508. Promesas

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Las horas parecían transcurrir más lentamente de lo esperado en Polis, capital de la Coalición y hogar de la Heda de los Catorce Clanes. Los rumores y las historias de todo lo acontecido en Azgeda poblaban ya toda la extensa ciudad.

En la Torre de Polis algunos de los embajadores se han reunido acordando los preparativos de las pompas funerarias por la muerte del consorte de la Comandante de la Sangre y los Natblidas, lideres de dos de los clanes.

En las calles las multitudes se congregaban cerca de la Torre y celebraban la victoria. Las banderas de todos y cada uno de los clanes estaban colocadas por doquier y se habían dispuesto multitudinarias mesas con comida y bebida a disposición de las gentes trigeda locales y visitante.

Los sanadores habían tenido bastante trabajo que hacer con los recién llegados de Azgeda incluido los lideres regentes que habían sobrevivido a la contienda.

Pronto se dispondría un banquete para conmemorar tales perdidas y todos los allí presentes honrarían y llorarían a los caídos.

Tras haberse ocupado de sus heridas, darse un buen baño y descansar un poco Aden había decidido ir a ver a Halena.

El Natblida necesitaba disculparse con ella por todo lo ocurrido con Lexa. Necesitaba por todos los medios apaciguar sus ansias y arreglar las cosas con la primogénita de Heda.

Dejando atrás a varios guardias que custodiaban las escaleras y la planta, atravesó los solitarios pasillos del penúltimo piso de la Torre dirigiéndose al fondo de este donde las estancias privadas de Halena aguardaban en parsimonioso y sepulcral silencio.

Aden se detuvo frente a la puerta y respirando hondo se tomo unos segundos y levanto el puño golpeando con sus nudillos la madera.

Escucho pasos dentro, pasos sordos aproximarse pero cuando la puerta se abrió no fue Halena quien ante él se revelo sino Rashesh, el Nohara proveniente de Nakshatra en el desierto.

Rashesh al igual que Darshan nunca llego a ganarse del todo su confianza. Ya en el desierto cuando él y los otros Natblidas fueron a buscar a Halena, habían tenido algunos pequeños desencuentros pero verlo en las habitaciones privadas de la heredera de Heda le molesto.

Él no había estado presente cuando Rashesh llego ofreciendo su ayuda a la Anorah y al resto de ellos. Él se encontraba en Arkadia cuando eso y Rashesh era un sucio Wadesh, no tenía porque confiar en él solo por el hecho de que otros lo hiciesen.

—¿Qué haces tú aquí? —pregunto Aden arqueando una ceja al verle.

El Nohara que no estaba de humor para sus estupideces se le quedo viendo.

—¿A qué has venido? —quiso saber Rashesh con serio gesto—. Halena no quiere verte.

—Quiero que me lo diga ella —contesto Aden secamente.

—Ahora mismo no puede atenderte —respondió el Nohara haciendo por cerrar la puerta.

Aden que puso la punta de su bota sobre la puerta deteniendo su cierre se le quedo viendo.

—¿Y eso por qué exactamente?

—Está durmiendo.

—Esperaré a que despierte —replico Aden con tibio gesto.

—No aquí —contesto Rashesh enfrentando sus ojos.

Aden intento mostrarse sereno, paciente porque resultaba que tontamente Halena parecía sentir alguna clase de afecto por ellos y en el fondo les habían ayudado.

—Creo que no lo has entendido bien, Rashesh. No pienso irme.

—No, creo que eres tú el que no lo entiendes. Vas a marcharte —replico Rashesh amenazante dando un paso hacia él atravesando el umbral de la puerta.

—¿O si no qué? —le desafió el Natblida con dureza quedando frente a él con su endurecido rostro ligeramente elevado.

—Eres un Natblida. Alguien importante aquí y eso lo respeto —replico Rashesh quedándosele viendo con una sonrisa sátira—. Pero entre los mios no eres nada. Y no te haces la mas mínima idea de lo que podría hacerte si me provocarás.

—Los despreciables Wadesh y vuestros jueguecitos mentales, ruines y traicioneros hasta la médula —murmuro Aden con desprecio quedándosele viendo largamente unos instantes en silencio—. Algún día no contarás con la protección de Halena y te borrare esa estúpida sonrisa de la cara.

—Aguardo ese día con anhelo —respondió Rashesh manteniéndole la mirada.

Aden que cerro los puños de pura inercia se contuvo, contuvo sus energías, sus ansias y sus fuerzas sabiendo que Halena no aprobaría tal comportamiento de él en esos momentos.

—Cuando despierte hablaremos —repuso Aden con dureza antes de darle la espalda y marcharse.

Rashesh que le vio alejarse por el silencioso pasillo miro hacia el interior de la habitación viendo a la Anorah dormida profundamente entre las mantas y sabanas ajena a todo aquello.

Habría dado cualquier cosa por protegerla, cualquier cosa y aún ahora sabiendo todo cuanto sabía que había hecho, cuanto sabía que le esperaba, lo hacía.

Halena no merecía nada de aquello y mientras él viviese la protegería daba igual que fuese un Natblida, la propia Heda o un dios, la protegería con su vida.


Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 4... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora