23.- Reformatorio

542 92 0
                                    

Victoria

Me dolía terriblemente el estómago cuando dejé la manta que me dieron sobre la litera que una señora muy poco amable me señaló. Había estado en campamentos de verano, campings, hostales y hospedajes de mala muerte, pero aquello era mucho peor que todo lo que había visto hasta entonces.

Había unas doce literas allí, hasta veinticuatro personas, en la misma habitación, que tampoco era muy grande. No tenía puertas de madera, sino dos rejas. Una que conducía desde un recibidor a la calle, por dónde me habían metido, y la otra que debía conducir al resto de la casa.

En ese momento no había nadie allí, supuse que era la hora de la cena, porque mientras el juez había querido verme y todo lo demás, había pasado un día horrible en la comisaría.

Solo pude hablar con mis padres durante cinco minutos. Y no fue una conversación de lo más fluida. De hecho, mi padre no abrió la boca, se limitó a mirarme con un gesto que no logré descifrar. Mi madre trató de tranquilizarme, pero tenía los ojos llenos de lágrimas, así que no funcionó ni un poco.

Y que tratasen de tranquilizarme después de lo que había hecho, me acojonó muchísimo. Que no me gritasen ni se enfadasen, debía significar que estaba muy mal para mí la cosa. El sentimiento de que me iba a pasar la vida en la cárcel, no me abandonó mientras me llevaban a aquel lugar. Que era una especie de chalet muy grande.

Me habían metido en una sala nada más llegar, y me habían quitado la ropa, para darme una especie de mono gris que me hizo sentirme más sola y acongojada aún. Luego me dieron una manta vieja y raída y me mandaron a dormir. No había comido nada desde el día anterior, pero tampoco hubiera podido tragar ni aunque quisiera.

Sin embargo, no llegué a tumbarme, cuando la puerta contraria se abrió y entraron un montón de chicas muy ruidosas. Ni siquiera pude ver a Stesha antes de que me encerrasen, pero podría imaginarme que de estar allí ya habría soltado algún insulto y partido alguna boca para demostrar que estaba por encima de todas ellas.

—Vaya, si tenemos una nueva —comentó una, con una cresta y el resto del pelo rapado.

Su grupito no tardó en ponerse alrededor de mí. Yo me aseguré de dejar mi espalda a salvo contra la litera, por si tenía que pelearme. Al final, todos los consejos de Stesha parecían estar archivados en mi cabeza, por suerte.

—¿Qué has hecho?

—Le partí la cara un policía cuando intentó detenerme —mentí, y traté de que no me temblase la voz. Quería parecer más dura de lo que era.

—Ya, claro. —Otra del grupo, de pelo mal teñido de verde, se partió de risa—. Aquí no mandan a esa gente, a los que pegan a polis los mandan a sitios más chungos. ¿Robaste en la tienda de tu barrio?

—¿Eso hiciste tú?

Me crucé de brazos, y acto seguido, me di cuenta de que no era la mejor postura para defenderme y los dejé a los lados, con los puños apretados.

—Me cargué a mi padrastro —me dijo.

—Vaya.

Me contuve a tiempo de decirle que lo sentía. ¿Qué mierda me pasaba? ¿Que lo sentía? Yo debía ser gilipollas perdida. De nuevo, eché de menos a Stesha, ella siempre sabía qué decir.

—Yo te conozco —me dijo otra, que se había sentado en la litera superior que tenía delante. Una que estaba en medio de la sala prácticamente—. Te vi en una carrera de motos del polígono hace cosa de un mes. Ganaste.

—Sí. —Supuse que no tenía sentido negarlo—. ¿Tú también mataste a tu padrastro?

—No, le clavé un destornillador en el ojo a un tío.

Tu nombre en las estrellas - Bilogía Estrellas 2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora