9.- Mejor pedir perdón que permiso

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Stesha

Estaba tan preocupada por Victoria que me dolía el estómago. Marqué su número una vez más y me llevó el teléfono a la oreja. Apareció caminando por su calle al segundo tono. Me di cuenta de que yo llevaba un rato sin respirar con normalidad. Y cuando vi que se tambaleaba, la preocupación me cortó la respiración del todo.

—¿De dónde vienes? ¿Sabes lo preocupada que estoy? —la regañé—. Llevo tres horas llamándote, tus padres estaban preocupados y me han llamado... ¿Qué te ha pasado?

—Estoy bien. —Me miró parpadeando mucho. Tenía los ojos muy rojos y apestaba a alcohol.

—Estás borracha.

Sujeté sus mejillas para verla, y ella me plantó un beso en los labios. Sentí el corazón latirme con fuerza en el pecho y respondí, hundiendo la lengua en su boca. Sabía a whisky de forma tan intensa que sentí que me estaba aprovechando de ella. La sujeté de la cintura y la aparté de mí un poco.

—Tienes que decirles a tus padres que estás conmigo, que están preocupados —pedí con suavidad.

—Estoy harta de que me des órdenes, Sty —me dijo, arrastrando mucho las vocales por la borrachera que llevaba encima—. Solo quiero que me quieras... Yo estoy tan enamorada de ti...

—Dímelo mañana, cuando estés sobria, morena.

—Dame más órdenes... —se quejó, haciéndome reír.

Tiré de su mano para subir las escaleras y, como no hizo intento de abrir, le rebusqué en la mochila hasta que di con las llaves. ¿Por qué llevaba un casco de moto allí dentro?

—¿Dónde has estado, Vicky?

—¿Que más te da? —suspiró, y me pareció terriblemente triste.

Abrí la puerta con las llaves de Vicky y la dejé pasar delante. Se tropezó con el último escalón, pero mantuvo el equilibrio y se partió de risa ella sola. Yo entré y cerré con llave detrás de nosotras. Victoria dejó caer la chaqueta y la mochila y siguió adelante. Yo la seguí sin entender nada.

Salió al patio de atrás y se dejó caer en una tumbona. Yo arrastré una silla hasta su lado y la miré preocupada.

—Escribe a tus padres, Vicky, porfa, no quiero que sepan que les he mentido al decirles que estabas conmigo —insistí.

Ella sacó el móvil de su bolsillo y me lo tendió. Puse los ojos en blancos, pero busqué el grupo de su familia para decirles que estaba bien y en casa. Añadí que íbamos a ver Frozen, porque sonaba mucho más inocente que reconocer el pedo que llevaba ella.

—Tienes mensajes de Ricky y de una tal Gema —le dije.

Se sentó de golpe entonces y me miró con los ojos muy abiertos. Y luego, se partió de risa ella sola y volvió a ponerse de pie. Quise preguntar que le hacía tanta gracia, pero se quitó la camiseta y los pantalones, para quedarse en ropa interior, y saltó de cabeza a la piscina.

Solo faltaba que se me ahogase o congelase, que hacía frío. Ni siquiera sabía por qué su piscina seguía llena. Me acerqué al borde y suspiré un poco cuando emergió de nuevo.

—¿Qué te pasa, Victoria? —pregunté.

—¿Qué me pasa? —Se rio con amargura y, de pronto, le temblaron los hombros y me pareció que lloraba—. ¡¿Tú qué crees que me pasa?! —Lloró más fuerte y me sentí fatal.

—Sal de ahí, por favor.

Quería abrazarla y consolarla o yo que sé, lo que fuera, pero sentirla. Sin embargo, me miró con sus ojazos azules y se alejó nadando hacia el otro lado de la piscina. Pues bien, si no salía ella, entraría yo, aunque protagonizásemos Frozen. Me quité las deportivas y la ropa y salté solo con las bragas y el sujetador.

Tu nombre en las estrellas - Bilogía Estrellas 2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora