27.- Un as bajo la manga

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Victoria

La estrategia de Stesha había funcionado muy bien. Suponía que ella sobreviviría sin problema si alguna vez acababa en la cárcel de verdad, cosa que, por otro lado, esperaba que no pasase nunca.

Después de aquella experiencia, iba a ser la más fiel defensora de las reglas que existía en el mundo. No pensaba volver a subirme a una moto... Al menos, no hasta que pudiera hacerlo de forma legal. Si es que podía... ¿Me prohibirían las motos para siempre por tener antecedentes?

—¿Qué piensas? —me preguntó Stesha, parando de canturrear la canción de la radio.

Estaba lloviendo a mares, así que, pese a que nos habían dejado salir un rato al patio, nos habían recogido enseguida. Estábamos en una sala común enana, con la única diversión de la música de la radio que salía de un altavoz anclado al techo.

—Pensaba en que no volveré a subirme a una moto —reconocí.

—Tonterías. En cuanto salgamos de aquí, robamos la moto a tu padre y nos fugamos a México.

—¿En moto? —me reí.

—Sí, morena. Tú y yo y el horizonte a nuestra espalda.

—Estás loca.

—Pero, Vicky, si vuelves a hacer una locura sin mí, de verdad no podrás volver a montar en moto, porque te voy a partir las piernas —me amenazó con cara muy seria, y a mí se me escapó una sonrisa.

—Lo tendré en cuenta, pandillera —me metí con ella.

—Seguramente sea la tía que más piernas ha roto de aquí —aseguró, pero me sonrió un poco.

—Al menos tú no has matado a nadie...

—Pero ¿aún crees eso, morena? No que yo haya matado a nadie —se rio un poco al ver mi cara de desconcierto—. Aquí nadie ha matado a nadie, ni apuñalado, ni cometido delitos violentos. Este sitio es un chiste, para adolescentes rebeldes a las que sus padres no quieren.

—¡A mí me quieren! —me quejé.

—Sí, lo sé, pero se piensan que vas a hablar de los tíos de las carreras, estás aquí para acojonarte —explicó.

—¿Y tú? —cuestioné.

—Yo siempre tengo un as bajo la manga, morena. No lo olvides.

—Fantasma —me metí con ella.

Se levantó cuando empezó a sonar una canción un poco más de este siglo, no como las que sonaban antes, y empezó a canturrear mientras bailaba. Como si estuviera en una discoteca. Tendió una mano hacia mí, pero yo la ignoré y agité la cabeza. Estaba loca.

Sin embargo, el resto de sus «súbditas» no tardaron en imitarla. Salvo Happy, la del pelo verde y las dos Minions, el resto saltaron a bailar. La Tanque no había vuelto de la enfermería en los tres últimos días, y estaba segura de que fingía por vergüenza.

Stesha sujetó mi mano, cuando se dio cuenta de que no iba a seguirla y tiró de mí para levantarme «a la fuerza», la verdad es que no hice ningún intento de quedarme lejos de ella. Nunca jamás pensé que fuera a seguirme hasta allí para protegerme, pero no era solo eso, me había seguido y había convertido aquella pesadilla, en un lugar en el que la gente cantaba y bailaba...

Aparté un mechón corto de su mejilla y se lo enganché detrás de la oreja. Sty me sonrió un poco, mientras apoyaba las manos en mis caderas y me dio un beso muy suave en los labios.

—Siempre pasa algo —murmuré.

—¿Algo de qué? —Me miró desconcertada.

—Cuando estamos bien. Siempre pasa algo que lo estropea.

Tu nombre en las estrellas - Bilogía Estrellas 2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora