18.- Patatas fritas y sentarse en el césped

503 95 9
                                    

Kevin

Había recargado tantas veces la página de noticias, que estaba seguro de que el móvil había decidido dejar de intentarlo siquiera. Me había costado mucho dar con un policía implicado emocionalmente contra los Coleman. La madre del inspector Lewis había resultado muy afectada por la mierda de condiciones en el bloque de pisos de Coleman y había muerto el año anterior por una pulmonía, causada por la falta de calefacción durante una nevada.

Él, después de que yo le diera todas las pruebas y me asegurase de que supiera que los Anderson eran inocentes, había consentido a ayudarme. De hecho, me había negado a revelarle nada, hasta asegurarme de que los Anderson iban a estar fuera de toda sospecha. Y el inspector Lewis tenía tantas ganas de empapelar a los Coleman, que había accedido a todas mis peticiones.

O eso pensaba, porque me había prometido detener a Mason antes de la puta boda, pero era algo que seguro que salía en las noticias retransmitido al segundo. También tenía un plan por si aquello fallaba. En caso de que se casasen, había un «plan b» para asegurarme de que Lindsay saldría indemne de todo aquello, pero claro, sería más difícil... Y, en ese caso, el apellido de los Anderson quizá quedase salpicado, aunque Scott estaba al tanto del plan, y de acuerdo con todo ello.

Recargué la página una vez más. Pero nada.

Y ya solo faltaba una hora para la boda. El mismo tiempo que faltaba para que saliese el avión. Yo salí de casa de madrugada, después de devolver a Lindsay a su cama, más dormida que despierta, tras habérnoslo montado en el coche. Menuda boda, que la novia se acostaba más conmigo que con el novio, pero eso era otro tema.

Me había quedado con ella hasta que tuve claro que estaba dormida y entonces recogí mis cosas y me largué al aeropuerto, tras escribir una nota para ella y dejarle su billete de avión.

Como un idiota había esperado a que llegase, una parte de mí, seguía haciéndolo, pero estaba claro que ya debía estarse preparando para la boda, si no había elegido huir ya. ¿Por qué iba a hacerlo después? Mi única opción, era que detuviesen a su novio.

Y, realmente, eso no sería una opción para mí. Tanto si Lindsay se casaba, como si la policía le jodía la boda, aun así, significaría que le había elegido a él, y entonces, lo nuestro estaría acabado de verdad. Yo no aceptaría estar con ella sabiendo que en el momento de la verdad le había elegido a él.

Pero claro, un estúpido iba a ser siempre, por eso aún quería salvarla, de Mason y de sí misma. Y solo quedaba una hora.

Recargué la página, para ver una noticia de un incendio en no sé dónde. Pero aquello no me importaba. Recargué una vez más.

—Que conste que no es por ti.

La voz de Lindsay me hizo levantar la vista del móvil. Llevaba el traje de novia y toda la parafernalia. Estaba guapísima. El vestido era muy sencillo, con algo de pedrería en la parte blanca y plana superior, con tirantes gruesos. Y la falda que se iba ensanchando hasta los pies.

Se recogió el vestido como pudo, y se dejó caer en un asiento a mi lado. Yo solo pude parpadear como un idiota. A ver, había pensado muchas formas de las que se podía desarrollar aquello, pero en ninguna Lindsay acababa vestida de novia en el aeropuerto.

—¿Y por qué es? —pregunté finalmente.

—Soy muy joven para casarme y muy tonta para elegir marido, al parecer.

—¿Eso es un chiste?

—No sé, no quería hacerlo. He visto el billete que me has dejado, y lo he cogido sin pensar mucho, la verdad. Cuando estaba en el coche con el chofer, me di cuenta de que no quería ir a la iglesia. Quizá sea tonta, pero creo que debería tener ganas de ver a mi novio antes de la boda. No de irme a Madrid, a comer patatas fritas y sentarme en el césped.

Tu nombre en las estrellas - Bilogía Estrellas 2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora