516. Decisiones Precipitadas

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Mientras tanto en Azgeda no había celebración alguna. Es más la fatídica madrugada había llegado a sus gélidas tierras sin que las brasas de la funeraria pira se extinguiesen aún sobre el helado páramo frente a la Fortaleza del Hielo, hogar de la reina Ontari kom Azgeda y su heredero.

Los daños y las perdidas sufridas tanto en Mistra Sa'rayah, capital de la helada Nación como en el interior de la Fortaleza y en las aldeas colindantes habían sido verdaderamente irreparables.

Sus gentes supervivientes aún tardarían tiempo en reponerse de ello.

Al menos un tercio de la población azgedakru había sido diezmado y para aquellos que habían sobrevivido y resistido al ataque trakara, la reina Ontari había dado orden de abrir las puertas de la Fortaleza y acogerles allí.

Habían sido unos días muy duros para todos y aunque la paz reinase ahora, tenían mucho mas que lamentar que celebrar.

Eilan, el príncipe y heredero de Azgeda permanecía en Polis a salvo en las dependencias de la Torre custodiado por buena parte de la delegación azgedakru y parte de la guardia personal de la Heda de los Catorce Clanes y su primogénita.

La implacable reina había pasado algún tiempo entre los suyos y se presentaría en Polis junto con el resto de líderes de la Coalición para rendir honores a los Natblidas caídos y al consorte de Heda junto con una comitiva representando a la Nación del Hielo.

En el imponente y solitario salón del trono, Ontari permanecía sentada en silencio con la mano sobre su afligido rostro y sus ojos cerrados. No había podido cambiarse aún, apenas había podido asearse con la sangre de sus enemigos aún sobre su ropa y su rostro mientras el recuerdo de la muerte de Roan frente a sus ojos la atormentaba, planeando sobre ella como una gran sombra.

Aún no podía creerse que su vida hubiese expirado de aquella vil y burda manera. Lamentaba no haber podido arreglar las cosas del todo con él y que Eilan fuese a crecer sin un padre al igual que los herederos de Lexa.

No pensaba romper su alianza con la Coalición ahora que su unión de sangre con Lexa ya no existía, ella le había devuelto a su hijo y Ontari le había jurado lealtad a ella y a sus herederos al igual que Roan.

Cumpliría su promesa y sus gentes no entrarían en guerra mientras ella gobernase a su pueblo.

Estaba harta. Harta de tantos enfrentamientos, harta de tanta violencia, cansada de todo.

No querría ni podría enfrentar nada más ahora mismo, ni ella ni su pueblo pero la muerte de Roan no podía quedar sin castigo.

Una de las ornamentadas y pesadas puertas se abrió y Echo apareció frente a ella quedándose un tanto parada al verla así.

—Azplana —reverenció Echo hincando la rodilla frente a ella.

Ontari levantó la vista a tiempo de ver a la espía ponerse en pie y se la quedo viendo.

—Todo está listo para el viaje, mi reina. Mis hombres se están ocupando de atender a los heridos y ya han dispuesto estancias para el resto. Partiremos en cuanto ordenes.

Ontari asiente poniéndose en pie con cierto cansancio y desciende los escalones en silencio.

Echo que la siguió con la mirada se dio cuenta de las numerosas heridas y cortes que la acompañaban pero no dijo nada al respecto haciéndose a un lado para dejar pasar a la regente Natblida bajando ligeramente la cabeza en señal de respeto y subordinación.

—Echo.

La espía se acerco a ella y se la quedo viendo largos instantes expectante a lo que la helada reina tenía que decirle.

—Quiero que hagas algo por mi cuando estemos en Polis.

Echo dio un paso hacia delante buscando los ojos de la reina con su fría mirada.

—Lo que ordenes.

—Mata a Octavia kom Skykru y que nadie sepa que hemos sido nosotros.

Echo cambió súbitamente su cara al escucharla pero no cuestiono la orden, no le correspondía hacerlo solo obedecer.

—Asi se hará, mi reina.

—La Nación del Hielo ha perdido a uno de sus herederos, que nadie lo olvide.

Echo asintió al escucharla viéndola abandonar la sala decididamente. Las ordenes estaban más que claras para ella aunque dadas las circunstancias quizás la reina se estuviese precipitando un poco. Atacar a la líder de Skykru, era atacar a la Coalición de Lexa y bien podría acarrear graves consecuencias para ella.

Tal vez en el camino a Polis, la gélida reina lo pensase mejor y reflexionase sobre ello. Quizás una vez allí pudiese convencerla de su errático movimiento aunque ahora mismo dudase de que estuviese viendo las cosas con total claridad dado el vinculo que la unía al príncipe Roan.

No era cuestión de desobedecer, ni siquiera de simpatía por Skykru. Se le ocurrían al menos trece formas de matar a la Canciller sin que nadie sospechase siquiera que fuese un ataque contra ella. Tampoco se trataba de lo correcto o no, sino de simple y llana estrategia.

Las cosas estaban en caliente aún y dolían demasiado como para dar un paso tan comprometedor y esperar un resultado que complaciese a todos los afectados incluyendo a la reina.

Ontari en algún momento iba a darse cuenta y probablemente cambiaría de parecer sobre darle muerte a la Canciller por muy responsable que la considerase sobre la muerte del rey azgedakru.

Solo necesitaba calmarse un poco y meditarlo o sus decisiones la conducirían por un camino que no tendría un buen final.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 4... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora