21.- Navidades en la piscina - parte 2

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Kevin

El aspersor había empapado la espalda y el pelo de Lindsay. Ella estaba tiritando y quejándose de haberse estropeado un peinado que le había llevado más de una hora. Yo solo podía mirarla, iluminados por la linterna de mi móvil, con una sonrisa de idiota, mientras ella se quitaba el vestido por la cabeza, como si fuera lo más normal del mundo. Me pregunté si se habría dado cuenta de que estábamos a solas.

—¿Por qué me miras así? —me preguntó, mientras buscaba en la maleta algo para ponerse.

Vicky había sacado la ropa de montaña, todo era calentito e impermeable. Así que supuse que no le costaría dar con algo que le quedase bien.

—Porque eres preciosa y estás desnuda —me reí un poco.

—Ni que fuera la primera vez que me ves desnuda... —resopló—. Y llevo ropa interior.

—Ah, bueno, pues si ya te he visto antes, qué más da... —Agité la cabeza—. ¿Cuándo vas a empezar a quererte, Linda?

—Yo me quiero —dijo, pero vi sus mejillas rojas hasta en la semioscuridad del sitio.

Dio con unos pantalones entonces, y se los puso con algo de dificultad. Luego sacó una camiseta térmica, pero se la quité de las manos antes de que pudiera ponérsela.

—¿Qué haces, greñas?

—He tenido una idea.

—Yo tengo frío, y las ideas de los Torres, me han traído a una tienda de campaña, en una piscina vacía, con mi ropa empapada y el peinado arruinado. Créeme, que ahora no me caéis muy bien.

No pude evitar reírme de la amargura de su voz y me moví para quedar sobre ella, que se tumbó en la esterilla. Yo le di un beso muy suave en los labios y luego clavé la vista en sus ojos. Apoyado sobre mis brazos para no aplastarla con mi peso, pero suficiente cerca como para darle calor con mi cuerpo.

—Te encanta estar aquí —murmuré y no pude evitar llevar mis labios hasta su cuello—. Y, sé como entrar en calor, mejor que con la ropa.

—No seas idiota, que tengo frío —se quejó, pero se frotó contra mí un poco.

—Si pudieras verte como te veo yo, Linda.

Bajé los labios hasta el borde de su sujetador y tiré de uno de los tirantes con los dientes, para bajárselo por los hombros. Ella se rio un poco, pero no me respondió. Así que me vi en la obligación de seguir bajando, para que entendiese lo mucho que me gustaba... No era por mí, de verdad, era por ella. Besé su estómago desnudo y tiré de sus pantalones y el tanga.

—¿Has cogido condones, Kev? —preguntó, en un susurro.

—No los necesito para lo que voy a hacer, Linda.

Le di un mordisquito en el muslo, que la hizo gritar un poco y luego partirse de risa. Estaba a punto de regañarla, cuando oí voces fuera.

—¡Kevin! —me llamó Héctor.

—¿Qué pasa? —pregunté, y Lindsay se quejó en voz muy baja. Aunque aún no había empezado.

—Tenemos frío y nos aburrimos, los aspersores ya han parado...

—Ya voy —suspiré, antes de devolverle a Lindsay la camiseta térmica—. Tendrás que esperar, Linda.

—Si eres tú... —me acusó, pero se volvió a vestir con un poco de cara de cabreo.

Yo rebusqué en la maleta hasta dar con un par de mantas, y salí de la tienda, sujetando una de las esterillas que seguía enrolladas.

—¡Win, Sasha, salid! —ordené.

Tu nombre en las estrellas - Bilogía Estrellas 2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora