él.
Comenzaba a preocuparse cuando vio entrar a su cuidadora...

-------Que tal, mi señora...------La saludo la mujer. ------Dígame, como se siente?

------Estoy muy bien, Koto. ------Aseguró ella. -------Pero estoy empezando a preocuparme. De casualidad has visto a Koga?

-----Oh si! Fue a buscarme hace un momento, me entregó esto para usted.------Indicó la mujer mostrándole a la joven matriarca una pequeña cesta con raíces dulces.-------Al parecer le surgió un asunto importante y tuvo que irse.

-------Te dijo de que se trataba?

------No. No lo dijo, mi señora, pero me pidió especificarle que no era nada grave y ver que no se preocupara...

--------Ya veo... -----expresó Ayame algo pensativa. Koga nunca actuaba de esa forma tan errática...-------Bueno... En verdad espero no sea nada y que pueda volver pronto.

-------Desde luego, mi señora. Descuide, estoy segura de que todo está bien. ------Sonrió la mujer con confianza.





Creía tan rápido que en algún punto ya ni siquiera sentía sus piernas.
Era como si el mismo viento lo llevará por sí solo.
Atravesó el bosque que rodeaba su territorio, atravesó las planicies y las colinas.
No se detuvo en ningún rió ni manantial a beber o descansar, simplemente corrió sin parar.

Podía sentir su corazón latir a toda velocidad y al límite de sus capacidades más sabía que no era por el desenfreno de aquel viaje, sino por el destino.
A cada zancada que daba, aquel olor era más y más nítido, más fuerte, más claro y más parecía arrastrarlo como un imán gigantesco a su polo opuesto. Era como una poderosa fuerza de grabe dad que lo estaba obligando a mover sus piernas tan rápido como podía para evitar salir volando.

Fue tan rápido que para el final del día, había llegado a donde esperaba.
Se detuvo a penas vio las casas a un par de metros en el orizonte.
Se apoyó en sus rodillas y lucho por recobrar el aliento.
Jadeó y jadeó intentando tomar aire y permaneció quieto intentando hacer a su corazón desacelerar... Jamás se había sentido así. Pensó que le daría un paro cardiaco si no se reponía pronto.

Le tomó un rato, pero al fin se repuso.
Suspiró profundamente y se irguió de nuevo, miro hacia la aldea que estaba frente a él e inhaló gran cantidad de aire, concentrándose solamente en ese olor particular que lo había llevado ahí...
Sintió su corazón volver a acelerarse, pero no con agotamiento, sino con algo que no supo definir si era nerviosismo o emoción...
Casi aprecio dudar cuando dio aquel primer paso, caminando al fin hacia la aldea mientras las luces calidad del atardecer le acompañaban por la espalda, mostrándole en el camino su sombra.

A medida que se adentraba en la aldea, las personas lo miraban como lo que era: un forastero.
Ni siquiera se inmutó. No le importaba.

Los olores que llegaban a él parecían lejanos. Pensó en la última vez que había estado si quiera un poco cerca de ahí... Aquella mañana hacia tantos meses... Todo por algún motivo parecía muy distinto ahora... Parecía haber sido en otra vida.
El olor que perseguía lo llevó a su fuente finalmete.
Ahí estaba.
Sus ojos la veían y su nariz la olía, pero no podía creer que en verdad ahí estaba.

La observó desde aquella distancia, a varios metros.
Caminaba al lado de la exterminadora y las hijas mayores de esta corrían alrededor...
Su rostro seguía siendo el mismo, al igual que su cabellera y su sonrisa.
Las prendas de sacerdotisa que ahora llevaban le daban un aire distinto al que recordaba, pero seguía siendo ella.
En verdad era Kagome.
Finalmente había regresado.

Entonces por qué se sentía tan extraño?
Por qué se sentía tan fuera de lugar?

Nada había cambiado realmente en ella, pero aparentemente en el si.
Cuando su olor llegó a él en aquel primer momento, no pudo hacer otra cosa más que salir corriendo a su encuentro.
Pensó que a penas la tuviera un poco más cerca, correría a ella y la levantaría en brazos como solía hacer antes, sintiendo su corazón exaltarse como entonces...
Pero ahora... Ninguna de esas sensaciones había llegado a él.
No sentía la necesidad de acercarse más a ella. No sentía la necesidad de llamarla por su nombre, no sentía absolutamente nada.
Estaba justo frente a él y no podía dejar de verla como una persona cualquiera. Una persona a la que conocía, pero no tenía mayor significado que una buena y antigua amistad.
Su corazón ya no latía con tanta fuerza, simplemente latía.
Su olfato la olía, pero ya no con ansias, simplemente la olía.
Sus ojos la veían pero ya con necesidad, solo la veían.

La vio entonces separarse de la exterminadora y continuar sola su camino cuando de repente apareció él mitad bestia...
Lo vio acercársele y la vio a ella sonreírle tan ampliamente que pudo haber enclipsado fácilmente cualquier luna llena.
Lo vio a él envolverla y tomarla en sus brazos y pudo oler toda la felicidad que empeñaba...

En otro tiempo, su pecho se habría llenado de ira y habría salido al encuentro del medio demonio para darle una paliza...
Pero ahora... Todo lo que hizo fue sonreír.
Sonrió espontánea y sinceramente ante aquella escena...
Nada dolía, nada quemaba. Por el contrario, se sentía bien... Se sentía feliz, se sentía libre.
Era como si un gran peso hubiese salido al fin de su espalda o como si una gran cadena se hubiese roto...
Se dio cuenta de una cosa: todos esos últimos meses había estado en donde debía estar y aquella que lo había acompañado era con quien debía y quería más que nada quedarse.
Finalmente había olvidado a Kagome... Finalmente la había dejado ir.
Finalmente estaba seguro de cuál era su lugar y ese pensamiento hizo latir nuevamente su corazón con fuerza...
La imagen de Kagome pareció desvanecerse de repente y dio paso a la imagen de Ayame...
Sintió su piel erizarse y su corazón latir con tanta fuerza, que pareció al borde del estallido...
No se dio cuenta si quiera cuando sus piernas ya habían emprendido el camino de regreso a casa, aún más rápido de lo que habían ido al marcharse...
Así de fácil dio la espalda a aquello que pensó siempre que era su destino y corrió directamente a los brazos de aquello que ja,as pensó fuese para el, pero que ciertamente, era mucho más de lo que nunca deseó...

Te veo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora