1.- La vida sigue

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Lindsay

Unos suaves besos por mi cuello y mi barbilla me despertaron. Y por un segundo, ese segundo entre la consciencia y el sueño, pensé que era Kevin. Sin embargo, los ojos oscuros y el pelo de punta de color castaño claro, que vi al despertar no eran los suyos. Y fue solo un segundo de debilidad, luego volví a olvidarme del greñas, como cada mañana del último año.

—Llegas tarde a trabajar, cariño —murmuró Mason, sin dejar de besarme con suavidad.

—¿Mucho? —cuestioné, pegándome un poco más a él y cerrando los ojos.

Mis padres se habían ido a Madrid unos días y, como cada vez que se iban, yo aproveché para invitar a Mason a quedarse conmigo.

—Aún no —bromeó, dándome otro beso en los labios—, pero si no te levantas, sí.

Me quejé un poco, pero me senté en mi cama y me rasqué el pelo. Luego eché un vistazo al móvil para comprobar que de verdad se estaba haciendo tarde.

—¿Has visto mis zapatos? —pregunté, echando un vistazo alrededor.

—Diría que están abajo, con tu vestido y la ropa interior —se rio un poco antes de darme otro beso en el pelo.

Él estaba a medio vestir, abrochándose la camisa, pero también estaba descalzo. Me decidí a salir de la cama y suspiré mientras recogía mi bata de seda, porque no llevaba nada más puesto.

Bajé las escaleras del ático dúplex de mis padres y recogí la ropa que habíamos tirado por todo el salón con una sonrisilla un poco idiota. Aún estaban las copas de vino a medias allí y una caja de pizza vegetal. Me cogí un trozo que había sobrado y le di un par de bocados, mientras reunía mi ropa y los zapatos.

El ascensor que conducía al piso de mis padres se abrió cuando le estaba dando otro bocado a la pizza. Me giré extrañada, creía que mis padres llegaban más tarde. Aunque suponía que sabían que Mason estaba allí, no me apetecía pasar el momento incómodo de explicarles nada.

Sin embargo, se me cayó uno de los tacones y estuve a punto de atragantarme con el trozo de pizza cuando vi a mis padres entrar acompañados de Kevin. ¿Qué hacía él allí? Había tenido que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no ir a verle a Madrid. Me había negado a viajar todas las veces a lo largo de aquel año que mis padres me habían ofrecido ir. ¿Qué mierda hacia en mi casa? ¿Y por qué llevaba una maleta de mano colgada del hombro?

—Vas a llegar tarde a trabajar —me recordó mi padre, como saludo o algo.

Yo no conseguí apartar la mirada de Kevin. Ese idiota era aún más guapo de lo que recordaba y me dolió el corazón contra el pecho cuando me dirigió una media sonrisa. No era justo, no podía aparecer otra vez y derrumbar todo lo que yo había creado en un año.

—¿Qué hace aquí? —pregunté a mis padres.

—Veo que seguís con esa costumbre tan vuestra de no contar vuestros planes maquiavélicos —se burló Kevin—. No te preocupes, Linda, vengo a estudiar con la beca Anderson.

—¿Está de coña? —pregunté a mi padre, que negó un poco con la cabeza. Al menos tuvieron la decencia de mostrarse avergonzados por no habérmelo dicho antes.

Mason eligió ese momento tan poco oportuno para bajar en busca de sus zapatos, o preocupado por lo que tardaba, o quizá nos había oído hablar.

—¿Se han escondido esos zapatos? —preguntó bromista, luego pareció ver a mis padres y Kevin y les dirigió una sonrisa de lo más tranquila—. Buenos días, señores Anderson, ¿qué tal el viaje?

Tu nombre en las estrellas - Bilogía Estrellas 2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora