523. Tiempo Libre

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La imponente Torre de Polis hogar de la Coalición y de la Heda de los Catorce Clanes se elevaba inmensa hasta el cielo pensó Echo kom Azgeda mientras la contemplaba desde el suelo.

La espía llegaba a ella junto con Ontari y el resto de la delegación representando a la Nación del Hielo para la cumbre que estaba por celebrarse como despedida del consorte de Heda y heredero de Azgeda y dos de los guerreros Natblidas que habían perecido en la contienda.

Había tenido muy pocas ocasiones de estar en la capital, al menos durante el reinado de la reina Nia, con Ontari esperaba que quizás las cosas fuesen algo diferentes.

Su primera orden antes de llegar allí había sido buscar a Octavia kom Skykru y matarla con total discreción para que a ojos de la Coalición pareciese un acto más fortuito que intencionado.

Durante el transcurso del viaje, había estado observando detenidamente a la gélida e implacable reina. No se parecía demasiado a Nia pero su política no estaba tan alejada de la de esta. Para nadie era ya un secreto su relación con Roan, heredero de Azgeda y padre de su pequeño vástago y aún así nadie osaba a hablar de eso.

Debía estar sufriendo mucho su perdida aunque no lo demostrase por fuera.

Ontari y ella habían nacido y crecido al abrigo de la fría Nación a manos de la despiadada reina la cual impartía lecciones y despiadados castigos por cualquier muestra de debilidad demostrada que la hiciese quedar a ella y a Azgeda en un mal lugar.

Comprendía que no llorase, que no gritase o se desquitase.

Ontari parecía templada, decidida y soberbia tal como se esperaba de la líder de la Nación más desalmada de cuantas trigedas existían.

Matar a Octavia no le suponía un problema. No era un dilema moral, no se convertía en una cuestión ética para ella.

Obedecería a Ontari al igual que había obedecido a Nia, con la misma determinación, fe y lealtad pues seguía con vida gracias a ellas.

Le parecía una mala elección el hacerlo pero estaba de acuerdo en que la muerte de Roan no podía quedar sin ser vengada.

Azgeda honraba a los suyos de esa manera, lo respetaba y lo acataba sin problema pero hacerlo ahora, en un momento tan álgido donde la paz fraguada se había visto vulnerada por otras gentes, era arriesgado cuanto menos, matar a la líder Skykru y desencadenar la posibilidad de hacer surgir otra guerra y así era como se lo había hecho saber.

Al principio, Echo espero recibir la ira por parte de la helada reina pero no fue así en absoluto. Ontari siguió su camino a caballo en silencio considerando sus palabras y justo antes de atravesar la linde del bosque decidió anular la orden que con tanta vehemencia le había dado a ella.

No tendría que hacerlo. No tendría que quitarle la vida a la líder de Skykru. No por ahora, al menos y eso en buena medida la hacía sentirse aliviada.

Ontari había ido en busca de Eilan y pasaría el día reunida con Halena y los embajadores en la Torre ultimando los últimos detalles para las ceremonias fúnebres y dilucidando sobre posibles y nuevos nombramientos ahora que algunos líderes habían caído por el camino.

Ontari le había dado algo de tiempo libre a ella y a la delegación azgedakru aunque les había pedido mantenerse cerca mientras estuviesen fuera de Azgeda.

Echo no sabía bien que hacer allí, en que ocupar ese tiempo.

Normalmente o formaba parte de la guardia personal de la reina, o entrenaba, o se encontraba en alguna misión que requería muchas horas y esfuerzo, ¿pero tiempo libre?

No sabía qué era eso y ni como hacer uso de ello.

A decir verdad se encontraba algo perdida mientras observaba el gentío y los innumerables puestos ambulantes a lo lejos rodeando las cercanías de la Torre.

Al deslizar sus ojos por su alrededor se dio cuenta de que un par de guardias situados en todas las entradas de la Torre cortaban el paso, diviso algunas de las destartaladas estructuras aledañas a la Torre y en su mente vio cada posible forma de acceder a ella sin ser vista siquiera aunque perfectamente podría entrar dado que era una invitada de excepción y miembro de la delegación de Azgeda.

Escucho un ruido no muy lejano y se volvió llevándose instintivamente la mano a la espada pero solo eran algunos niños correteando muy cerca de ella y de los puestos.

Se relajo instantáneamente aunque en su interior seguía algo tensa como siempre.

Sus hombres no se encontraban muy lejos en una especie de taberna cercana, podría ir allí con ellos pero no le apetecía demasiado.

Escucho sordos pasos sobre la tierra tras ella y al volverse vio a mucha de la guardia de la Torre formar de pie a lo lejos.

La Heda de los Catorce Clanes debía de estar en camino y la guardia saldría a escoltarla y recibirla.

Con Lexa volviendo a ocupar de nuevo el trono, Echo supo que las cosas se tornarían algo distintas y que debía estar atenta a los acontecimientos.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 4... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora